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Cuba, un sueño que nunca termina

El ex Ketama Antonio Carmona, confiesa que desde niño su mayor anhelo es «ser cubano», y lo confirma en su segunda visita a la Isla, donde encontró la cálida bienvenida de la gente y el sabor de nuestra música

Autor:

Yelanys Hernández Fusté

No estamos lokos/ que sabemos lo que queremos/ vive la vida/ igual que si fuera un sueño/ pero que nunca termina/ que se pierde con el tiempo... Era una canción de los años 90, de mi etapa de adolescente. No estamos lokos me resultó atractiva, pues le podía «entrar» con pasillos cubanos aunque, a decir verdad, aquello tenía de todo.

A sus intérpretes los vi la pasada década, en un programa de la Televisión Cubana. Su físico y su hablar denotaban un aire gitano. Se llamaban Ketama y ya llevaban algún tiempo renovando el flamenco, al fusionarlo con otros ritmos que le daban a su música un tono peculiar.

La voz de aquel éxito —primero nombrado Kalikeño, luego rebautizado como No estamos lokos— era la de Antonio Carmona, quien junto a su hermano Juan y su primo José Miguel fue uno de los rostros más visibles del género en España.

Ahora «descubro» a Antonio en Cuba. Regresó a la Isla para participar en el segundo concierto de Escuelas contra huracanes, invitado por el cantante Raúl Paz.

A Carmona le agradó palpar en esta ocasión el arraigo de la gente a su tierra. Le recordó de dónde viene. «Los gitanos somos así también», dice a Juventud Rebelde.

Le emocionó apreciar el bienestar que brinda la Isla a los más chicos. «Cada niño tiene aquí su espacio y su educación, para formarse como adulto. Hace falta que esa experiencia se lleve a España», comenta tras su contacto con las zonas afectadas por los ciclones de 2008, en la provincia de Pinar del Río.

Cuba le ha inspirado tanto a Antonio que ya ha completado las letras de su próximo disco. «Estoy escribiendo aquí. Me he ido a la calle. Me he tomado un mojito y me he parado en una esquina para ver lo que pasa en La Habana».

Todavía se preguntaba, al terminar el concierto del Karl Marx, cómo se iba de la Mayor de las Antillas, si su sueño —desde pequeño—, era, «más que abogado o músico, ser cubano».

Tanto habla de nosotros que va a ser difícil que nos excluya de sus planes futuros. «Siempre los tengo presente. Es bueno venir acá y refrescarse musicalmente. Me voy mucho más humano al ver el compañerismo que hay, a pesar del paso de los huracanes, y sobre todo, del trato de ustedes».

No estamos lokos pegó aquí en la pasada década. Son tantos los secretos de ese número, de cuando eran Ketama y no Antonio Carmona de un lado, y Juan Carmona y José Miguel Carmona de otro.

«Hemos grabado ese tema tantas veces. Está metido en el disco De akí a Ketama (1995). Lo fusionamos con raíces africanas y latinas, y con el jazz y el flamenco.

«Fue un himno muy grande en España, en muchos sitios del mundo y, por supuesto, en Cuba. Era una frase para vindicar el flamenco, pues en aquella época nos costaba mucho hacer nuestra música. La gente no la entendía.

«Al flamenco le pusimos batería, bajo, congas y otros instrumentos que no eran convencionales para el género. Las personas decían: “cuidado”, “¿qué es esto?”.

«Era definitivamente una rama del género. No en su matiz más ortodoxo, pero sí una forma de hacerlo mucho más abierto e internacional».

Antonio es gitano. De ahí le viene su acento al hablar, su manera de ver la vida y la música. Serlo significa para él llevar a la melodía una cultura milenaria. «Mi pueblo tiene mucha riqueza en lo musical y en lo humano», asegura.

Ketama cambió la forma de interpretar el flamenco con su manera particular de tocarlo. Antonio debe añorar todo ese tiempo donde la creación era colectiva. A él le gusta explicar cada detalle e, indiscutiblemente, no hubiera habido Ketama sin su historia familiar.

Prefiere decir que esa pequeña «revolución» empezó desde casa. «Pertenezco a una familia de guitarristas. A nosotros nos apodan los Habichuela por mi padre, mi abuelo y mi bisabuelo. Ellos hacían flamenco. Mi papá viajó por todas partes del mundo y empezó a traer discos de grandes como Rolando Laserie, Ismael Rivera y Benny Moré.

«Me empezó a motivar. Mi primera canción fue una sevillana que inicia así: “Linda tierra Cuba, te canto yo”. Hace más de 12 años abrí así el concierto que ofrecí —como parte del grupo Ketama— en el teatro Karl Marx. El público hizo una gran ovación y fue impresionante».

Vengo venenoso es su primer paso fonográfico desde que en 2004 se separara de Ketama. Le tomó un año encaminarlo en los estudios y mostrárselo al público.

«Es un disco autobiográfico. En él le canto a mi gente, a mi padre, mi madre, y a todas las personas que me rodean. No tengo que mirar mucho más allá para sacar canciones y para ver lo bonita que son mis niñas, que son muy rubias y les corre la sangre gitana».

De eso se trata el camino que ha emprendido en solitario Antonio Carmona, de hacerlo a su manera. «Después de casi 23 años de estar con Ketama, decidí hacer este disco. Todas las canciones son mías. En una de ellas hablo de la emigración de África hacia Europa, un tema muy fuerte. Crecí en un sitio donde arribaban esas embarcaciones, y es un drama porque algunos de esos barcos no llegan al puerto».

Le va bien ahora al cantante, pero siempre ronda la pregunta: ¿Se reunirá Ketama? Antonio piensa que sí.

«A lo mejor más calvos, más viejos, pero sí, en el futuro nos veremos nuevamente Juan, José y yo. Ahora cada uno tiene su carrera, pero creo que Ketama es un estandarte que nunca va a morir». Confío en la profecía de Antonio, también en su nueva empresa.

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