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El astrónomo de la poesía

Los resultados también están asociados a la constancia, la búsqueda de experiencias y las lecturas, pero el joven escritor espirituano Isbel González González cree más en el talento congénito

Autor:

Miguel Ángel Valdés Lizano

SANCTI SPÍRITUS.— Dicen que los poetas no son seres de estos mundos. Desde que nació el arte de conjugar versos, los juglares ambicionaron los cielos, y la literatura goza hoy con la complicidad de constelaciones, aunque los meteoritos permanezcan celosos, porque algunos creadores los acusan de fuente pobre para la inspiración.

El espirituano Isbel González González (Guayos, 1976) aparece entre esos escritores que sumergen la mirada en la inmensidad sideral contra la angustia por la cuartilla en blanco. Sin embargo, la afición de este muchacho no se limita a la contemplación pasiva. Investiga sobre Astronomía y construye telescopios.

Escoltada por la pasión hacia las estrellas, su vocación hacia la literatura le ha permitido publicar más de una decena de ensayos sobre el cosmos. También ha incursionado en la poesía, gracias a su participación en varias antologías, y a través del texto La insoportable liviandad del ser o manual para cazar un homo sapiens.

Su aporte a la literatura infantil también puede palparse en el libro Los güijes del arcoíris, mientras que La noche al final de la calle da fe de su pasión por la narrativa. Entre los reconocimientos a su obra encontramos la mención en el Casatintas 2005 y el Premio Fundación de la Ciudad de Sancti Spíritus. Incluso, al hablar, Isbel conjuga lo exacto de la astronomía, con lo flexible de los versos.

—¿Cómo estableces nexos entre tu formación como ingeniero industrial, la Astronomía y tu vocación hacia la poesía?

—Un escritor debe nutrirse de todos los campos, no solo de la literatura de ficción, sino también de la científica, de la Filosofía. Todo lo que uno viva y lea, aporta. Mi afición por la Astronomía llegó desde niño, primero que la literatura. Por suerte ese hobbie me sigue acompañando. No lo he abandonado, a pesar de que la creación literaria me ocupa mucho tiempo. La visión técnica de las cosas me ha motivado a investigar y mi ingeniería me ha ayudado mucho.

—¿Cómo construiste tu primer telescopio?

—Lo diseñé gracias a la sugerencia de un amigo. Le creí, aunque la idea parecía rara. Al final, el aparato alcanzó casi dos metros de largo y 20 centímetros de diámetro. La gente se sorprendía al ver cosas tan lindas mediante aquel equipo tan rústico.

—¿El escritor nace o se forma?

—Nace y se forma. Hay que tener un talento innato, pero requiere de oficio. Algunos dicen que implica un 90 por ciento de sacrificio. Yo creo más en el talento congénito, pero es cierto que cerca de un 50 por ciento de los resultados están asociados a la constancia, la búsqueda de experiencias y las lecturas.

—¿Qué lugar otorgas al erotismo en tu poesía, temática tan manoseada por el mercado editorial?

—Más que erotismo, me gusta abordar la sexualidad en sentido general. Eso ha sido un experimento en mi obra porque la poesía es más espontánea y salvaje, a diferencia de la narrativa, que para mí es premeditada. Siempre he cuestionado por qué el sexo más descarnado es tan frecuente en los relatos, mientras en la poesía permanece disfrazado, a veces como tabú y no por un problema estilístico, sino por miedo a llamar las cosas como son, mediante los versos.

—¿Qué vacíos encuentras en tus textos publicados?

—Algunas de mis creaciones iniciales no las he podido superar. Individualmente siempre hay poemas menores. A veces los escritores dicen todo en una misma etapa, y después de desahogarse trabajan más por oficio que por inspiración. Entonces la poesía parece construida artificialmente, sin sentimientos. Uno no puede convertirse en un simple artesano de la poesía y nada más.

—¿Cuál es la misión de la poesía hoy?

—Hoy y en todos los tiempos la poesía debe satisfacer al poeta. Algunos apuestan por cambiar el mundo mediante los versos. No dudo que lo logren, pero me interesa más que el poeta se proponga decir todo lo que quiera y necesite.

—¿Tú crees en el mito de «las vacas sagradas»?

—No, yo estoy convencido de que existen «las vacas y los terneros sagrados». Algunos piensan que soy un «ternero sagrado». Ese fenómeno existe en todo el mundo y más en el exterior, cuando publican a determinados autores por el éxito comercial. En nuestra sociedad el fenómeno está marcado por otros factores. Sin embargo, hay que ser justos con «las vacas sagradas», porque han sabido ganarse ese lugar.

—¿Qué experiencia fue la que más te marcó en el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso?

—El Onelio te permite intercambiar con otros escritores. Resultan muy valiosas las experiencias con los prestigiosos profesores. Me gustaría destacar la visita a la casa del escritor Eduardo Heras León, director del Centro. Él nos atendió con su esposa. Tienen una calidad humana enorme. Nos acogieron en un brindis por el fin de curso.

—¿Cuáles retos asumen los jóvenes escritores espirituanos?

—Como en muchas provincias, asumimos el de abrirnos espacio en el panorama literario nacional e internacional, aunque, desde el interior —como dicen los habaneros— el acceso a las editoras principales es más difícil.

—¿Qué recurso poético de tu obra utilizarías para definir qué es la literatura?

—La literatura es una prostituta que se acuesta en nuestras ganas, pero nunca nos deja poseerla.

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