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Fernando Ortiz y la criminalidad en Cuba

El libro Fernando Ortiz ante el enigma de la criminalidad cubana, de David López Ximeno, se centra en el trabajo criminológico de Ortiz, lo que constituyó la puerta de entrada del sabio a los estudios antropológicos de la huella africana en la cultura de la Mayor de las Antillas

Autor:

Rodolfo Zamora Rielo

Una de las aventuras intelectuales más notables de la historia de la cultura cubana la protagonizó el doctor Fernando Ortiz en sus investigaciones antropológicas sobre el ingrediente africano de nuestra nacionalidad. Cada vez se vuelve más reveladora su evolución científica a lo largo de toda la primera mitad del siglo XX, transitando desde posiciones metodológicas positivistas a nociones dialécticas, garantes de la observación y el análisis objetivo de las fuentes de información. Gracias al libro Fernando Ortiz ante el enigma de la criminalidad cubana, de David López Ximeno, podemos acercarnos a la génesis de muchos de esos monumentos creativos.

Presentado en el tradicional espacio del Sábado del Libro y editado por la Fundación Fernando Ortiz, también a la venta durante la pasada XXI Feria Internacional del Libro y presente en la red de librerías del país, el volumen se centra en el trabajo criminológico de Ortiz, lo que constituyó la puerta de entrada del sabio a los estudios antropológicos de la huella africana en la cultura de la Mayor de las Antillas. El texto subraya cómo ya desde muy joven, en su tierra adoptiva menorquina, el adolescente Ortiz se vio atraído por las costumbres y su influencia social. Incluso escribió un ensayo crítico que le costó la expulsión de su centro de estudios. Años después, cuando ingresó al Instituto Sociológico de Madrid, España, en pos de lograr su doctorado en Derecho, tuvo entre sus maestros a Manuel Salés Ferré, quien priorizaba el elemento sociológico en los asuntos legales.

A instancias de este docente, Ortiz visitó cárceles y tuvo contacto con las teorías criminológicas positivistas de los italianos Cesare Lombroso y Enrico Ferri, quienes tomaban aspectos psicológicos y étnicos para explicar comportamientos criminales. Por aquella época se le solicitó al cubano que comentara el libro La mala vida en Madrid, escrito por Constancio Bernardo de Quirós y José María Aguilaniedo, para que usara esa metodología en generar otro sobre los fenómenos de la delincuencia habanera. López Ximeno, autor de los poemarios Música sacra y Newyorker’s jazz, destaca cómo acudió al sustrato positivista y a la obra del veterano policía habanero José Trujillo Monagas. Allí el joven abogado descubrió la predisposición de la sociedad republicana contra los negros, estigmatizándolos como delincuentes natos y demonizando a la sociedad secreta Abakuá como responsable de horrorosos crímenes.

Ximeno perfila esta etapa orticiana de acercamiento al ñañiguismo y su primer impulso por sostener los prejuicios que promovía el poder. Estas posiciones iniciales fueron superadas con el tiempo y el conocimiento de la historia de despojo, esclavitud y segregación contra los negros. Sin embargo, eso sucedió años después de la publicación, en 1906, de su libro Los negros brujos y de comenzar un proyecto investigativo para estudiar la delincuencia cubana desde varias aristas, en conjunto con Miguel de Carrión y Mario Muñoz Bustamante. Mientras Ortiz estudiaba la supuesta «criminalidad» de los ñáñigos, Bustamante investigaba la mendicidad y Carrión, la prostitución. Aunque este proyecto no se concretó, Ortiz encontró un universo temático inagotable que lo llevó a adentrarse en la herencia africana en la música, la religión, la historia, al tiempo que Carrión se convirtió en uno de los autores más reconocidos de la literatura cubana contemporánea con sus novelas Las honradas (1917) y Las impuras (1919).

El libro de López Ximeno busca en un nuevo Ortiz, un tanto postergado en los acercamientos a su obra. No se debe olvidar que, además de su trabajo africanista, el notable intelectual trabajó por dotar a la república antillana de un sistema de identificación criminal moderno, por lo que se le considera el Padre de la Criminalística Cubana. En 1911, el entonces presidente José Miguel Gómez lo designó para que le rindiera un informe sobre los métodos criminológicos usados en Cuba con vistas a modernizarlos. Este texto, resumido, se convirtió en el primer artículo publicado por Ortiz en la revista Bohemia —La identificación criminológica— y sus resultados favorecieron la creación del Gabinete de Identificación Criminal y la adopción de progresistas métodos identificativos, como la dactiloscopia fotográfica, creada por el cubano Juan Francisco Steegers. En el decreto presidencial 1174 se declara a Ortiz Inspector Técnico del Servicio de Identificación nacional.

Fernando Ortiz ante el enigma de la criminalidad cubana, de David López Ximeno, es un loable intento por ampliar el diapasón temático sobre el desempeño científico polifacético de nuestro tercer descubridor. Conocer los estadios de una labor investigativa tan amplia no solo nos muestra sus resultados, sino las etapas que describió, los aspectos que la auparon, los prejuicios que se superaron y las certezas que convirtieron las aseveraciones de una clase dominante en evidentes embustes, orientados a acallar la impronta cultural africana. De esa savia todo cubano debe sentirse siempre orgulloso. Por eso, este es un libro muy oportuno.

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