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Sencillamente, espectacular

El espectáculo Amigas, la más reciente creación de Lizt Alfonso, hubiera podido permanecer en cartelera otro mes más

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Tan enorme resultó la acogida, tantas fueron las ovaciones cerradas tributadas por un público sinceramente agradecido, que el espectáculo Amigas, la más reciente creación de esa mujer sensible, inteligente, creativa, artista del todo nombrada Lizt Alfonso, hubiera podido permanecer en cartelera otro mes más, incluso en un teatro como el coloso de Miramar, que «asusta» hasta aquellos de mayor convocatoria popular.

Ya para la compañía Lizt Alfonso Dance Cuba, abril de 2012 podrá inscribirse como el mes en que definitivamente el auditorio se rindió a sus pies, gracias a este fabuloso musical, que antes había demostrado su rotunda pegada en Hamburgo, Alemania. Y aunque se sabe que Lizt Alfonso es una eterna inconforme con sus siempre elaboradas propuestas, cuidadas hasta el más mínimo detalle, bien puede todo su equipo darle paso a la alegría, ahora que han transcurrido dos exitosas décadas, desde que naciera este colectivo danzario que llegó para prestigiar las artes escénicas cubanas.

Una vez más, Lizt se presenta con Amigas como directora general, autora de las precisas e imaginativas coreografías y dueña de la idea original, a partir de la cual se concibió el guión en el que la Alfonso comparte créditos con su cercano colaborador Juan Carlos Coello, manager de la compañía. Justamente Coello se encargó también de un diseño de luces que mucho aporta en términos dramatúrgicos a esta superproducción, que nada tiene que envidiarle a las del llamado Primer Mundo.

En diez escenas, originalmente concebidas, se divide la historia de Amigas, que narra el reencuentro de Mercedes, Caridad y Regla, tres divas de la canción cubana quienes vivieron momentos de glorias cuando conformaban un afamado trío vocal. El espectador irá descubriendo paulatinamente, gracias al programa televisivo Música y Estrellas, que tiempo después las convoca, la causa del distanciamiento entre ellas: el amor.

Y claro, si estamos hablando del amor, que abarca tantísimos hermosos y encontrados sentimientos, podemos imaginar que en la bien urdida trama hay triángulos, desgarramiento, perdón, felicidad..., y todo ello expresado con exquisito arte por medio de la danza y una selección de esa música nuestra tan auténtica y rica que nos distingue.

Así, a partir de que con De mis recuerdos —ese clásico de Juan Formell que engrandeciera la eterna Elena Burke—, Mercedes (Niurka Reyes y la bailarina Carmen Rosa López), Caridad (Yaíma Sáez/Claudia Valdivia) y Regla (Sory/Ana López) comienzan a llevarnos por sus andares artísticos y personales, uno presiente que, al final del espectáculo, quedará, definitivamente, con las manos enrojecidas y ardiendo.

Enseguida se percata de que preliminar a que la puesta se materializara en la tablas, los binomios intérprete-bailarina habían conseguido tal complicidad, tal empatía, que al verlas juntas no cabría espacio a la duda de que estamos ante el antes y después de un mismo personaje. No hay siquiera necesidad de buscar una aproximación física entre las protagonistas, porque cuando aparecen en el escenario son una sola. Y luego, defienden sus respectivos roles con tanta veracidad, entrega, con tanto ángel, que establecen una comunicación inmediata con un público al cual hacen suyo.

Particularmente, de Sory se agradece esa voz supercálida, dulce, que abraza; de Niurka Reyes, su potente garganta y su fuerte temperamento; mientras que Yaíma Sáez se transforma en el gran acontecimiento del espectáculo. ¿De dónde Lizt habrá sacado a esta diosa de la canción, a esta mujer que canta como los elegidos, con fuerza, lirismo y afinación descomunales? Uno llega a creer que a la Sáez le asisten poderes sobrenaturales, cuando hace honores a Pablo Milanés en Ámame como soy; a Amaury Pérez en Vuela pena (uno de los momentos más extraordinarios de la puesta, que concluye con un dúo junto a la Reyes) y, sobre todo, a Piloto y Vera en Perdóname, conciencia.

Igual de formidables se presentan Carmen Rosa, Claudia y Ana (hay que destacar los desempeños de los bailarines invitados Vadim Larramendi, como el cantante, y de Oddebí García como El percusionista). Las tres impresionan por el modo como se adueñan de la danza toda, explotando al máximo sus potentes técnicas, entregándoles al baile la gracia absoluta de sus cuerpos y sus brazos, como si no les bastara con la belleza que las acompaña. Y como ellas, el resto de una compañía que evidencia una admirable homogeneidad de movimientos, como si se tratara de una sola que se multiplicara frente a un lustrado espejo.

Después del sonado estreno de Vidas, llegué a pensar que difícil la tendría Lizt para conseguir una producción como aquella, pero está visto que talento le sobra para superarse a sí misma. Tampoco le faltan colaboradores de primera que contribuyan a redondear su idea: desde ese creador de talla extra que es Erick Grass, con sus asombrosos diseños de escenografía y vestuario (en ambos rubros laboró junto a Lizt, mientras que Oscar de la Postilla se les sumó en el último) y Armando G. Sin, en el sonido; hasta Efraín Chibás, quien no solo brilla en el acompañamiento a las solistas con el piano, sino que descuella como director musical.

De hecho, la música que se interpreta en vivo, con un grupo que suena cual gigantesca orquesta, constituye otro de los puntales de Amigas. Por ello, Efraín Chibás se agencia buena parte de las palmas con sus arreglos a temas inmortales como Quizás, quizás..., Bésame mucho, Contigo en la distancia y Amigas, así como por regalarnos un maravilloso paseo por nuestros contagiosos ritmos: chachachá, mambo, rumba, guaguancó, mozambique..., coreografiados con gusto por Lizt (con la asistencia de Diana Fernández y Yadira Hernández) y que solistas y cuerpo de baile defienden con contagiosa cubanía y con el mismo realce y virtuosismo con los que asumen las danzas de raíces españolas.

No obstante, son aquellas escenas donde la directora general y sus músicos lo conciben todo, en las cuales el lucimiento es ilimitado. Ese es el caso de Piyamada, Espiritualidad, Blackout y El mar, con las cuales el público queda como alelado ante tanta imaginación, plasticidad y belleza.

Me uno, entonces, a la ovación cerrada que durante el mes le estuvo tributando al auditorio a Amigas, un sentido homenaje a nuestra portentosa cultura y la vuelta sencillamente espectacular a ese musical que tanto complace al cubano, asumido desde el profesionalismo total, sin concesiones de ningún tipo, a golpe de entrega y puro arte.

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