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Los diferentes caminos de la dramaturgia femenina

La séptima edición la Bienal Internacional de Dramaturgia Femenina se desarrolla hasta el día 15 en diversos espacios de la capital

Autor:

Lourdes M. Benítez Cereijo

Visibilizar. Empoderar. Posicionar. Esos son los tres pilares que sustentan la labor que desarrolla la Bienal Internacional de Dramaturgia Femenina, cuya séptima edición (la tercera en Cuba) se desarrolla hasta el día 15, en diversos espacios de la capital.

La iniciativa, nacida en Barcelona, España, en 1999, tiene como propósito incentivar la creación de las dramaturgas e impulsar la Red internacional de mujeres del ámbito teatral, que facilite la circulación, el conocimiento de los textos y el intercambio profesional. De la bienal forma parte el premio La Escritura de las diferencias.

Alina Narciso, directora artística y general del certamen, dijo a JR que «este es un evento pensado para sacar a las creadoras y sus creaciones a planos visibles, porque sucede que muchas veces consiguen estrenar la primera obra, puede que también la segunda; pero luego el trabajo se hace más difícil, incluso se estanca».

Aparecen no pocas discrepancias y criterios diversos en cuanto al hecho de si existe o no una dramaturgia femenina. Para muchos solo hay una dramaturgia, sin apellidos. Ante la interrogante de si se hace necesario marcar la diferencia, Alina señaló que si bien mucha gente dirige la atención a los prejuicios como causa fundamental, la realidad es que lidiamos con esquemas de pensamiento.

«El patrón cultural dominante tiene como referente al hombre blanco occidental. Entonces el salto de las féminas “a la luz” se vuelve una travesía complicada, porque está excluida de esos estándares. Por eso creo que no es casualidad que luego de cuatro ediciones en Italia, hayamos decidido radicarnos en Cuba», argumentó Narciso.

«Una vez aquí, encaramos mejor que la diferencia de género es parte de la diferencia cultural. Asimismo, el creciente número de participantes nos llevó a un cambio en el enfoque y optamos por no centrarnos únicamente en la dramaturgia, e incluir también la dirección».

En términos de avances y logros, la dramaturga italiana subrayó el interés que ha ganado el evento en la región de Latinoamérica, la existencia de una página web donde todas las artistas que han participado o han sido ganadoras tienen una pequeña ficha biográfica (que incluye sus contactos, con el objetivo de dar a conocer su labor), y el foro que dura toda la semana y se realiza como parte del programa de la bienal.

En esta séptima edición fueron seleccionadas como finalistas del premio La Escritura de las diferencias —entre las obras vencedoras por cada país— las piezas Ninpha (O estudio entrecortado sobre lo que sueñan las cigarras), de Jennifer Rebecca Quintanilla Valiente (El Salvador); El perro de Artola, de Raquel Silvia Albéniz (Argentina), y El árbol de los gatos, de Elaine Vilar Madruga (Cuba).

La primera de esas propuestas (Complejo Cultural Raquel Revuelta, del 13 al 15, a las 8:30 p.m.) nos muestra los conflictos y el distanciamiento de una pareja, al tiempo que presenta las problemáticas de la situación política y social que la rodea. La segunda describe la tragedia de una familia sometida por la crudeza de un sistema patriarcal; mientras que la obra ganadora por nuestro país (sala Llauradó, hasta el viernes, a las 8:30 p.m.) hace coincidir a La Avellaneda y al personaje protagónico, una joven cubana de estos tiempos, para, según ha expresado la autora, pensar «el arte como refugio último del hombre».

El programa de la bienal incluye, además de esos estrenos, la presentación de otras piezas igualmente galardonadas en sus respectivos países, las sesiones teóricas que acoge todas las mañanas el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, lecturas dramatizadas y conciertos.

Para Alina Narciso son innegables las alianzas de un movimiento colectivo que se gesta al interior del certamen. Ha demostrado su pertinencia porque abre nuevos caminos. «Cada acción concebida brinda la posibilidad de pensar juntas en nuevas maneras de asumir y hacer teatro; de explorar libremente y presentar las creaciones en un marco que, en cierta medida, protege y defiende esas producciones. Luego, cada dramaturga regresa a su quehacer con la satisfacción y seguridad de sentirse más fuerte».

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