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Física y Química

Los «Cuquis». Así les empezaron a llamar en Bailando en Cuba a Ángela Mailyn y a Duvel Esteban, los integrantes de la pareja 12 que conquistara el Premio de la Popularidad y que ahora dialogan con JR

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Con salsa rompieron la timidez del encuentro inicial. Hasta ese instante, Ángela Mailyn Rodríguez Medina y Duvel Esteban Alayeto Vizcaíno tenían sus cabezas hechas «agua», porque no se atrevían ni siquiera a imaginar quién podría ser la persona que se transformaría en su «sombra» en los meses siguientes. Pero no existe nada que no logre resolver la danza para estos muchachos que de pronto empezaron a ser los «Cuquis» de Bailando en Cuba, los mismos que acaban de convertirse en la pareja más popular de la primera edición del estelar de la Televisión Cubana.

«En cuanto escuchamos la música se espantó toda la incertidumbre que tenía. Natural que estuviera algo preocupado, porque el programa te asignaba la pareja, a lo cual se unía que no estaba enterado de que la competencia no se iba a desarrollar de manera individual», reconoce Duvel Esteban ante Juventud Rebelde.

Sucedió que tanto él como Ángela, quien llegó a los 20 justo el mismo día que entraron en el hostal y se lo presentaron, supieron por boca de sus padres de la convocatoria que había abierto el espacio que por diez domingos estuvo ocupando las noches de Cubavisión.

«Me enteré por mi mamá, que trabaja en una bodega y no apaga la radio ni un instante. “Oye, hay un programa, Bailando en Cuba, y está solicitando bailarines. Deberías presentarte”. me embulló. Acudí a las audiciones para ver qué ocurría, pero pasaron semanas y como no me llamaban pensé que no había quedado. Pero incluso entonces pensaba que el concurso se iba a establecer entre aficionados o entre profesionales, nunca que sería una mezcla», admite esta muchacha, quien desde los cuatro años comenzó a darle forma a su mayor vocación.

«A mí me lo hicieron saber mis padres, porque no había escuchado la promoción», cuenta Duvel. «Cuando me preguntaron por qué no me presentaba, lo dudé: “¿Ustedes creen que entre tanta gente buena yo consiga clasificar?”, pero la verdad es que no perdía nada con intentarlo.

«Tengo que decir que me invadía cierto temor, sobre todo cuando me informaron que mi pareja es una profesional, pero cuando vi a Ángela me dio la sensación de que la conocía de siempre. Fue impresionante. Era lógico que no me faltaran preocupaciones, pues me estaba exponiendo a muchas cosas. ¿Nos entenderemos? ¿Habrá buena comunicación? ¿Y su carácter? ¿Tendremos los mismos gustos?, me preguntaba, pero desde el inició funcionó de maravillas».

«Sí, la química fue inmediata», apunta Ángela. «Por suerte todo salió muy bien. Desde el principio en que intentamos bailar juntos una frase. A partir de entonces comenzó a crecer la confianza».

«Especialmente en mí —se apura en aclarar Duvel— que soy el aficionado y apenas poseo conocimientos danzarios, a diferencia de mi pareja, que está “escapá”, como se dice por la calle: ella ya es graduada de la ENA y muy pronto obtendrá su título de licenciada en el ISA, por lo cual no solo domina la danza a nivel técnico, sino que la siente a nivel emocional, y lo mejor es que eso lo transmite, nos llega, lo cual dice mucho de sus dones como artista».

El mismo vecino de la Bodeguita del Medio, en el Centro Histórico de la Habana Vieja, se asombra de lo mucho que pudo avanzar gracias al impulso de Bailando en Cuba. «Mi vida siempre ha sido la música. Si bien desde temprana edad me gustó bailar por la influencia de mi familia, en la que todos son excelentes bailadores y disfrutan al máximo nuestros bailes populares, lo que yo deseaba era tocar un instrumento, por ese motivo estudié durante dos años percusión y también piano complementario. En la danza soy empírico por completo, aunque ahora por el empeño de Ángela y por el programa he aprendido muchísimo. No sé si es demasiado pretencioso de mi parte, pero me atrevo a decir que cuento con cierto nivel».

La joven de la 12, sin embargo, se introdujo en este universo, que le fascina, por recomendación de una amiga de su mamá, que al parecer empezó a notar que la niña se estaba tornando un poco agresiva y le aconsejó que la vincularan al ballet. «Así se abrió este mundo mágico. Empecé con cuatro años en los talleres vocacionales del Gran Teatro de La Habana, como los que ahora se desarrollan en Prado, en la Escuela Nacional de Ballet. Después matriculé en la Paulita Concepción, donde en la actualidad solo se estudia música, pero entonces también incluía danza y ballet. Tras vencer satisfactoriamente el pase de nivel, entré a la ENA».

Y esa ha sido una de las etapas que Ángela más ha disfrutado en su corta existencia. «Me fascina superarme, aprender constantemente, crecer como artista y como ser humano», enfatiza, por ese motivo no dejó pasar ni un solo curso o taller que pudiera aportarle, enseñarle nuevas maneras, otras miradas del arte danzario. Por eso se convirtió en una esponja dispuesta a absorberlo todo en los salones de la compañía de Narciso Medina, de Danza Contemporánea de Cuba (DCC), del Conjunto Folclórico Nacional...

Para Ángela resultó asimismo muy valioso realizar sus prácticas preprofesionales con la compañía Banrará y con DCC, aunque en esta última fuera por un corto lapso de tiempo, «pero igual representó una experiencia muy enriquecedora. Con Banrará se me presentó incluso la posibilidad de emprender giras internacionales y, aunque tengo muchos deseos de descubrir otras culturas, otros países, decidí continuar mi formación en el Instituto Superior de Arte. Creo que una artista debe saber qué quiere. Yo decidí estudiar, porque ese aprendizaje me ayudará luego a materializar mis metas. Ahora mismo curso el tercer año del ISA y ya estoy a punto de graduarme, como aquel que dice».

No es extraño entonces que Ángela se hallara como pez en el agua en medio de las intensas jornadas de Bailando en Cuba, con esos desafíos creativos que representaba enfrentarse a las maneras diferentes de asumir las coreografías de cada uno de los maestros que se propusieron hacerlos lucir en la escena del teatro Astral.

Para Duvel fue un reto mayor, «porque estuvimos entre las parejas que trabajamos con Robermi, Rafael Spínola, Claudia Valdivia y Oddebí García... Todos crearon para nosotros obras muy dinámicas, frescas, con llamativas cargadas...

«¡Las cargadas! Te hablo de ellas y ni yo mismo me lo creo. ¿Cómo las arreglé? Sinceramente no sé. Me dejé llevar por el entusiasmo, por la intención, y por la confianza que fui adquiriendo con mi pareja de baile», confiesa todavía con auténtico asombro Alayeto Vizcaíno, casi tan idéntico como el que lo invadió cuando se hizo público el voto popular.

«Sabíamos que nos habíamos ganado el afecto del público. Pero es una competencia y en este tipo de evento nunca se sabe lo que ocurrirá hasta el último momento, aunque jamás se pierde la esperanza. Es más: en el fondo permanecía como una lucecita, a pesar de que a esa altura del programa era poco probable», reconoce Ángela.

«Por eso la noticia fue tan impactante. Y la gente me preguntaba por qué saltaba de ese modo. Es que estaba eufórico, tenía la alegría en el punto máximo. Eso no se planifica, sino que te agarra de sorpresa. ¿Te imaginas? ¡La pareja más querida por el pueblo! ¿Cómo no emocionarse? Significa que hay muchas personas a las que les llegó nuestro trabajo, y eso es lo máximo. Ese es el premio mayor», señala Duvel.

Y a pesar de que no escaseó la alegría durante el tiempo que duró Bailando en Cuba, también hubo momentos difíciles, como «perder» a los amigos que participaron en la competencia a medida que iban transcurriendo las ediciones... Claro, estamos conscientes de que se trata de un concurso y alguien tiene que ganar y otros perder. Sin embargo, más allá del programa uno se va tomando mucho cariño, por la convivencia, porque juntos compartimos sueños, alegrías... La verdad es que en muy poco tiempo las 16 parejas creamos lazos de amistad muy fuertes. A Bailando en Cuba le agradecemos lo mucho que hemos crecido desde el punto de vista profesional, pero también humano», enfatiza esta chica del Cerro, a quien decido provocar:

«Algunos dicen que ha surgido el amor entre ustedes», le dejo caer. «¿¡Qué!? No, no, solo somos una pareja de baile... (sonríe). Bueno, vamos a ver, vamos a ver...», dice, pero Duvel no pierde la oportunidad del «disparo»:

«Estoy en eso, estoy en eso...», afirma con picardía mientras guiña un ojo. «Todos piensan lo mismo. Nos llevamos muy bien. Nuestras familias se conocen, nos pasamos el día juntos, pero todo ha sido a partir de Bailando en Cuba...».

—¿Y cómo ven sus futuros?

—AM: Me encantaría que después de graduada del ISA los directores de las compañías pensaran que tenerme en ellas podría ser una ganancia mutua. Sueño con que mi visión del universo se ensanche aún más y que pudiera recorrer parte del mundo con mi arte...

«Por supuesto, que me veo formando una familia linda y unida, y con mi mamá a mi lado por mucho, mucho tiempo».

—DE: Sé que a partir de Bailando en Cuba todo será diferente. Esta experiencia me ha cambiado, me ha hecho mejor, me ha enseñado que se puede luchar por los sueños, y lo mejor: que es posible alcanzarlos. Quiero retomar la música, estudiarla más, pero para interpretarla de un modo distinto, fusionándola con el baile, de forma que casi se pueda «palpar». Ah, y yo estaré ahí en su familia. Lo estoy luchando...

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