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Defensora de la cultura cubana

La espirituana Saylí Alba Álvarez mereció el Premio Nacional de Investigación Cultural 2019, que otorga el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

SANCTI SPÍRITUS.— «La cultura cubana es la única capaz de salvar a nuestra nación de cualquier peligro que le lastime», dice con total seguridad Saylí Alba Álvarez, una hija de esta tierra amante de todas nuestras tradiciones, quien con especial cariño se aferra a las arropadas con los acordes melódicos de raíces ancladas en nuestros campos.

«En todas mis clases está presente ese amor, porque una vez escuché y comprendí que para ayudar a la cultura cubana cada quien tiene que salvar lo suyo, trabajar en ello, desde la labor que hace. Si yo estoy frente a un aula e investigo, qué mejores espacios para responder a ese llamado que enseñándoles a mis alumnos y a quienes me leen los resultados de mis estudios», insiste esta profesora de Historia de la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez, quien hace muy pocos días se llenó de total orgullo al ser reconocida otra vez con un lauro que confirma que sus análisis sobre los orígenes de las tradiciones musicales más longevas de la Isla andan con pasos seguros.

Una llamada telefónica le viró la jornada al revés: Con el sabor de mi punto, su más reciente pesquisa, se avala con el Premio Nacional de Investigación Cultural 2019, que otorga el Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello.

Dividido en cuatro partes, el texto testimonial devela información detallada mediante la búsqueda bibliográfica, entrevistas y fotos de las particularidades de la música campesina en Sancti Spíritus.

«El primer momento es un estudio conceptual-metodológico sobre el punto cubano, el espirituano y a su vez el esquinero, como variante del nacido en esta tierra», dijo.

Igualmente se podrá leer sobre las acciones que se hacen en el país para que esa práctica cultural perdure: eventos, concursos, encuentros de investigación, incluso hasta el programa de desarrollo del punto cubano que sostiene el Centro Iberoamericano de la décima y el verso oral improvisado.

«La segunda parte se dedica a la parranda espirituana, un trabajo más conceptual porque indaga en la búsqueda bibliográfica que nos dice qué se ha escrito y qué falta aún por investigar en los estudios de la música cubana», acotó quien nos entrega Con el sabor de mi punto, sustentado en un trabajo de campo que realizara durante 12 años.

«Ya en el tercer momento hablo de Arroyo Blanco y la tradición de ser parrandero y cómo aún sigue vivo lo creado por la familia Sánchez Valdivia. Por último, concluyo con la parte dedicada a los poetas improvisadores con crónicas a Luis Martín, Raúl Herrera, Gabino Rodríguez, Alfonso González Lemus, Marcial Benítez, Abel Amador, Virgilio Soto…», añade.

En un período de dos años la investigación verá la luz en formato de libro, tal y como refiere el reconocido premio.

—¿Por qué apostar por ese premio?

—Hace un tiempo cayeron en mis manos unos libros de investigación que tenían en sus carátulas que habían sido publicados por ser Premio Nacional de Investigación Juan Marinello. Me comuniqué con el centro y pedí la convocatoria. Estuve casi tres meses organizando el trabajo pues no pedían límites de cuartillas. Tenía demasiada información, pero logré darle forma.

—¿Qué importancia le concedes a los estudios que escudriñan en nuestro pasado?

—Son nuestro aporte para que las prácticas culturales y comunitarias perduren en tiempos en que la globalización neoliberal intenta borrar todo lo que nos identifica culturalmente. Su tendencia es eliminar lo autóctono para que el mundo sea homogéneo y no exista nada que defender. Luchar porque eso no ocurra tiene que encontrar frente en la ciencia y en las publicaciones para que cada vez sean más personas las que las conozcan.

—Los saberes que están en tus libros, llegan a tus clases. ¿Cómo son recibidos?

—Los estudiantes transitan de la primaria a la secundaria, luego al preuniversitario y, más tarde, a la universidad, desconociendo las tradiciones que nos identifican. Para ellos, por ejemplo, es totalmente novedoso cuando les hablo de Fernando Ortiz o la marquesa de Jústiz de Santa Ana, autora de la Dolorosa y métrica expresión por el sitio y entrega de La Habana dirigida a Nuestro Católico Monarca Carlos III. Y esos vacíos no son culpa de nadie en específico, sino que nos corresponde a todos que ellos sepan por qué la cultura cubana y la de su terruño más cercano, Sancti Spíritus, es tan rica y plural. Estamos corriendo un riesgo letal, pues nadie defiende lo que no conoce.

«Nuestro país tiene una política cultural que resguarda nuestras tradiciones, pero hay un eslabón en la cadena estructurada que, lamentablemente, se rompe. Hacer un trabajo de promoción, en ocasiones, cuesta tanto, por la cantidad de obstáculos que se encuentran, resultado, precisamente, de ese propio desconocimiento. Pero, como muchas personas, yo sigo en este andar entre investigaciones y la formación de nuestro futuro porque me sostiene que es mi forma de defender a Cuba».

Cada una de sus palabras transpiran una fiel pasión para con ese pasado-presente, tal y como también se puede hojear en sus libros El gallo que es fino y canta y Claves y rumbas en Sancti Spíritus.

 

 

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