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Alicia, la FEU y las rosas rojas

En este 64 aniversario del Acto de Desagravio, representantes del estudiantado y bailarines depositaron rosas rojas en la escultura de Alicia Alonso que se levanta en el Gran Teatro de La Habana que lleva su nombre

Autor:

Miguel Cabrera García

Fue la noche del sábado 15 de septiembre de 1956. En el estadio de la Universidad de La  Habana, la FEU había organizado un multitudinario homenaje de desagravio a Alicia Alonso,  por no doblegarse a las presiones de la tiranía batistiana, que pretendía convertir al Ballet de Cuba en un agente propagandístico del sanguinario régimen. Al retirarle la escasa subvención  que la organización había arrancado al gobierno de Prío Socarrás en 1950, habían condenado a muerte al Ballet de Cuba, pero la FEU de Mella,  José Antonio y Fructuoso entró a la batalla con la misma convicción de sus combates callejeros. Más de 15 000 espectadores, pueblo humilde y sensible,  respaldó el combate y ella bailó llorando La muerte del cisne. Fructuoso apareció en el escenario, desafiando a los esbirros, y la estudiante de Pedagogía Elvira Díaz Vallina le entregó el simbólico ramo de rosas rojas. Ella creyó en el futuro y lo repartió entre las bailarinas más prometedoras y confió en los tiempos nuevos para el ballet cubano, que trajo el 1 de enero.

La compañía se reorganizó ese mismo 1959 y el 20 de mayo del siguiente año Fidel firmó la Ley 812, que garantizó este presente que vive el ballet cubano y su escuela mundialmente reconocida y valorada.

El  pasado año acompañé, como he hecho casi durante medio siglo, al Presidente de la FEU al rito anual de las rosas rojas. La visitamos en su casa, donde luchaba porque su mente no se borrara. Tomó el ramo en sus brazos, sacó una rosa y la pasó por sus mejillas, y un brillo especial apareció en su rostro. No sabíamos que eran las rosas del adiós. El 17 de octubre, un mes y dos días después, emprendía el viaje, para seguir acompañándonos, desde la realidad y el mito.

En este 64 aniversario del Acto de Desagravio, representantes del estudiantado y bailarines pusimos el ramo en la escultura que se levanta en el Gran Teatro de La Habana que lleva su nombre. El matrimonio feliz sigue vivo más allá de la muerte física.

 

(Tomado del perfil de Facebook del autor)

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