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Aquí no se poncha nadie

El carismático pelotero Carlos Tabares fue uno de los primeros en recibir los bates personalizados Cubacan, un proyecto del Héroe antiterrorista Gerardo Hernández y del canadiense Bill Ryan

Autor:

Norland Rosendo

A veces cierra los ojos y ve el bate en una esquina de la celda de su amigo Gerardo. Es azul y de talla extra. Y tiene una I grande, muy grande, tan grande como sus deseos de empuñarlo y de hacer un swing que impacte la reja, que rompa el candado de la injusticia.

Carlos Tabares, el center field de los Industriales, hace un gesto como si estuviera en home. Aprieta el madero imaginario y no deja pasar nada que esté cerca de la zona de strike. Le tira duro a cada lanzamiento, porque en este partido por la justicia no se puede dar el lujo de que lo ponchen.

«De eso nada. Hasta que Gerardo y sus hermanos Ramón Labañino y Antonio Guerrero no estén aquí, en la novena del equipo Cuba no habrá descanso», afirma el estelar jardinero.

Desde la Serie Nacional 50, a los equipos campeones les entregan un bate trofeo, enviado por el jonronero de la dignidad Gerardo Hernández Nordelo. Ya Pinar del Río tiene dos, y Villa Clara y Ciego de Ávila tienen uno cada uno. Industriales, como el resto de los elencos cubanos, quiere el suyo.

«Y cómo gozaría Gerardo, que es más león que los Leones, con un rugido azul en la pelota cubana», asegura Tabares. En el campeonato pasado los azules estuvieron cerca de la final, pero los mareó el humo de tabaco. Hace dos años los Tigres les arrebataron el trono de reyes de la selva».

—¿Será el campeonato que viene?

Tabares no lo piensa dos veces para batear fuerte mi provocación. «Seguro, y si no, el otro. Ese batazo se lo vamos a regalar pronto a Gerardo. Antes de que me retire».

—¿Y cuándo te vas del béisbol en activo? Eso es noticia.

—En la Serie 56. Ya lo tengo decidido. Me retiro en la temporada 56 con el número 56 en el uniforme. Es una curiosidad. Nadie lo ha hecho antes. Te doy la primicia. Y no quiero irme sin un bate trofeo de Gerardo, porque de los otros, de los que envía frecuentemente para que bateemos en los juegos, tengo muchos.

—Dicen que son buenos bates…

—Sí, excelentes. Son de arce, una madera muy resistente. Al principio no tenían el formato típico para el béisbol, pero poco a poco, con nuestras sugerencias, Bill Ryan, el canadiense que los fabrica a solicitud de Gerardo, los fue perfeccionando.

—Tú fuiste de los primeros en recibirlos.

—El 30 de enero de 2013, estuve en el selecto grupo al que le entregaron los primeros bates personalizados, o sea, con los nombres de los peloteros. Recuerdo que Pedro Medina me lo dio en nombre de Gerardo. Lo cogí, fui a la jaula de bateo y empecé a hacer contacto con la pelota. Le dije a Medina: «La madera es buena, para partirse va a costar trabajo». Los utilicé en la Serie pasada completa y se rajó solo uno.

—¿Mejores que los que fabrica la industria deportiva cubana?

—Es que la industria no puede hacer bates personalizados para todos los atletas. Te imaginas cuántos somos en una Serie Nacional.

«No es cuestión de elogiarlos por elogiarlos, o porque los envíe Gerardo. No, no es nada de eso. De veras que son buenos, fuertes.

«Yo siempre voy al cajón de bateo con uno de ellos y he dado muy buenas líneas. Son como un talismán. Y cada batazo se lo dedico a Gerardo. Es como si le dijera: “Este es tuyo, mi hermano”.

—¿Y te ha enviado muchos?

—De los personalizados tengo seis o siete; de los otros, sí tengo más. También les he dado a mis compañeros de Industriales. Tratamos de hacerlo públicamente en la formación del equipo. Quiero que todos los muchachos los tengan. Hasta a los que están en la reserva les entrego un bate y les digo que es un obsequio de Gerardo. Es un estímulo para los atletas, que quieren destacarse para recibir algún día uno también con su nombre.

Los Industriales están esperando a Gerardo para jugar un partido de pelota con él.

—¿Qué dimensiones tienen los que empleas?

—Yo bateo con los de 32 onzas y, cuando avanza la Serie y estoy algo agotado, utilizo uno de menos peso y así voy variando. Uno no debe usar siempre el mismo bate.

—¿Y todos los personalizados vienen con las medidas deseadas por los peloteros?

—Claro, yo le hice una lista a Adriana, la esposa de Gerardo, para que se la hiciera llegar a Bill, con las dimensiones y el peso de los bates de cada uno. Y así vienen.

—No es lo mismo uno para un slugger que para un chocador de bolas…

—Los bateadores de largo alcance prefieren los bates con la empuñadura más fina, y los de tacto escogen los que la tengan más gruesa, para asegurar el contacto con la bola. Así vienen los personalizados, según sea el atleta.

«Lo otro es la masa del madero, la parte con la que se choca la pelota. Muchos buscan el bate de mayor botella, como decimos nosotros, para tener mayor zona de contacto».

Y estos son compactos, parejos, desde la empuñadura hasta la botella, cortan el aire más rápido, eso ya está probado. Por eso he llevado varios a la industria deportiva para que los tomen como modelos, como referentes. Además, los he comparado con algunos importados, y no tienen mucha diferencia en cuanto a calidad».

—¿Qué hacen con los que se parten?

—Mucha gente está detrás de nosotros para que se los regalemos cuando no sirven para batear. El cineasta Ian Padrón tiene algunos. Otros están en paladares, los dueños nos los piden para colocarlos junto con spikes, guantillas, pelotas y otros objetos deportivos con los que diseñan sus locales. Es una forma de socializar la causa por la excarcelación de Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero.

—Pero tu amistad con Gerardo viene de antes de la iniciativa de los bates, ¿verdad?

—Gerardo es como un ángel para mí, cada batazo que doy, cada pelota que cojo, cada carrera que anoto, son un regalo que le hago; imagino hasta cómo debe disfrutar los éxitos de Industriales.

«Antes de que surgiera la idea de los bates, me mandaba los fines de año postales con fotos de él y dedicatorias. Es un gesto que dice mucho de su sensibilidad, de su pasión por el deporte y, en especial, por la pelota. Que entre tantas personas a las que escribirles y dedicarles tarjetas, me tuviera en cuenta, es un privilegio.

«Y esta iniciativa de los bates Cubacan, de enamorar a Bill para que los fabricara, un canadiense que jamás había hecho uno y ya ves como ha aprendido, confirma la grandeza de Gerardo.

«Más que un compromiso, es un orgullo empuñar uno de estos bates que tienen tallado el nombre de un Héroe y un anillo que semeja una cerca de alambre para recordarnos que aún está preso, y que darle a la pelota por ahí es como batear a la injusticia, golpearla duro».

—Volvamos al principio, dices que te quedan dos años como atleta…

—Te voy a hacer la historia completa. Es un homenaje a mí mismo. En los juveniles estaba en una preselección y fui eliminado después de haberlo hecho bastante bien. Recuerdo que me regalaron una camisa del equipo Cuba con el número 56. Llegué a la casa y le dije a mi difunto padre: «Papi, no voy a jugar más».

«Me pasé una semana muy triste, pero en ese lapso cambié de idea, y le dije entonces a mi papá: “Mira, no voy a irme de la pelota, al contrario, vamos a hacer grande este número”. Y ese ha sido mi empeño como atleta: hacer grande el 56.

«Como tributo a esa decisión, voy a retirarme en la serie 56, con 42 años. Y no quiero irme sin un bate trofeo de Gerardo.

«Te digo más, yo creo que ya él lo mandó a hacer y tengo la corazonada de que no va a tener que enviarlo, él mismo nos lo va a entregar.

«Si René González estuvo en la coronación de los Leopardos de Villa Clara, su equipo favorito, yo sueño con que suceda lo mismo con Gerardo y los Leones de la capital. Esa sería la mejor ceremonia de despedida que me pueda regalar la vida».

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