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Otro tajo mortal

En Taichung, el equipo cubano vivió de agonía en agonía, y aunque algunas encontraron alivio en el desliz del rival, para otras no hubo cura posible

Autor:

Juventud Rebelde

Un informe de autopsia para el equipo cubano de béisbol que se quedó sin aterrizar en Tokio no aportaría nada concluyente. Se pudiera decir que, en este Premier 12, murió porque el staff de abridores no aportó el oxígeno necesario para respirar por más de un tercio de juego. Pero esa no sería, por sí sola, la causa de defunción si el corazón del line up hubiese bombeado la sangre con suficiencia, o si dos o tres jugadores lograban contener el endemoniado ritmo de sus pulsaciones, algo que les hizo correr hacia verdaderos suicidios. Si además de eso falla la dosificación médica, el colapso se convierte  en cuestión de tiempo. Como sucedió.

Lo anterior es más o menos una forma figurada de resumir los males de un béisbol enfermo, que muestra su cara más demacrada cada vez que debe asomarla fuera de casa. Puestos a elegir, diría que se trató de un fallo sistémico de múltiples causas, todas desde hace rato conocidas.

En Taichung, el equipo vivió de agonía en agonía, y aunque algunas encontraron alivio en el desliz del rival, para otras no hubo cura posible, sobre todo cuando la anarquía se adueñó del terreno y la sala de mandos, dejándonos a su paso una factura impagable.

El duelo contra Corea del Sur terminó justificando el repelús que desde hace algún tiempo nos genera el béisbol asiático, y que comenzó ahora a sacudirnos con la derrota ante Taipéi de China. Puesto en perspectiva, aquel desenlace obligó luego a quemar balas para la supervivencia, y la realidad demostró que Frank Montieth no tenía los recursos necesarios para la apertura de un duelo crucial ante uno de los grandes del campeonato, y que acudir otra vez al voluntarioso Liván Moinello para contener la hemorragia era una apuesta de escasas probabilidades de éxito.

Mas sería reduccionista achacar el naufragio a ese par de desafíos, cuando todos debemos estar claros de que existe un mal de fondo. Somos —y seremos, si no cambian algunas cosas— inferiores sobre el diamante, y punto. Nuestros peloteros fueron el fiel reflejo del descendente nivel de juego que, por causas reconocidas, marca el béisbol que se juega en casa, fuente casi única a la hora de conformar las selecciones nacionales.

Ya resulta sintomático que la artillería cubana, temida no hace mucho, se ausente en los momentos más urgentes; o que, paradójicamente, sean dos debutantes como Stayler Hernández o Yunieski Gurriel, quienes firmen las mejores prestaciones ofensivas. Asombra, cuando menos, la menguada cifra de solo dos cuadrangulares, la de apenas 20 carreras en todo el trayecto, y que hombres como Yulieski Gurriel o Alfredo Despaigne, sin dudas los pesos pesados de la alineación, se despidan del torneo con números tan famélicos. Decepciona, porque sabe a manigua, ver esas estampidas por cuenta propia y con más testosterona que lógica, el cortocircuito en el sistema de señas, o los tantos balks cometidos. Esa es, por dolorosa que parezca, la más cruda realidad.

Conformarnos con anclar en la justa mitad de la tabla, consolarse repitiendo que la cosa no daba para más parece la tendencia. Llevamos ya bastante tiempo lamiéndonos las heridas y como van las cosas tal parece que solo nos encaja el papel de teloneros.

Era el grupo de la muerte

Por casualidad o méritos, la historia terminó dándoles la razón a quienes respiramos con alivio cuando quedamos fuera del grupo B del torneo, de donde salieron los cuatro semifinalistas que aterrizarán en Narita.

Hay que reconocer que fue toda una sorpresa que el elenco de México, armado a la carrera para cumplir el compromiso contraído, dejara sin opciones a la hasta entonces invicta Canadá, con un cerrado pulso que terminó 4-3.

Por lo demás, Estados Unidos sometió en su cruce a Holanda con pizarra de 6-1 y el favorito elenco japonés dejó sin opciones a Puerto Rico con su triunfo por 9-3.

Los equipos asiáticos protagonizarán la primera semifinal el jueves 19, y un día después el pulso entre norteños y aztecas definirá el otro aspirante al trono.

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