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Primero los abrazos, después los millones

¿Qué costo tiene aplazar los Juegos Olímpicos? El impacto más allá de las finanzas

Autor:

Norland Rosendo

Desde que comenzó a manejarse la posibilidad de aplazar los Juegos Olímpicos, muchos en Cuba pensamos lo mismo: ¿podrá Mijaín López aguantar un año más en forma para ganar su cuarta corona y convertirse en el gladiador con más títulos en la historia de las citas bajo los cinco aros?

El propio Mijaín, quien cumplirá 38 años en agosto, despejó parte de la duda poco después que se hizo oficial la postergación de los Juegos para 2021: «Iba a retirarme luego de Tokio 2020, pero seguiré entrenándome para buscar mi cuarta medalla de oro», al tiempo que elogió la decisión del COI y el Comité Organizador de cambiar la fecha ante la crisis mundial generada por la pandemia de la COVID-19.

El más grande luchador cubano de la historia no es el único atleta que se ha visto en la misma disyuntiva de seguir en activo o renunciar a la olimpiada, y ese fue uno de los argumentos ─no el más importante, claro,─ esgrimidos por los jerarcas del COI para aguantar hasta el último momento la decisión que tiene ahora a unos cuantos economistas sacando cuentas para ver cómo minimizan el impacto. Son unos cuantos millones los que están en juego y Thomas Bach dice que ellos no pueden asumir toda la factura de las pérdidas o se van a la quiebra.

Lo que se ha estado «vendiendo» como uno de los shows más espectaculares de los Juegos Olímpicos, la actuación del Dream Team de baloncesto estadounidense, podría frustrarse si la NBA no ajusta el calendario para que su liga no coincida con la cita estival.

E incluso, si hubiera un entendimiento en ese tema y la temporada 2020-2021 no choca con el torneo olímpico, puede que Lebron James, quien tendría 36 años entonces, renuncie a viajar a la capital japonesa para exhibirse en ese tipo de lides por última vez en su carrera.

La misma expectativa hay con el tenista español Rafael Nadal, actualmente clasificado por su ubicación en el ranking, pero llegaría a la olimpiada con 35 años. Su compatriota, el marchista José Ángel García Bragado pensaba completar este verano su octava participación olímpica, pero con medio siglo de vida no está claro ahora si pueda esperar un año más.

Y no hay dudas de que Frederich Cepeda casi seguro iba a estar en la nómina del béisbol cubano si el equipo lograba uno de los dos cupos que quedan disponibles. Campeón en Atenas 2004 y plata en la siguiente cita, efectuada en Beijing, el espirituano cumple 40 años en abril.

La hora de las cuentas

Los propios organizadores habían hecho público en diciembre pasado que los gastos estaban calculados en más de 12 000 millones de dólares en la construcción de sedes y otras infraestructuras, casi el doble de lo previsto inicialmente, según reportes de varios medios de prensa consultados para este trabajo. En ese monto no se incluía el dinero necesario para mover el maratón y la marcha deportiva hacia Sapporo, un lugar menos cálido que Tokio.

Se estimaba que los Juegos exigieran una erogación superior a 25 000 millones de dólares, los segundos más costosos en la historia, solo superados por los de Beijing 2008 (más de 40 000 millones). Los anfitriones saben que los Juegos Olímpicos son un negocio lucrativo. Cada peso desembolsado regresa, y acompañado de ganancias.

No obstante, los organizadores y el COI acudieron a las aseguradoras, por si acaso. Solo que estas no pueden cubrir un monto tan grande.

Las pérdidas por venta de entradas se valoran en mil millones de dólares, pero eso no preocupa tanto, pues el año que viene esa partida se ajusta cuando se celebren los Juegos.

El estadio nacional de Tokio costó 1 400 millones de dólares. Foto: EFE

Las facturas más gordas están en otros negocios. El COI, por ejemplo, debe renegociar ahora con la cadena NBC, dueña de los derechos de transmisión televisiva. Más del 70 por ciento de los ingresos del COI en el pasado ciclo olímpico (2012-2016) fueron por el pacto con la televisora.

La NBC firmó un contrato de exclusividad hasta 2032 y pagó por ello nada menos que 7 700 millones de dólares, y como buen negociante ya vendió sus espacios de publicidad para este verano.

Hay un grupo nada despreciable de patrocinadores, turoperadores y otros negocios que también han invertido sumas cuantiosas en la edición de Tokio 2020 y tampoco van a querer alguna compensación a la espera de que el año próximo sí haya Juegos.

Entre las urgencias de los organizadores aparece el dilema de la villa olímpica. Como se ha convertido en una práctica de las citas multideportivas, suelen vender esas instalaciones para amortizar gastos. Son cerca de 23 edificios que en octubre debían comenzar a ser remodelados para entregar a sus futuros propietarios.

O llegan a un nuevo acuerdo de compra-venta con esos clientes u optan por la variante de reservar hoteles para alojar a las delegaciones deportivas en 2021, lo cual encarecería aún más los Juegos.

Y los gastos nacionales, ¿Qué?

A estas alturas, todos los países han ejecutado gran parte de los presupuestos asignados para la cita olímpica. Los países más ricos podrían hacer ajustes o pedidos para estirar un año adicional y no comprometer la preparación de sus atletas ni su asistencia a los eventos que aseguren los cupos aún en disputa.

El Comité Olímpico de Brasil (COB) es uno de los alarmados por este asunto. Según Paulo Wanderley, su presidente, han invertido bastante de los 8.5 millones de dólares disponibles y ahora tendrán que renegociar con aerolíneas, proveedores, empresas logísticas y lugares contratados para desarrollar bases de entrenamiento. Ya habían contratado 600 pasajes con la línea Air Canada.

Para las naciones menos solventes, el COI cuenta con los programas de solidaridad olímpica, una comisión fundada en 1961 con la misión de brindar ayuda técnica y financiera a los comités olímpicos nacionales y las asociaciones continentales para mantener vivo el ideal olímpico, pero son tantos los afectados esta vez, que es muy difícil compensar a todos los que opten por acogerse a ese beneficio.

No solo ajuste de cuentas

El cambio de fecha de los Juegos implica que las federaciones deportivas se replanteen los sistemas de clasificación y otros temas no menos importantes como el límite de edad en el fútbol, que dejaría fuera de Tokio a varios muchachos que hoy forman parte de los elencos clasificados o con posibilidades de hacerlo.

La FIFA anunció esta semana que está valorando modificar la cláusula por la cual los equipos deben estar integrados por jugadores menores de 23 años y solo tres por encima de esa edad, aunque no ha dicho si el cambio será excepcional o definitivo.

World Athletics (antigua IAAF) también confirmó que estudia cambios en el sistema clasificatorio y fue una de las federaciones que presionó para que la olimpiada se mudara por primera vez a un año impar cuando colgó en su cuenta de Twitter el siguiente mensaje antes de que el COI adoptara una decisión: Nos vemos en 2021.

Se espera que haya modificaciones también en los demás deportes que otorgan cupos por ranking, marcas y tiempos, a la vez que el resto solo debe reprogramar los torneos clasificatorios.

Tokio quizá sea en 2021 más que la sede de unos juegos deportivos. Entre tantos ajustes, debe incluirse el espiritual. Que sea una fiesta olímpica por la vida. Que los abrazos sean la mejor medalla de oro en la primera cita global después de esta pandemia que por ahora tiene en jaque a la humanidad.

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