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Sin piernas, pero tumba cocos (+ Fotos)

Un joven camagüeyano se impuso a su difícil destino, cuando con 15 años de edad perdió sus dos piernas en un accidente. JR le acerca a una historia insólita, a la vez que aleccionadora y optimista

 

Autor:

Yahily Hernández Porto

 CAMAGÜEY.—  La historia que les cuento a continuación nació en medio de este aislamiento, que desea robarnos hasta el alma, más no puede con la buena vibra del pueblo cubano.

En una de esas tardes y luego de estar sentada en solitario en la puerta de mi casa, el joven pasó frente a mi vista a la velocidad de un rayo sobre su silla de ruedas, mientras su auténtica y campechana manera de saludar a su gente de barrio mereció la sana curiosidad de periodista, desde la distancia que impone la COVID—19.

«¿Qué tal chama? No nos vemos, pero me acuerdo de todos ustedes», dijo voz en cuello Reibel Aramís Bacallao Aguilar, de 23 años, quien nunca ha detenido su paso arrollador hacia el futuro, la esperanza, la vida….

Desde entonces su historia me atrajo: «Este muchacho tuvo un accidente, perdió sus dos piernas y siempre está alegre. La verdad que no me explico de dónde saca tantas fuerzas», comentó su amigo, quien lo siguió con su mirada, hasta que desapareció calle abajo.

Reibel Aramis Bacallao Aguilar, joven de 23 años, en su humilde vivienda, ubicada en el Callejón Peña, junto a su querida abuela, Mercedes Duarte, y su sobrina, Natahalit Lambert, de tres años. Foto: Yahily Hernández Porto

Un muy difícil día

Aquel 15 de noviembre de 2013, el adolescente de 15 años de edad, embullado y alegre, se alistó bien temprano para tomar el tren junto a su tío Alexander con destino a Manzanillo. Mas su suerte no lo acompañó.

«Cuando vi llegar el tren salí corriendo como bólido para subirlo, pero resbalé y mis piernas quedaron aplastadas sobre las líneas», recuerda El Rubio, —como lo nombran sus amigos—, aquel fatídico día, en el que «perdí las piernas, pero volví a nacer».

Han pasado ocho años de aquella trágica experiencia y El Rubio, con desprendimiento sincero, reveló los detalles de aquel suceso, que llevan implícitos la solidaridad que les sobra a los cubanos.

«Nunca olvidaré a la doctora que iba en el tren, quien no solo me dio los primeros auxilios, sino que me acompañó hasta el pediátrico —Hospital Eduardo Agramonte Piña—, adonde llegué con dos de hemoglobina, pues me desangraba a chorro… pero los médicos no permitieron que perdiera toda la sangre», dice agradecido este camagüeyano, quien vive en el Callejón Peña, de la ciudad legendaria.   

«Allí recibí todo tipo de asistencia, y aunque pocos me crean, recuerdo cada momento como si fuera hoy porque nunca perdí la conciencia, solo cuando vi a mi madre Iyolexys».

«Mi abuela Mercedes y mi familia corrieron para el hospital, mientras que tío casi muere de la tristeza y del susto. Incluso tuve que darle ánimo y pedirle varias veces que dejara de llorar, porque yo no me había muerto».

—¿Lo más difícil después que regresaste a casa?

—Contrario a lo que piensa la gente, no fue verme sin mis piernas, pues siempre supe que las había perdido. Adaptarme fue lo más difícil, pero solo por unos días, porque después de cogerle el golpe a la silla… Siempre fui bellaco, intranquilo, rápido para andar, y te aseguro que no he cambiado. Sobre esta silla de ruedas soy un cohete».

Reibel Aramís Bacallao Aguilar, más conocido por El Rubio, es una liebre en su silla de ruedas. Foto: Yahily Hernández Porto

—¿Por eso no usas prótesis para las piernas?

—La verdad, no me adapto a ellas, y he tenido varios pares. Solo me las pongo cuando estoy de vena.

—¿Me cuentan que eres tremendo en los deportes?

—No tener piernas no me limita. Bateo bien, corro rápido en mi silla y cojo base casi siempre. En el baloncesto me dicen la liebre, y el deporte que más me gusta es el tenis de campo; hasta formo parte de la preselección del equipo nacional, gracias al esfuerzo de mi entrenador Yosvanis, de la Aclifim (Asociación Cubana de Limitados Físico—Motores), y del Inder (Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación).

—¿Eres un joven independiente?

—En lo personal y en lo económico. Tengo una chequera, pero lo mismo tiro una placa que un repello o entro arena para una casa. Hago de todo. No tener piernas no es impedimento para estar activo, para trabajar como un hombre.

—Es verdad que tumbas cocos. ¿Cómo lo haces?

—Un día mis primos me retaron porque pensaron que no podía. Ellos no lo lograron, pero yo sí, y hasta el sol de hoy. Me halo hacia arriba con las fuerzas de los brazos mientras me agarro bien fuerte con lo que quedó de mis piernas, y para abajo todos los santos ayudan. El que no me crea, que vea el video que me tomaron.

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