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El cine latinoamericano tan nuevo como siempre

El director del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, Iván Giroud compartió con JR sus valoraciones acerca de la edición 38 que acaba de finalizar

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Desde que descubrió el séptimo arte, Iván Giroud no pudo menos que convertirse en un cinéfilo de los de verdad. «Luego aprendí a verlo y fui perfilando mis gustos, y mis intereses». Así lo aseguró el director del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en cuanto el certamen cinematográfico más importante de Cuba le dio un respiro, cuando Juventud Rebelde quiso conocer sus valoraciones acerca de la edición 38 que acaba de finalizar.

Con el cine cubano y sus creadores Iván comenzó a relacionarse a principios de los años 80, cuando estaba terminando la Universidad. «Estudiaba Ingeniería Civil y un grupo de mi aula se unió —yo entre ellos— para entrar como extras en Cecilia, de Humberto Solás. Fue divertido y deslumbrante, creo que para todos, pero aquel encuentro cambió mi vida en todos los sentidos. Ocho años después abandoné mi carrera de ingeniero y me incorporé al Icaic como uno de los asistentes de Pastor Vega, entonces director del Festival. Con Pastor trabajé cuatro años, hasta que renunció para dedicarse a dirigir sus películas.

«Aquel mismo año que salió Pastor regresaba Alfredo Guevara al frente del Icaic y del Festival, y ya para entonces yo era parte de su junta directiva. Con Alfredo trabajé varios años y le debo mucho; la primera y mejor enseñanza: ser uno mismo. Dirigí el Festival entre 1994 y 2010. Cuando Alfredo falleció en 2013 me llamaron para que intentara darle continuidad y aquí estoy hasta ahora», me respondió al indagar sobre su vínculo con el evento, cuyo desarrollo motivó este diálogo.

—¿Permanece «nuevo» el cine latinoamericano que compite en La Habana?

—Creo que sí, porque para que sea «nuevo» no puede ser como era entonces. Responde a las mismas premisas de aquel, el cine latinoamericano de hoy es un reflejo de su época, sus conflictos, sus contradicciones, afanes y esperanzas.

—Parece que una propuesta como Galas llegó para quedarse. ¿De qué modo se seleccionan los filmes aquí?

—Son filmes muy recientes, de alta calidad artística, que a su vez tienen un gran atractivo para el público.

—Entre tantas películas en competencia, panoramas internacionales, homenajes... ¿cómo se las arregla el Festival para que el público sepa dónde satisfacer sus intereses?

—Es un reto y una de nuestras mayores preocupaciones: lograr que el público pueda filtrar, ante tanta información, sus intereses y autoprogramarse. El Noticiero del Festival, que ha tenido una magnífica cobertura en nuestra televisión; el Diario del Festival, y ahora nuestra web renovada y el uso de las redes sociales, deben brindarle más elementos a los espectadores para que puedan orientarse y decidir de manera más efectiva ante esta avalancha de filmes.

—Más allá de las exhibiciones, el evento le otorga gran importancia a los talleres profesionales, conferencias, paneles, clases...

—En el Festival no solo se presentan películas, es también, sobre todo, un evento cultural y social de gran impacto, que genera un clima, una atmósfera que posibilita trabajar en otras direcciones. Porque el Festival es además un momento para la reflexión, un taller permanente de trabajo e intercambio profesional. Se trata de ayudar a formar a los nuevos cineastas, ofrecerles herramientas para su desarrollo. Aprovechar a los ilustres visitantes que nos acompañan y ponerlos a interactuar con los jóvenes. Sacar provecho e iluminar el camino.

—Este año mostraron películas que forman parte del patrimonio cultural cubano que han sido restauradas. ¿Qué papel ha jugado el Festival en este sentido?

—Nosotros hemos querido potenciar el trabajo de restauración. Hacer conciencia en Cuba y en la región. Hacerlo visible, y llamar la atención sobre su importancia capital. Es nuestra memoria fílmica que debemos proteger y salvaguardar y, al mismo tiempo, conseguir también que recircule y se vuelva a programar. Esto se ha logrado gracias a un proyecto hermoso de colaboración que ha nacido desde el Festival y sus relaciones con el mundo. Por ejemplo, el Archivo de la Academia de Hollywood ha restaurado dos filmes de Tomás Gutiérrez Alea: Una pelea cubana contra los demoniosLos sobrevivientes, y ahora se pretende hacerlo con Lucía, de Humberto Solás. Por otra parte, la Cinemateca de Bologna, con el apoyo de la Film Foundation que preside Martin Scorsese, asumió Memorias del Subdesarrollo. Esta labor es muy especializada y bien costosa. Para que tengas una idea: cada una de estas restauraciones ha costado más de 200 000 dólares. El Festival tiene una deuda de gratitud en estos afanes por salvaguardar el patrimonio fílmico con el incansable empeño de Pablo Pacheco, esencial en la recuperación digital de la colección del Noticiero Icaic Latinoamericano por el INA, de Francia, y con el laborioso director de la Cinemateca de Cuba, Luciano Castillo.

—El Festival siempre fue espacio de socialización, sin embargo, este año han estado involucradas menos salas...

—Esto es un problema tecnológico, un problema de inversión que el país no está en condiciones económicas por ahora de asumir. Un Festival Internacional de Cine como el de La Habana, con su prestigio y reconocimiento universal, requiere que las salas donde se programan los filmes que han sido seleccionados tengan instalados los estándares de proyección digital. Este año proyectamos cien títulos en ese formato (DCP), el resto del programa en Bluray, pero todos los títulos del Concurso, de las Galas y del Panorama Contemporáneo Internacional, por ejemplo, eran en formato DCP. Los cines que hasta la fecha tienen instalado de forma permanente un equipamiento que permite proyectar este formato son: Chaplin, Yara, La Rampa, 23 y 12, y me anuncian que se ha comprado otro proyector para el Riviera, de manera que el Circuito de 23 se completa.

—La campaña que se diseñó para la edición 38, evidentemente busca conectarse con el público más joven...

—Desde hace tres años el Festival encomienda a un grupo de rigurosos investigadores del Icaic una encuesta sobre diferentes tópicos que nos interesan explorar, tener opiniones, evaluaciones. Son de gran utilidad, porque nos sirven para ir redimensionando el Festival. La más reciente campaña de promoción partió del resultado de estas encuestas. Ahora hemos pedido que se evalúe su efectividad en cuanto a su capacidad o no de movilización. No existe otro camino: ir probando, escuchando, testeando. Hay cosas que están en nuestras manos resolver y le prestamos atención, y otras que sabemos nos afectan pero nos superan. Sin embargo, nuestra obligación es conocerlas.

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