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Jóvenes, p(m)adres y otros conflictos

Con el aval de un premio en el prestigioso Festival de Venecia, Temporada de caza presenta a Nahuel, un adolescente que vive en Buenos Aires y tras la muerte de su madre viaja al sur de Argentina

Autor:

Frank Padrón

Los choques entre los más nuevos y los mayores, en casa y fuera de ella, signan no pocos títulos de la competencia del 39 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

Con el aval de un premio (el del público) en el prestigioso Festival de Venecia, Temporada de caza presenta a Nahuel (el debutante Lautaro Bettoni resulta óptimo para un premio de actor-revelación), un adolescente que vive en Buenos Aires y tras la muerte de su madre viaja al sur de Argentina, donde se encuentra con su padre biológico, al que no ha visto en más de una década: un respetado guía de caza que vive en las montañas con su segunda esposa y sus hijas. La turbulenta relación donde se unen el pasado, el orgullo y el resentimiento de ambos pondrá a prueba el vínculo sanguíneo que los une.

El filme de Natalia Garagiola construye su relato con un sentido admirable de las unidades tiempo-espacio. Aquí cada minuto cuenta en la evolución que significa el vínculo creciente de padre e hijo, la dualidad (mano blanda/dura) del progenitor y los exabruptos del muchacho rebelde que debe adaptarse a su nuevo contexto, por demás perennemente nevado y recóndito; luego ese mismo sitio, que configura las reacciones y posturas de los personajes, es revelado con mano maestra gracias al lente de Fernando Lockett y a una banda sonora que acerca con rigor cada sonido y ruido así como el no menos importante silencio. El nerviosismo y el temblor de la «cámara en mano» refuerzan la tensión y el sufrimiento de los personajes.

La cacería que emprenden padre e hijo (este último aprendiendo el difícil oficio) metaforiza esa tirante relación que va cediendo y adquiriendo matices, y que el inteligente guion de Garagiola ofrece en todo detalle, apoyado como hace desde sus inicios en una estructura de contrastes (urbanismo/ruralidad; abundancia/austeridad; paternidades biológica/afectiva, etc.) que la puesta en pantalla materializa con un vuelo tanto visual como sonoro pocas veces hallado en la obra de un principiante, algo que calzan las muy notables actuaciones.

La educación del Rey marca el debut del argentino Santiago Estévez en el largo de ficción y también trata sobre el vínculo evolutivo entre un joven con un adulto, aunque en este caso no es pariente: el encuentro que tienen Carlos, un guarda de seguridad jubilado, y Rey, adolescente que se inicia en el mundo de la delincuencia, produce una transformación en ambos, quienes van compenetrándose hasta lograr una relación profunda y cálida.

Estévez no aporta mucho a su entrada al cine de género, al thriller, incluso se extravía en ciertas ingenuidades del guion, si bien ofrece una narración bastante limpia y los trabajos meritorios tanto de un profesional, Germán de Silva (recordado aquí sobre todo por su actuación en Las acacias) como del adolescente procedente del teatro (pero sin experiencia audiovisual) Matías Encina.

En la también ópera prima de Laura Mora, Matar a Jesús (basada en hechos reales), Paula es una estudiante universitaria de Medellín que, ante la inoperancia de la policía local para averiguar quién asesinó a su padre (profesor de Ciencias Políticas) decide tomar la justicia por su mano: una vez descubierto el sicario, establece una relación con él y procura por todos los medios una pistola…

Aunque queda admirablemente reflejado como fondo el ambiente de esa ciudad colombiana tristemente célebre por sus cárteles de droga y la violencia, a la novel directora le interesa sobre todo el dilema ético que en la muchacha significa la posibilidad real de ejecutar la venganza o por el contrario, el tratar de entender las razones del otro por muy difícil que sea la toma de distancia.

El nexo que va estrechándose entre victimario y víctima se ofrece con una notable progresión dramática. Mérito indudable del filme es el tratamiento humanizado del asesino, perteneciente a una estirpe de jóvenes descarriados que han hecho del crimen «por encargo» un trabajo más, insensibles ante el dolor que dejan como secuela en familias devastadas, como la de Paula, pero capaces de actitudes nobles, como la ayuda a la madre y la familia, o la misma ternura y respeto con que, desde su incultura y marginalidad, tributan a la novia.

Aunque con algunos traspiés en la narración —a veces un tanto estancada— o con ciertos saltos bruscos que el montaje no supo resolver, Matar a Jesús ofrece un relato que avanza desde un notable crescendo a su emotivo desenlace, donde se resuelve admirablemente el planteo moral de la obra. Más orgánico y convincente él (Giovanny Rodríguez) que ella (Natasha Jaramillo) —un tanto inexpresiva— aunque ninguno de los dos es profesional, las actuaciones en general funcionan en esta obra desgarradora y sólida.

Madres e hijas en varias etapas de sus vidas confluyen en el filme argentino El futuro que viene, primera obra de Constanza Novick.

Desde la adolescencia en los años 80 hasta que ya en la actualidad son madres con hijas adolescentes, incluyendo el divorcio de una y la reconciliación de otra, la historia abarca tres momentos de una amistad que contempla altas y bajas, sobre todo porque a pesar del indudable cariño que sienten, entre las muy diferentes Victoria y Charo hay desencuentros, criterios sobre los hijos, la vida, que colisionan y generan disgustos y separaciones, sobre los cuales, pese a todo, triunfa la amistad.

El filme no solo aborda la relación zigzagueante y difícil de las amigas sino las de ellas con sus parejas y las que sostienen con sus descendientes: muchachas con gustos e intereses muy distantes a los de sus mamás.

Todo ello lo enfrenta la cinta con una mirada inteligente, que revela una directora debutante pero segura, la cual no escamotea esa sensibilidad femenina que tiñe de tal característica el relato, sin que por ello deba ceñirse a inquietudes meramente feministas, sino que trascienden lo genérico.

La conocida Dolores Fonzi y Pilar Gamboa, como las amigas protagónicas, entregan desempeños sólidos y convincentes.

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