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Karambola soy yo en grado superlativo (+ Fotos y Video)

El teatro es servir; no es para uno, no es como un azadón, sino más bien como la escoba: sacar hacia afuera; es, sobre todo, dar, asegura el joven y premiado actor Alejandro Miguel Batista Pupo

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Podría decirse que Alejandro Miguel Batista Pupo, o sencillamente Alex Batista, o el payaso Karambola, como lo conoce la fanaticada de Teatro Tuyo, es un joven y notable actor que fue resultado, en buena medida, del período especial. Al «alumno» más pequeño de la autora de sus días, destacada instructora de teatro, no le quedaba más remedio que ser parte de los reducidísimos elencos de las puestas que montaba su mamá para poderparticipar con su tropa, en los festivales de aficionados de entonces.

«Mi mami no tenía con quién dejarme. Como las capacidades eran muy limitadas, para cargar conmigoinventabaun duende, aunque la obra no lollevara; si era de adultos, hacía que apareciera un niño que jugaba, hablaba, me inventaba un parlamento... Así, lo que empezó siendo un bichito (el de la actuación), se convirtió en un animal vigoroso que se apoderó de todos mis sentidos», le confiesa a JR quien es, además, uno de los más creativos profes de la Escuela Nacional de Clown, radicada en Las Tunas.

Que le sobran dotes pedagógicas lo ha demostrado públicamente por estos días complejos de pandemia, al ser Alejandro el encargado de impartir, a través de las redes sociales, y como parte de la iniciativa Payasos a Domicilio, motivadas miniclases de Pantomima aplicadas al clown, «una experiencia técnica a la que nos hemos acercado, desde la investigación, aprendizaje, entrenamiento y su puesta en práctica durante estos 21 años de Teatro Tuyo».

Fue en la Academia de las Artes Vicentina de la Torre, de Camagüey, donde Alex aprendió«que el teatro, más que una profesión, que un oficio, es un modo de vida, una certeza que he asumido cabalmente.

«Llevar casi 15 años en Teatro Tuyo se cuenta en pocas palabras, pero si hay infinitos momentos de alegrías, de aciertos, de exploración, de cautivar, no han escaseado las tristezas, las insatisfacciones, los sacrificios... Sin embargo, amamos el teatro, a pesar delos pesares. Cuando miras para otros lados te das cuenta de que no estás tan loco, o al menos que no eres un loco solitario, porque hay muchos que siguen aferrados a los sueños, a las esperanzas.

Haberme decidido por el teatro en la adolescencia, o sea, desde temprana edad, y poderme sentir feliz por lo que he sido, lo que soy y lo que sueño ser, me da una satisfacción enorme».

‒¿Cómo fuela etapa de formación? ¿Eres tunero, tunero?

‒Soy un «animal» endémico de Las Tunas, nací en un pueblo llamado Chaparra. Desde niño oía hablar de Stanislavski y de muchos otros temas que vine a entender después con el tiempo. Pero gracias al teatro, aquel pueblo se me hizo más soportable cuando decidieron desmantelar el central y se transformó en una especie de Macondo, viviendo en un eterno letargo, lejos de la Carretera Central...

«Si supieras que mi mamá no quería que fuera teatrista, porque decía que era un muchacho poco sacrificado, pero ya era tarde... Cuando ya le aseguré que iba a entrar, me dijo: “Ay, Alejandro, cuídate, que tú eres un muchacho proclive…”. Y yo, que no la pude comprender, le pregunté qué era eso: “Sí, que tú eres una esponja para lo malo” Pero la esponja se pegó al teatro y el teatro se pegó a mí. Esa manera de vivir, de contar historias, es la que me ha cautivado.

«Tuve la suerte, la bendición (esos regalos que te da la vida sin pedirlos), de que me tocara hacer el nivel medio en Camagüey, y no en Bayamo, como es en la actualidad, y que mi maestro de actuación fuera Nelson Acevedo Barrera, quien se convirtió en mi guía, en mi padre. Yo le debo mi carrera a muchas personas, pero sobre todo a dos: a él y a Ernesto Parra, mi director, mi hermano, mi compadre y mi padre también.

«De aquella etapa recuerdo las muchas horas que dedicábamos a que el examen de actuación no fuera una prueba, sino una puesta en escena. A veces amanecíamos en un tabloncillo montando, ensayando, o pegando papelitos porque había que decorar, que fabricar el sueño; y la prueba no podía ser un examen, sino un sueño realizado, un sueño cumplido».

‒¿Fue Teatro Tuyo tu compañía desde el principio?

‒Incluso desde antes de graduarme. Llegué a Ernesto a través de mi mamá, quien vino a parar a Las Tunas como Jefa de Cátedra de Teatro, cuando abrió la Escuela de Instructores de Arte, por sus muchos años de experiencia y magníficos resultados. En aquella etapa, Parra y sus muchachos eran profesores cooperantes y yo visitabael plantel, donde los conocí y pude apreciar su trabajo.

«De hecho, sé de Teatro Tuyo antes de Parque de sueños, pues el asesor de ese montaje fue mi maestro Nelson Acevedo, de modo que veíamos los ensayos, oíamos hablar del proceso... Teatro Tuyo estuvo siempre en mi camino. Si venía de vacaciones, pasaba a verlos, si me daban pase, lo mismo... Yo lo anhelaba, quería estar ahí, y ellos me esperaban. ¡Qué bendición!, ¿no?»

Invitado por Batida Teatro, el grupo Teatro Tuyo se presentó el pasado año en Dinamarca con Superbandaclown.

‒Muchos creen que ser payaso es solo vestirse con colores llamativos, colocarse una nariz roja... ¿Qué ha sido para ti asumir esta estética del clown?

‒Mira, a lo mejor esto suena a poesía... o a mentira, pero mi payaso Karambola me ha salvado la vida, me ha traído la esperanzaen los momentos de más agobio. Recuerdo las muchas veces que le eché garra cuando estando por dos años en Venezuela, en la misión Corazón adentro, la lejanía se volvió insoportableocuando choqué con las miserias humanas. Sin él, creo que hubiera sufrido demasiado.

«Karambola soy yo en grado superlativo: ese que no consigo ser en la calle, en la vida normal, porque las condiciones y la sociedad lo impiden, es mi payaso. Asumir esa estética exigió una entregatotal, pero ha valido la pena encaminar nuestro trabajo hacia la búsqueda constante del crecimiento espiritual, porque solo cuando se llega a ese nivel de plenitud desde el punto de vista humano, se pueden despertar emociones verdaderas, conmover a los demás, hacerlos reír, pero también pensar, llorar. Claro, ha sido un desafío porque hemos tenido que investigar mucho, estudiar a fondo a aquellos que nos han precedido, andar detrás de la información, autoprepararnos...

«Como asegura Ernesto Parra, el arte del clown nos ha hecho artistas más completos. Lo hemos comprobado en el respeto que siente el púbico por nuestro quehacer. Su elogio más común es: “A mí los payasos no me gustan, excepto ustedes”. «Expresiones como esas le devuelven el respeto a una profesión que nosotros vemos como sagrada.

«Por tal razón agradecemos de corazón, por ejemplo, que se haya determinado eliminar al payaso dentro del trabajo por cuenta propia. Yo la verdad que no me imagino a nadie sacando una patente de médico, periodista, escultor, científico... ¿Por qué con el payaso, que ya está bastante maltratado por la forma en que muchos lo representan, sí era posible? A Teatro Tuyo le ha costado mucho que la gente reciba con amor y sienta cariño por una nariz roja».

El arte del clown nos ha hecho artistas más completos, enfatiza este joven actor.

‒¿Cuál fue tu primer gran proyecto, en el que por fin sentiste que habías conseguido tu sueño?

Charivari, el cual nos dio la disciplina del entrenamiento físico. Ernesto habla con frecuencia de La estación, que ciertamente fue el espectáculo que Cuba vio, pero paralelo se estrenó Charivari, el cual se armó con los actores que se habían quedado en la compañía y los nuevos, y que además llegó con el nuevo sitio, el Centro Cultural Teatro Tuyo, antiguo cine 28 de septiembre. Ernesto dijo: “Quiero montar un espectáculo en el cual el público vea que los payasos son actores que se preparan, o sea, que detrás de una nariz roja no está cualquier persona...”.Charivari me llena de lindos recuerdos...

«Después vinieron muchos otros, pero ese es especial porque fue el primero donde interpreté a un payaso sin decir ni una solo palabra. Charivari significó, tras Parque de sueño, el resurgir del grupo, que se había quedado casi sin repertorio. Fue el momento en el que me dije: aquí estoy, a esto me dedicaré la vida entera. Tuve que partirle encima con el alma, con todo lo que pude echarle garra. Y empezar a construir de verdad mi personaje, porque no es cuestión de ser muy buen actor y ya está. Nuestra tesis es que si uno va cambiando con el tiempo, cómo entonces tu personaje va permanecer estático».

‒No se trata de que hoy eres Cucharita y mañana Sarampión, ¿no?

‒No, yo siempre soy Karambola, mi personaje siempre es el mismo, lo que cambia es la situación, el lugar, la historia. Por tanto debo siempre caminar como Karambola, reaccionar como Karambola. A veces es difícil...

‒¿Cómo es un día a día en Teatro Tuyo?

‒A lo mejor el de otra agrupación es diferente, pero el de nosotros empieza con una clase de técnica de la danza, a nuestro estilo, con nuestras limitaciones y virtudes. Después es el tiempo de la pantomima. Jugamos desde esa espacialidad al entrenamiento del actor; más tarde vienen los ejercicios de técnicas de actuación, de técnicas del clown, y así se va armando... Si estamos en medio de un montaje, entonces nos entrenamos en base a las exigencias del mismo.

«Por ejemplo, en Superbandaclown hubo que aprender a tocar instrumentos y destinar un momento a las clases de canto y a que el maestro de percusión nos hablara de las células rítmicas de la música cubana, de la teoría que también hace falta, porque yo algún día aspiro a ser un intelectual, un artista. Ahora soy un actor, un actor de un grupo; ser un artista exige más, y ya un intelectual es lo máximo, porque se trata de “engordar” toda el alma y hacerla más dúctil, al igual que el cuerpo».

‒Por eso ha sido tan acertada la idea de fundar la Escuela Nacional de Clown...

‒Parecía un imposible, pero se hizo realidad. Resultado de todo aquello que hemos descubierto en estos años, de nuestra experiencia, a partir de esa necesidad que tuvimos de aprender a tocar, de recibir clases de técnica de la danza... Nos hizo falta que la gestualidad fuera mejor y hubo que acudir a la pantomima. El cuerpo del actor tenía que ser más virtuoso y nos sometimos al entrenamiento con las oposiciones, un poco al estilo de Eugenio Barba... La Escuela Nacional de Clown busca propiciar que los actores reciban una formación más completa.

‒¿Cuál es el espectáculo que más te ha costado?

‒Te mencionaría primero Gris, que después me ha dado muchas satisfacciones. Empecé haciéndole resistencia, no te voy a mentir. Me costó entenderlo, entender el proceso, pero es un espectáculo que me encanta.

En Gris, obra con la cual el grupo Teatro Tuyo alcanzó el Premio Villanueva de la Crítica, en 2014.

Empecé haciéndole resistencia, pero Gris me ha dado muchas satisfacciones, confiesa Batista.

«Y luego te diría que Superbandaclown. Mira, yo soy una persona, o al menos era, superdesafinado, ahora solo desafino (sonríe), pero imposible intentar cantar, tocar y no atravesarme. Cantar, tocar, ser afinado y actuar, todo eso junto, es un dolor de cabeza. Si hay otro actor a quien le sale de primera y pata, bienvenido sea, felicidades, pero hacer la clave con las manos, cantar el bajo de El Manisero, que quede en tiempo, actuar y además moverte, resulta extremadamente difícil, y en ese sentido Superbandaclown representó un reto duro, tan duro que no estaba en el elenco que iba a estrenarlo.

«Recuerdo que un día en mi casa, Ernesto se quitó la gorra y me dijo: “Yo soñaba hacerlo con alguna gente, pero de esa gente solo me quedas tú, me place que hayas hecho este esfuerzo tan grande”, me abrazó. En ese momento era uno de los más viejos del grupo, pero no me hallaba en el primer elenco, sino que doblaba (me encanta que haya dos personas representando el mismo personaje, pues le da más vida al espectáculo), por tanto, que me dejara estrenarlo ha sido más que un premio, de verdad».

‒Pero el Premio Adolfo Llauradó de actuación, de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), fue por Juegos Olimpiclown, ¿o me equivoco?

‒Efectivamente, un espectáculo sui géneris en el grupo, sobre todo, en la manera de hacer. En nuestro entrenamientoponemos en práctica un proyecto que llamamos Espiral: los nuevos que llegan deben aprender a construir sus propiospersonajes. Comenzar por una serie de espectáculos, como Charivari, que les permita entender de qué va el payaso hasta llegar a Gris, Narices, Superbanda clown... Estábamos en esos entrenamientos cuando a un actor se le ocurrió traer un ejercicio relacionado con el deporte y Ernesto no perdió la oportunidad: “yo soñé alguna vez hacer algo con payasos en el deporte”, y a partir de ese momento cada quien preparó su escena.

 

«De ese modo fuimos armando Olimpiclown: primero eran escenas solitarias que después se convirtieron en colectivas, y surgió la pelota, el boxeo, el nado sincronizado... Por esa puesta el jurado vio bien premiarme por mi interpretación de Karambola en el ciclismo, en la pelota, de entrenador de boxeo, de bailarín de nado sincronizado y al Karambola actor que renuncia a una medalla de oro por obtener una más verdadera y querida:una nariz de payaso».

Comeasombros de payasos en peligro: otra de las propuestas de Teatro Tuyo.

‒Teatro Tuyo ha realizado un trabajo muy intenso también en las comunidades...

‒El grupo lleva 20 años trabajando en las comunidades, una práctica que te posibilita entender que el teatro es servir; no es para uno, no es como un azadón, sino más bien como la escoba: sacar hacia afuera; es, sobre todo, dar. Siempre hemos tratado que nuestros espectáculos, sin excepción, se presenten en los municipios de Las Tunas. No podemos entender que La Habana premie, que Matanzas aplauda, que Camagüey celebre, y que los niños tuneros no los vean. Cuando los territorios no tienen recursos, buscamos la variante y hacemos presión para ir. Que mis coterráneos más pequeños puedan disfrutar de lo que hacemos es el premio mayor que recibo, más que cualquier galardón, que cualquier diploma, que cualquier condecoración.

‒¿Algún momento en que hayas sentido que te equivocaste en la elección de tu carrera, que hayas tenido dudas?

‒Esas vinieron cuando estudiaba; ese primer año es de muchas dudas, porque eres muy joven, 15 años, y sí sentí temor, sentí hasta que no tenía talento, pero siempre estaba la mano del profesor Nelson, su voz preguntándome: «¿vas a renunciar a tus sueños?». Y gracias a él estoy aquí, y gracias también a Ernesto, gracias a mucha, mucha gente.

«Mira, yo no soy diseñador, pero si te digo que Zenén Calero no es mi maestro te estaría mintiendo, porque cuando llego a Las Estaciones y sus espectáculos me estremecen, enseguida busco descubrir, preguntar, cómo los hacen, cómo se comportan, para imitarlos, porque son mi referente, son mis maestros de alguna manera. No se puede hacer un teatro bello sin ver los muñecos de Zenén Calero, sin ver cómo, para protegerlos, los mete en sus bolsitas... Lo mismo debo decir del actor y crítico teatro Roberto Gacio: que no aparece en todos los días en nuestros medios, pero ahí se mantieneen la batalla: firme, lúcido, creativo. Ojalá yo alcance sus años de ese modo: vivo, no físicamente, sino intelectual, espiritual y artísticamente.

«Doy gracias a la vida y a las personas que me han rodeado, por acompañarme, por guiarme, por empujarme, por enamorarme, por tanto… Lo que uno es se lo debe a un grupo de personas que te influyen, a veces negativamente y tú tienes que decir no; a veces de manera positiva, y dices: por ahí me voy. Gracias también a todos aquellos que a veces, sin saberlo, me han ayudado: al difunto maestro Dashbin Junquera, quien me enamoró de la pantomima y del gesto, y a muchos más: Pedro Castro, Mario Guerrero, Mario Junquera, Fredy Núñez Estenoz... Solo, nadie llega a su destino, eso es cuento, se llega porque se va acompañado».

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