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Cuba es un sentimiento

Actor y director del grupo Los Internacionales Teatro Ensamble,el argentino Manuel Santos, es también un profundo amigo y admirador de la Mayor de las Antillas y su arte

Autor:

Yasel Toledo Garnache

Su infancia transcurrió entre música y libros en la casona de sus abuelos, en la ciudad argentina de Mar del Plata. Cierra los ojos y se ve jugando junto a sus hermanos Laura e Ignacio. Desde los seis años hasta los 21 practicó rugby, pero el teatro es su mayor pasión. Hoy Manuel Santos Iñurrieta es dramaturgo, actor y director del grupo Los Internacionales Teatro Ensamble, y su obra resalta por la creatividad e incitación al compromiso social. Con él hemos conversado varias veces por WhatsApp o videollamadas, y siempre terminamos hablando de su amor por Cuba.

Según sus palabras, el teatro, la familia y Argentina son partes indispensables de su existencia, configuran un imaginario, un modo de vivir, de pensar y hacer, del que jamás podría separarse. «Dicho de manera semipoética: La familia es el motivo; el teatro, la herramienta; y Argentina, el escenario. Eso le imprime y demanda, además de una lectura histórica a las cosas, un aplomo y una responsabilidad a nuestras acciones a la hora de pensar el teatro, la familia y el país».

Amante de los retos, recuerda con agrado sus actuaciones en actos escolares, cuando descubrió el encanto de provocar la risa en otros, incluido su padre.Las sensaciones eran cada vez más agradables. En el primer año de la Escuela de Arte Dramático tuvo su experiencia inicial con Marcha, de Alberto Adellach.

«Aquellas vivencias me reafirmaron la vocación y el deseo, un camino. Hoy, ya siendo profesional, cada presentación sigue siendo un desafío emocional e intelectual, que se carga de sentido al contactar con los públicos y las circunstancias», asegura quien está ocho horas de lunes a viernes, en la dirección artística del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini; luego pasa un rato con sus hijos, Carmela y Tabaré, antes de dedicarse a ensayar con su grupo hasta cerca de las 11:30 p.m., para estar listo para las funciones los sábados y domingos.

Autor de obras como Eléctrico Carlos Marx: Ensayo, teatro y aproximación, habla con especial cariño sobre Cuba, país que ha visitado en varias ocasiones. Su padre, Jorge Santos, se lo inculcó. Cuando cursaba el cuarto grado (1985) realizó una tarea sobre José Martí y La edad de oro. «Recuerdo dibujar la bandera de la estrella solitaria y una rosa blanca, además de aprendermeun poema para recitarlo.

«La influencia de la figura de mi padre fue decisiva. Él era arquitecto y dibujante, un humanista tremendo, hombre de izquierda y sobre todo fidelista a muerte. Nos transmitió todo su amor por las causas justas, y sin dudas por la gloriosa Revolución Cubana. Todo esto en medio de la década de los años 90, cuando muchos preferían claudicar y entregar sus banderas e ideales.

«Nosotros estábamos seguros de la imperiosa y necesaria transformación del mundo hacia el socialismo. Nunca cultivamos modas claudicantes, aunque eso trajera aparejado cierto desprecio y diversos problemas domésticos que no vale la pena enumerar aquí. En casa se hablaba siempre de la Guerra Civil Española (por tener un bisabuelo republicano y comunista fusilado por los fascistas el 6 de septiembre de 1936) y de la Revolución Cubana, como símbolo para los hombres de izquierda.

«Crecimos con Fidel, el Che, Raúl, Camilo y también con La pasionaria, el Quinto Regimiento español, el Comandante Enrique Líster, el Frente Popular y toda la producción cultural que de estas gestas se desprende. Silvio Rodríguez y la Nueva Trova, y la producción poética republicana, por ejemplo, marcaron de manera singular nuestras vidas».

Expresa que con Cuba le pasa «algo particular, extraño y maravilloso. La primera vez que vinimos tuve la impresión de estar en un lugar que ya conocía, un sitio donde ya había estado. Es un lugar que amo profundamente y al que vuelvo feliz y me lleno de vida. Con los cubanos es como estar en casa, es Buenos Aires, el café y el mate, el vino y el ron, el afecto y el abrazo, las charlas desmedidas y las risas interminables… Es un, “che, te estábamos esperando”. Cuba es un sentimiento irrompible, de hermanos, de familia.

«En nuestro último viaje vimos la estatua de Martí a caballo, como debió estar en Dos Ríos, y quedé conmovido. Hacía años que una obra de estas características no me impactaba tanto. Pienso en esa estatua épica, en la humanidad del héroe que está cayendo y aún no cae, que está herido y aún no muere.

«Esa estatua te empuja a tomar partido por el jinete, a estirar tus manos y comprometer tu cuerpo para que no caiga, para que quizá la bala cambie su rumbo. La estatua te invita a participar en la lucha. En ella no asoma la muerte, ni es un impulso plástico para exaltar la muerte. Esa estatua, de entrega profunda, es el reaseguro triunfal de un compromiso con la vida. Esa estatua, pensé, esa estatua es igual a Cuba».

Con idéntica pasión y respeto habla también del teatro cubano, por sus realizadores, directores/as, dramaturgos/as y actores y actrices, teatrólogos/as, investigadores/as, críticos… «Tienen una formación específica admirable, por lo que al entrar en contacto con ellos todo se enriquece. Coincidentemente tenemos un notable desarrollo en los teatros de nuestros países, con gran peso de la palabra en escena, de la escritura teatral. Como así también la intensidad y la organicidad actoral que le otorga al trabajo una verdad escénica potente. Las diferencias más evidentes entre el teatro de ambas naciones tienen que ver con aspectos formales de la producción, pues aquí, en Argentina, es de manera independiente». 

El grupo Los Internacionales Teatro Ensamble es uno de los motivos especiales de vida para Manuel Santos, a quien hemos visto sonriente junto a sus dos niños antes de comenzar por ejemplo su intervención en un panel sobre los retos de los intelectuales y artistas de izquierda en nuestro continente. Nos cuenta que conformó este conjunto luego de la experiencia del grupo Bachín Teatro, con el que trabajó durante varios años. «Es una continuidad y una profundización en las líneas estéticas y de investigación, buscando una épica nacional y latinoamericana que nos represente y nos contenga como teatreros. Nacional en su forma, internacional en su contenido».

Agrega que actualmente trabajan en varios proyectos de obras. Tenían previsto para 2020 el estreno de El cazador de talentos y Los Minimax, la cual se centra en acontecimientos de 1969 en Argentina ante la visita del multimillonario Nelson Rockefeller. «En esos días un grupo de revolucionarios recibió al magnate norteamericano, que venía a “aportar” ideas para el desarrollo del país, quemándole 14 supermercados de la cadena Minimax, de la cual él era dueño.

«Otra es la dedicada a Silvia Filler, quien fue asesinada en Mar del Plata en 1971 dentro del aula magna de la Universidad por un grupo de choque fascista, llamado Concentración Nacionalista Universitaria, que años después se transformó en la Triple A, Alianza Anticomunista Argentina. Ella era estudiante de arquitectura, así que contamos la historia de la arquitectura desde una arquitecta que no llegó a ser».

Añade que las dos últimas producciones previstas son Stalingrado con amor, una obra de clown sobre las peripecias de dos soldados soviéticos, y Santa Juana de los Mataderos, de Bertolt Brecht.

«A esto hay que sumarle los viajes y las giras, más las publicaciones que haremos con los textos, y las funciones con otras propuestas del repertorio, cuando la pandemia no sea un problema. Eléctrico Marx… quiere volver Cuba y viajar por distintas ciudades, veremos», dice quien siempre habla con tono familiar como un hermano de bondad, que nunca se queda estático.

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