Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Bolsonaro está enfermo... y Brasil también

Las crisis son más hondas en tanto se desgasta el Presidente

Autor:

Marina Menéndez Quintero

El mejor mentís a la manera despótica y altanera con que Jair Bolsonaro ha enfrentado la pandemia estalló la semana pasada: el propio Presidente está pagando el precio de minimizarla y andar dando manos, abrazos y cargando pequeños sin nasobuco a diestra y siniestra, en una actitud demagógica y populista; no sincera.

El suceso tiene connotaciones políticas porque, al desconocer la trascendencia del virus y su contagio para que siguiera andando la economía, el mandatario ignoró el carácter humano del asunto y lo convirtió apenas en otro acápite de su agenda gubernamental como podrían serlo, por ejemplo, las reformas sociales o las privatizaciones.

Por eso algún analista estima que el futuro de Bolsonaro en la presidencia, en un contexto de crisis por todos lados, dependerá en mucho del modo en que él mismo logre vencer una enfermedad que llamó «gripezinha»: a ese enfoque se debe, en buena medida, que el país supere ya los 72 000 muertos por coronavirus y 1 800 000 infectados.

Hay quien nota al mandatario menos agresivo y algo más gentil desde que usó por primera vez el nasobuco para informar de su positividad, y después de ciertas frases amables al Congreso contra el cual ha estado movilizando a su base social.

Pero está claro que si alguna mudanza en su carácter ha habido en los días recientes se debe, sobre todo, a su debilidad política, y no a la derrota que significa el comprobado autoatentado que su intolerancia ha infligido a su salud, y cuyas secuelas volvió a desconocer cuando, en la conferencia de prensa durante la cual informó el padecimiento, Bolsonaro se quitó el cubreboca ante los reporteros para demostrarles que «Estoy bien».

Tal actitud recalcitrante pudiera entenderse si se atiende a las valoraciones de Luiz Henrique Mandetta, el ministro de Salud que sacó del ruedo en abril. «Bolsonaro cree en la ciencia política y hace todo pensando en cómo movilizar su base política. Él construye un gobierno focalizado en un segmento de la población al que le gusta ese tipo de actitudes», comentó el extitular a la argentina emisora Radio Perfil.

En efecto. Pese a todo, el mandatario, no cede. Incluso, se ha automedicado la hidroxicloroquina que los médicos no avalan del todo, y cuyo uso ha sido su obsesión… Bolsonaro tratará de sacarle réditos políticos a su enfrentamiento personal a la pandemia como hizo tras la agresión con arma blanca que sufrió durante la campaña electoral de 2018, y que lo catapultó a los primeros planos, aun en ausencia.

No hay evidencias, sin embargo, de que el hecho de ser una presunta «víctima valiente» resuelva sus problemas al frente del Gobierno y, mucho menos, los que ha ocasionado al país.

La economía no levanta «a pesar» —se lamentaría el titular de Economía, Pablo Guedes— de su estricta ejecutoria neoliberal; y esa crisis, las reformas anti-pueblo y el coronavirus siguen profundizando la crisis social, con un gabinete que va como barco a la deriva, sostenido por una amenazante presencia militar y donde, a cada momento, es preciso sustituir otro ministro.

Además, su familia está envuelta en un escándalo de corrupción del que es centro su hijo Flavio y al que se une la salida a la luz de lo que ha dado en llamarse «el gabinete del odio»: una estructura experta en fake-news que, según Perfil, «funciona a pocos metros del despacho de Bolsonaro en el Palacio del Planalto y coordina ataques en las redes sociales a la oposición y la prensa», con un papel protagónico en las elecciones de 2018. De modo que ese escándalo también podría salpicarlo a  él.

Sin embargo, la  posibilidad de un impeachment planea sobre su cabeza pero no aterriza desde mayo, cuando llegaron a presentarse más de una treintena de peticiones de juicio político: un deseo de sacar al Presidente del juego que, observadores políticos de tanto prestigio como el intelectual brasileño Emir Sader, estiman ha perdido apoyo entre la oposición.

Mientras, el mandatario es sostenido por los empresarios que nuclea Guedes, los militares, y legisladores «flexibles» a quienes se identifica como Centrao, aunque el reciente apresamiento de una figura clave en los esquemas de corrupción de Flavio (Fabrizio Queiroz) podría inclinar la balanza, otra vez, en contra de Bolsonaro.

También queda por ver si la campaña Fora Bolsonaro, iniciada el viernes por movimientos sociales y de izquierda para exigir su salida, logra movilizar y abrir los ojos de una ciudadanía manipulada por aquellas fake news del gabinete del odio que aún no juzgan los tribunales de Brasil.

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