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Últimos favores de Trump al apartheid israelí

Cumplidos finales con el aparato de poder sionista procuran borrar de una vez el derecho del pueblo palestino a un estado independiente

Autor:

Leonel Nodal

Sorprendido por su inesperada derrota electoral, antes de dejar la Casa Blanca Donald Trump se apresuró a cumplir evidentes compromisos contraídos con los grupos de poder judío-sionistas que apoyaron su candidatura.

Sin tiempo para volver a escenificar una aparatosa aparición en Jerusalén, Trump utilizó como mensajero al secretario de Estado Mike Pompeo, el encargado formal de ejecutar la política exterior del gobierno.

Pompeo, por su parte, aprovechó la ocasión para exhibir su ardiente simpatía por agrupaciones políticas de extrema derecha y conservadoras de Estados Unidos, que se escudan en las corrientes evangélicas cristiano-sionistas, para impulsar desde los templos un apoyo ciego e irrestricto a Israel.

Su tarea le cayó como anillo al dedo, ya que en Washington es un secreto a voces sus aspiraciones presidenciales como candidato republicano para los comicios de 2024, y al parecer ya está en campaña.

Tanto así que Pompeo programó un viaje a Israel en coincidencia con la fecha de celebración de la Convención Republicana, a la que dirigió un mensaje de apoyo a Trump desde Jerusalén, para resaltar su simbolismo ante el electorado judío y evangélico estadounidense, aún a sabiendas de que estaba violando las restricciones vigentes a los funcionarios de gobierno para hacer proselitismo electoral.

Los últimos cumplidos de Trump y Pompeo con el aparato de poder gobernante israelí, que impulsa y perfecciona un régimen de apartheid en el territorio árabe ocupado de Cisjordania, procuran borrar de una vez el derecho del pueblo palestino a un estado independiente, como dispuso Naciones Unidas.

Pompeo aterrizó el pasado 18 de noviembre en Jerusalén con la declarada intención de establecer un desafiante «precedente histórico», al convertirse  en el primer funcionario de su rango en visitar un asentamiento de colonos israelíes en Cisjordania, considerado ilegal por el derecho internacional.

En una conferencia de prensa en Jerusalén, junto al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, Pompeo dijo que Estados Unidos históricamente había tenido «una visión equivocada de los asentamientos».

Uno de los giros de política exterior ejecutados por la administración Trump, instigado por el poderoso lobby sionista de su entorno —encabezado por su  yerno judío e influyente asesor personal, Yared Kushner— fue revertir la postura oficial mantenida hasta entonces por Estados Unidos sobre los asentamientos judíos en Cisjordania.

En 2019, la administración dijo que Estados Unidos ya no considera ilegales los asentamientos, rompiendo con la comunidad internacional.

Netanyahu y Pompeo. Foto: AP

Descalificar a los críticos del apartheid israelí

Como regalo de despedida a Netanyahu, Pompeo anunció dos políticas más a su favor: dijo que los productos fabricados en los ilegales asentamientos israelíes en Cisjordania pueden etiquetarse como «Hecho en Israel», un cambio –afirmó—reconociendo la realidad». Asimismo, anunció que el Departamento de Estado designará al movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) como «antisemita».

BDS es una campaña internacional liderada por palestinos y personalidades judías opuestas al despojo y la opresión del pueblo palestino, que pide a la gente que presione a Israel por sus abusos a los derechos humanos y la ocupación de Palestina a través de varios boicots.

Según la nueva política, Estados Unidos «identificará organizaciones» que participan en BDS y «retirará el apoyo del gobierno de Estados Unidos a dichos grupos».

«Quieren hacer que la ocupación sea tan estándar, tan legal, tan legítima que aquellos que cuestionan la legalidad de los asentamientos se conviertan en víctimas de ataques; se conviertan en criminales; se les llame antisemitas; su actividad se llama discurso de odio», explicó Jonathan Kuttab, un abogado palestino-estadounidense especializado en derecho internacional, en declaraciones al diario Middle East Eye (MEE), editado en Qatar.

Área C, territorio palestino en extinción

Acorde con la nueva directiva del gobierno saliente de Trump, todas las exportaciones del Área C de Cisjordania, ya sean hechas por palestinos o israelíes, se marcarán «Made in Israel».

Es preciso recordar que los Acuerdos de Oslo, que pretendían trazar la ruta hacia la paz con el cumplimiento de la política de «dos estados» fijada por la ONU, dividieron Cisjordania en tres partes, y el Área C, que representa alrededor del 60 por ciento del territorio, está bajo el control casi total de Israel, con la promesa de una transferencia gradual de poder a la Autoridad Palestina. Pero en los años transcurridos desde la firma del pacto en 1995, Israel solo reforzó su control sobre el área y transfirió un mayor número de su población civil al territorio ocupado en violación del derecho internacional.

Kuttab dijo que elegir el Área C no fue accidental: es la sección con más tierra y menos palestinos, mientras que las Áreas A y B tienen «demasiados no judíos».

Lara Friedman, presidenta de la Fundación para la Paz en Oriente Medio (FMEP), dijo en una declaración a la prensa que la medida no tiene precedentes en la política estadounidense.

«Los palestinos que viven en el Área C no disfrutan de los mismos derechos que los judíos israelíes en el Área C, y mucho menos que los israelíes dentro de Israel. Punto final. Viven bajo un régimen legal diferente. Eso es apartheid», dijo Friedman.

Otro objetivo evidente de la política que Trump pretende legar a la próxima administración como hecho consumado es la distinción entre Gaza y Cisjordania, como dos territorios separados por la geografía, a los que corresponden políticas diferentes. Un aspecto de la estrategia para borrar al Estado palestino independiente.

«Bajo los Acuerdos de Oslo, Israel admitió que Cisjordania y la Franja de Gaza se considerarían un territorio integral», dijo Friedman. «En los años transcurridos desde Oslo, y particularmente desde la Segunda Intifada (1986) y luego de las diversas guerras de Gaza, Israel ha aislado a Gaza por completo de Cisjordania».

¿Judíos antisemitas?

Resulta curioso que, además del lógico repudio de la población palestina, los anuncios de Pompeo provocaron un claro y firme rechazo de grupos estadounidenses defensores de los derechos humanos y la paz en Oriente Medio, incluidos reconocidos activistas judíos opuestos a la segregación racial del apartheid sionista, que ridículamente pretende tacharlos de «antisemitas». Eso sin olvidar que los pobladores de Canaan, ancestros de los nativos de Palestina, también son pueblos semitas.

El grupo de derechos humanos con sede en Estados Unidos Human Rights Watch dijo que Pompeo había equiparado falsamente el apoyo pacífico a los boicots a Israel con el antisemitismo.

Por su parte, Jewish Voice for Peace Action, un movimiento liberal con sede en Estados Unidos, denunció la idea de que el BDS también es antisemita.

«Somos orgullosamente judíos, orgullosamente antisionistas y orgullosamente pro-BDS», tuiteó el grupo. «BDS es una herramienta poderosa en el trabajo por los derechos de los palestinos».

Una borrachera política intoxica a Pompeo

En otro movimiento sin precedentes para un funcionario de su rango, Pompeo también visitó los Altos del Golán, territorio ocupado militarmente en 1967 y anexado de modo formal por Israel en 1981, decisión repudiada por Naciones Unidas.

«No puedes quedarte aquí mirando fijamente lo que hay al otro lado de la frontera y negar lo central que reconoció el presidente Donald Trump, lo que los presidentes anteriores se han negado a hacer», dijo Pompeo desde el Golan. «Esto es parte de Israel».

El gobierno de Bashar al Assad denunció la visita de Pompeo, calificándola de «violación flagrante» de la soberanía de Siria.

La controversial visita de despedida de Pompeo fue una provocación animada por una borrachera política, que tuvo como escenario la ilegal colonia judía de Psagot. Allí se ubican los viñedos y la bodega del mismo nombre establecida en terrenos usurpados a sus legítimos propietarios palestinos por los colonos judíos que bautizaron «Pompeo» uno de sus vinos, que exportan a Estados Unidos.

Con justeza Hanan Ashrawi, prestigiosa miembro del Comité Ejecutivo de la OLP, declaró que «Pompeo está intoxicado por el vino del apartheid robado de tierras palestinas. Es oportunista y egoísta, y daña las posibilidades de paz».

La derrota electoral en Estados Unidos de las políticas racistas, xenófobas, supremacistas y teocráticas promovidas por Trump debía servirle de lección a Pompeo e Israel. El apartheid y el fascismo tienen el mismo rostro. Eso lo tiene claro una importante fracción de la población judía, que como pocas en el mundo sabe que son regímenes insostenibles, a pesar de los gestos de trasnochados fanáticos como Trump y Pompeo.

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