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Curiosos pactos entre el amor y la muerte

En la historia del arte, son escasos los casos de grandes artistas que decidieron quitarse la vida junto a sus compañeros de existencia Pregunte sin pena Sabías que...

Autor:

Julio Martínez Molina

André Gorz y Dorine. El ensayista, filósofo y periodista André Gorz conoció en un baile a quien sería su eterna compañera, Dorine. Corría el mes de octubre de 1947. Cinco años antes, durante una tranquila mañana brasileña, en Petrópolis, el escritor Stefan Zweig y Lotte, su segunda esposa, decidieron quitarse la vida tras apurar una terrible dosis de Veronal.

Casi justo 60 años después de enamorarse, André y Dorine también se suicidaron. Era septiembre de 2007.

En la historia del arte, no resultan aislados los casos de grandes artistas que, impelidos por los tropiezos de la existencia, los hombres y los nervios, decidieron hacerlo.

Escasos son, sin embargo, sucesos semejantes en los cuales decidieran abandonar la vida junto a sus compañeros sentimentales. El escritor anglo-húngaro Richard Koestler y su mujer, Cynthia, es otro de estos raros casos parecido a los de Zweig y Gorz.

Stefan Zweig tuvo miedo de partir solo; y subió al andamio de su locura fanática a un paso de su esposa. No cuesta mucho esfuerzo imaginar el grado de empatía espiritual establecido con ella, que hasta la muerte quisieron compartir juntos.

Triste final para un hombre grande al que la Literatura debe valiosas piezas y la especie humana preclaras advertencias. Para entenderlo, ayuda saber que la vida no le fue fácil a este hijo de judíos obligado por las purgas nazis a huir hacia Inglaterra en 1934.

Luego, seis años más tarde, partiría rumbo a Estados Unidos para recalar, definitivamente, un año después, en Petrópolis, lejos, muy lejos de su Viena natal «de donde tuve que huir como un criminal antes de que fuese degradada a la condición de ciudad de provincia alemana», y su mundo perdido.

A partir de la Primera Guerra Mundial, frisando Stefan los 35 años, prenden en él ideales pacifistas nunca más desdeñados. Se traslada a Zurich y allí comienza a propalar sus criterios en diversas publicaciones. Concluida la contienda, marchó a Salzburgo, donde escribe las ricas biografías ficcionadas a las que debe la fama, además de novelas y relatos.

Ya en Jeremías, poema dramático de 1917, manifiesta su aversión por la guerra quien preconizara el fin de los nacionalismos y abogara por una Europa sin fronteras, elementos patentes en su autobiografía El mundo de ayer: memorias de un europeo, su pieza cumbre.

Esta obra contiene espléndidas reflexiones sobre el imperio austro-húngaro; y sobre lo que califica de «peste del nacionalismo, que de la noche a la mañana transformó a Europa en un erial dividido por innumerables fronteras, donde se señalaba como enemigo de una nación a quien hablase la lengua de otra o admirase una cultura diferente a la autóctona».

O esta otra afirmación: «Tuvimos que dar la razón a Freud cuando afirmaba ver en nuestra cultura y en nuestra civilización tan solo una capa muy fina que en cualquier momento podía ser perforada por las fuerzas destructoras del infierno».

Como dijo Erasmo en su Elogio de la locura, bíblicamente inspirado: en ocasiones demasiado conocimiento puede entristecer alma y cerebro.

Stefan Zweig y Lotte.

Este «ser de ninguna parte, forastero en todas» —como se autocalificara Zweig— no le permitió, al otear profundo en el horizonte, ver algo que le inspirara para sobrevivir.

Gabriela Mistral, quien al momento de su muerte era cónsul de Chile en Brasil, tocó el cuerpo aún tibio de su amigo y dijo: «murió de guerra». Algunas fuentes sostienen que Lotte, en cambio, murió de amor por Stefan, y prefirió partir a su lado.

En su último libro, Historia de un amor, publicado en 2006, André Gorz dio pistas en torno a una suerte de «acuerdo conyugal» con Dorine (o D, como él la llamaba): «Ambos desearíamos no sobrevivir a la muerte del otro. Nos hemos dicho que si tuviéramos otra vida quisiéramos pasarla juntos».

Ya a estas alturas le habían detectado una enfermedad degenerativa que influyó mucho para llevar a cabo el suicidio programado.

Vienés e hijo de judíos, como Stefan, André también conoció el odio antisemita, deambuló, como aquel, por varios sitios —hasta afincarse en Suiza y luego definitivamente en Francia—, e igualmente escribió sin parar a lo largo de toda su vida.

Si bien nunca alcanzó la notoriedad de Zweig, sus trayectorias vitales guardaron muchas semejanzas. El propio Jean-Paul Sartre, quien lo influenciara para iniciarse en la filosofía existencialista, le prologó a Gorz su primer libro, Le traîtré, en 1955.

Codirigió, junto a Sartre y Simone de Beauvoir, la revista Les Temps Modernes. El autor de La ecología como política publicó además, de forma ininterrumpida, en varios de los más importantes periódicos y revistas franceses (fundó Le Novel Observateur, de la cual se distanció por diferencia de enfoques en la última etapa de su vida); sobre todo artículos de temas económicos.

Aunque polémico, e incluso discutible en alguna de sus afirmaciones sobre el futuro de las clases sociales, simpatizó con la llamada nueva izquierda italiana y criticó con insistencia al capitalismo en sus textos.

Nunca cesó de crear, ni siquiera cuando prácticamente no podía hacerlo ya. Fue de lo único que tuvo deseos hasta su deceso. De eso; y de amar a Dorine. Se amaron tanto que, en cierta ocasión, afirmaron que, de poder planear una segunda vida, repetirían la misma.

Gorz escribió que para vivir debía tenerse muchas ganas, y que para morir solo hacía falta valor. Siniestra, bella, e incompletamente cierta, tal fue su ecuación de la lógica de las circunstancias, y solo así le resultó dable despejarla.

Sabías que... Un reciente informe de la Cruz Roja Internacional definió el VIH/sida como uno de los más complejos desastres a largo plazo que enfrenta la humanidad en comparación con catástrofes naturales específicas, como el tsunami de Asia o el huracán Katrina.Según el organismo internacional, las 25 millones de muertes acontecidas a causa de esa enfermedad, los 33 millones de personas viviendo con el VIH y las 7 000 nuevas infecciones cada día son, desde cualquier punto de vista, un desastre global.Cuando los desastres o las crisis suceden, las personas con VIH/sida son las más afectadas porque se interrumpen sus terapias. De los millones de dólares que se supone están disponibles en la lucha contra el padecimiento, muchas veces el dinero no llega a los más perjudicados.Funcionarios de la Cruz Roja advierten que otra problemática en torno a la enfermedad es la respuesta deficiente de ese organismo ante desastres naturales o conflictos bélicos.Durante esos eventos, los factores de riesgo del VIH/sida pueden incrementarse al mismo tiempo que, en el afán de llevar ayuda de emergencia para mayorías, las necesidades individuales de pacientes con sida pueden quedar al margen.La Cruz Roja está promoviendo que dentro de la respuesta normal a un desastre se incluya el cuidado de pacientes con VIH/sida para prevenir mayores infecciones. Pregunte sin pena W.M: Soy universitario. Nunca he tenido una relación amorosa formal porque soy muy duro de sentimientos. A veces no siento deseos de enamorarme. Estar sin compromiso me hace sentir un hombre libre. A la vez, me aterra la idea de quedarme solo y no tener descendencia. En otros momentos tengo pensamientos de querer casarme para empezar temprano y así disfrutar del amor siendo joven. ¿Qué me aconseja?Si ya eres un hombre universitario y jamás has sido flechado por Cupido, quizá la pregunta adecuada sea aquella que cuestione eso que llamas dureza de sentimiento, en lugar de elegir al margen de lo que sientes. También cuenta lo que tu cuerpo clame.Tus planteamientos muestran un conflicto exclusivamente racional. En ningún momento te refieres a una persona que desees, te llame la atención, o haga tambalear la rudeza sentimental que atribuyes a tu ser. El lazo amoroso trasciende la formalidad de visitas, paseos, fidelidad, etc. El compromiso básico es afectivo. La implicación emocional con la otra persona despierta el deseo de estar juntos, visitar, ser fiel, complacer y demás. Si este lazo primario no existe, entonces la relación se torna un formalismo.Señalas que no has sido un novio formal de nadie, pero no aclaras si has establecido algún vínculo amoroso significativo.Lo primero será descubrir aquello que verdaderamente deseas. Por eso me parece muy oportuno que antes de decidir busques ayuda especializada. Este primer encuentro debe continuar con la consulta cara a cara con un profesional.Mariela Rodríguez Méndez. Máster en Psicología y consejera en ITS y VIH /sida

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