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El lanzamiento del satélite espacial Sputnik cambió el mundo

Autor:

Juventud Rebelde

Hace hoy 50 años que la entonces Unión Soviética lanzó el primer satélite espacial de la historia

Solo un monótono «bip-bip» que podía ser captado por los radioaficionados, y una lucecita imperceptible que atravesaba el cielo, fueron los rasgos visibles del Sputnik 1, el primer satélite artificial colocado en el espacio, hace hoy exactamente medio siglo.

Con Sputnik 1 arrancó la carrera espacial. Lanzado por la extinta Unión Soviética el 4 de octubre de 1957, desde su centro espacial ubicado en Baikonur (Kazajstán), el Sputnik 1 era una bola de acero de 58 centímetros, llena de nitrógeno, con un peso de 83 kilos, y que estaba provista de varias antenas, con las cuales transmitía a estaciones terrestres datos sobre la densidad de la atmósfera y las temperaturas.

Este primer satélite, con una velocidad cósmica de 8 000 metros por segundo, viajó a una altura de 939 kilómetros sobre la superficie de la Tierra, hasta que se agotaron sus baterías químicas y la brillante bola se desintegró el 4 de enero de 1958 al reingresar en la atmósfera terrestre.

No obstante, ya antes de morir, el Sputnik 1 tenía sus sucesores listos, e incluso había encontrado compañía «viva» en el espacio, pues el 4 de noviembre de ese mismo año, apenas un mes después de lanzar el primer satélite, la Unión Soviética había puesto otro en órbita, esta vez con el primer ser vivo que llegaba al espacio sideral: la perra Laika.

Ziper y sartenes

Mucho se ha escrito sobre los motivos políticos, estratégicos e incluso militares que durante décadas llevaron a la Unión Soviética y a Estados Unidos a una desenfrenada «carrera por el espacio».

Y si bien es verdad que para ambos fue un programa muy costoso, al punto de que se ubica como una de las causantes de la crisis económica en que se sumió la URSS antes de desintegrarse, tampoco puede negarse que los efectos en el conocimiento y el progreso humano de la conquista del espacio son altamente significativos.

Desde que se lanzara el primer satélite hasta la fecha, más de 6 000 objetos de todo tipo han sido enviados al espacio exterior, ya sean grandes cohetes, estaciones espaciales o simples dispositivos de comunicación, muchos de los cuales todavía orbitan en un rango que va desde los 80 hasta más de 3 000 kilómetros de la Tierra.

Gracias a estos no solo se han logrado predecir y estudiar importantes procesos climáticos como huracanes, sequías, incendios forestales y hasta el calentamiento global, sino que también han permitido el acelerado desarrollo de las telecomunicaciones, desde la televisión por cable hasta la telefonía celular.

Además, muchos de los inventos que surgieron como elementos imprescindibles para el desarrollo de la astronáutica, forman hoy parte de la vida cotidiana sin que muchas veces nos demos cuenta de ello. Así sucede con las computadoras, la fibra óptica, o simplemente con el teflón que reviste neveras y refrigeradores y ha posibilitado hacer sartenes donde freír sin que la comida se pegue en su fondo. No faltan tampoco elementos más especializados, como lentes de contacto, cristales polarizados o las comidas instantáneas; sin olvidar al archidifundido ziper o cremallera, que hoy adorna la mayoría de los vestuarios, y el cual recibió un impulso decisivo con los trajes de los cosmonautas.

Son apenas algunos de los múltiples frutos de la «conquista del espacio», que durante la década de los 80 del pasado siglo dejó de ser patrimonio exclusivo de Estados Unidos y la Unión Soviética, cuando otros países, ya sea por la colaboración con estas dos potencias o por esfuerzo propio, también pusieron su granito de arena con cosmonautas o satélites especializados.

No obstante, todavía no se puede decir que se haya avanzado lo suficiente en el dominio de espacios más allá de la atmósfera terrestre.

Carrera sin parar

Si bien al lanzamiento del Sputnik 1 le siguieron otros, entre estos la puesta en órbita el 31 de enero de 1958 por Estados Unidos de su primer satélite, el Explorer I, no fue hasta el 12 de abril de 1961 que el primer ser humano llegaría al espacio, cuando el cosmonauta ruso Yuri Gagarin circunvaló la Tierra.

Ya en marzo de 1965 otro cosmonauta soviético, Alexei Leonov, fue el primero en salir de una nave al espacio abierto; mientras que el 20 de julio de 1969 el estadounidense Neil Armstrong fue el primer humano que puso un pie sobre la Luna, en una transmisión en vivo que vieron más de 500 millones de personas alrededor del mundo, y que todavía hoy algunos dudan que fuera real, pues afirman que se trató de una gran farsa montada con fines propagandísticos.

La década de los ’70, en plena Guerra Fría, fue pletórica en lanzamientos de satélites de todo tipo, aunque fue en los ’80, específicamente en 1981 y 1986, cuando tuvieron lugar los hechos más significativos allende la atmósfera.

El 12 de abril de 1981 Estados Unidos inició el primer vuelo del Columbia, dando paso a la era de los transbordadores, naves espaciales que a su regreso a la Tierra aterrizan como un avión. Sin embargo, para no quedarse atrás, el 20 de febrero de 1986 la Unión Soviética lanzó la estación espacial Mir, la primera habitada permanentemente, que sustituyó a un proyecto anterior que databa de finales de la década de los ’70.

Estación Espacial Internacional. El 2 de noviembre de 2000 entró en funcionamiento la Estación Espacial Internacional (ISS por sus siglas en inglés), donde desde entonces ha existido presencia humana permanente.

Varios países han enviado cosmonautas al universo, entre estos Cuba, con Arnaldo Tamayo Méndez, en 1980, primer cosmonauta de América Latina; o recientemente China, otra gran potencia que se ha empeñado en desarrollar su industria espacial, al igual que lo hacen en América Latina naciones como Brasil y Venezuela.

Y aunque no es ocioso repetir que el balance de la «carrera espacial» es extremadamente beneficioso para la humanidad, no faltan lados oscuros, incluso desde el punto de vista ambiental, al punto de que varios expertos aseguran que dentro de poco la «conquista» que se emprendió en 1957 podría tener que detenerse... para limpiar.

Desperdicios siderales

Representación de la basura espacial en torno a la tierra. La abundante basura espacial que circunda el planeta es hoy uno de los temas más preocupantes en el desarrollo espacial, pues desde 1957 a la fecha se han realizado más de 4 800 lanzamientos, los cuales han dado lugar a más de 25 000 objetos catalogados, de los cuales aproximadamente un tercio todavía está en órbita.

Esto implica que sobre nuestras cabezas «vuelan» unas 4 500 toneladas de metal, que van desde minúsculos fragmentos de pocos milímetros, hasta de varios metros. Todos constituyen una amenaza para naves espaciales y satélites, los cuales han tenido que ser blindados para evitar los nocivos impactos, lo que ha encarecido su construcción.

Además, como la mayor parte de la basura espacial se sitúa obviamente en las bandas de altitud más útiles para los vuelos espaciales y las órbitas satelitales, estos últimos, por ejemplo, deben ser vigilados constantemente e incluso en varias ocasiones se ha variado su órbita para evitar «choques».

Ejemplos de lo nocivo de estos desperdicios sobran. En 1981, por citar un caso, todo indica que el satélite Kosmos 1275 se destruyó en una colisión; mientras que en julio de 1996 el minisatélite militar francés CERISE cambió de órbita bruscamente tras ser impactado por un fragmento fuera de control de un cohete Ariane que había estallado diez años antes.

Tampoco han faltado amenazas serias contra los cosmonautas, como la del 15 de septiembre de 1997, cuando los miembros de la Mir tuvieron que refugiarse en el vehículo de seguridad Soyuz, a la espera del paso anunciado de un satélite norteamericano por las inmediaciones de la estación espacial.

Incluso la misma Tierra está amenazada directamente, como lo evidencia el ejemplo del Skylab, que entró sin control en la atmósfera en julio de 1979, dispersando unas 20 toneladas de residuos por el Océano Índico y Australia; o en marzo de 1997, cuando un depósito de cohete Delta, de 225 kilogramos de peso, se estrelló a 50 metros de una granja de Texas.

Desde 1958 se sabe de al menos 62 casos de fragmentos de basura espacial que han llegado a chocar contra el planeta; mientras existe una preocupación latente por los más de 1 300 kilogramos de material radioactivo que permanecen en órbita repartidos en unos 50 satélites.

El problema es tan grave que los cálculos de los científicos auguran que los nuevos satélites de telecomunicaciones que están siendo colocados entre 1 500 y 2 000 kilómetros de altitud, sufrirán como promedio un problema al año por culpa de impactos con fragmentos de basura espacial, una secuela de la «carrera espacial» que comenzó hace 50 años con el Sputnik 1.

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