Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¡Continuar, seguir juntos, seguir juntos pueblo, fuerza armada, con su Constitución, con su Testamento Político, con su ejemplo y con nuestro amor!

Palabras de Nicolás Maduro, vicepresidente ejecutivo de la República Bolivariana de Venezuela, en la Ceremonia Oficial en memoria del Comandante Presidente Hugo Rafael Chávez Frías, 8 de marzo de 2013, «Año 55 de la Revolución»

Autor:

Juventud Rebelde

(Versiones Taquigráficas – Consejo de Estado)

Querida Doña Elena;

Queridos hijas, hijo, nietos, nietas, hermanos; maestro Hugo de los Reyes; familiares de nuestro Comandante Presidente, padre y guía, Hugo Rafael Chávez Frías;

Queridos y estimados y estimadas presidentes y presidentas, primeros ministros, primeras ministras, príncipe de las cuatro latitudes de nuestro planeta que han venido a expresar, con su amor y su presencia, todo el apoyo y la solidaridad a nuestro glorioso pueblo de Venezuela, a nuestro Comandante Hugo Chávez (Aplausos). Les damos las gracias desde nuestro corazón por haber venido desde sus tierras a traernos este homenaje tan grande y a traernos con su abrazo y su palabra el aliento que necesitamos en esta hora dura y trágica de la historia de este siglo XXI.

Queridos líderes que se encuentran; movimientos sociales; dirigentes políticos y sociales del mundo entero que andan entre las calles con el pueblo (Aplausos); querido compañero Gustavo Dudamel, maestro Abreu, que han traído la música de nuestros niños y jóvenes para llenar de viento fresco el alma de este hombre puro que aquí tenemos (Señala) (Aplausos).

Compañeros, compañeras del Gobierno bolivariano del Presidente Hugo Chávez; compañeros gobernadores, gobernadoras:

Aquí estamos, al frente de él, como nunca hubiéramos querido estar. Con el dolor más inmenso que pueda caber en nuestra humanidad, aquí estamos, Comandante.

Ayer una señora nos decía —y cuando nos lo decía sentimos la justa dimensión de lo que ha sucedido—, dándonos aliento:  Tengan fuerza, porque él, su alma y su espíritu eran tan fuertes que ya su cuerpo no los aguantaba y se liberó, y ahora su alma y su espíritu andan por este universo expandiéndose, llenándonos de bendiciones, de amor; recogiendo todas las bendiciones de todas las religiones, de todos los pueblos, de todo el amor que pueda haber en ese universo para traérnoslo, y así sabemos que es, Comandante, y así lo sentimos (Aplausos prolongados).

En las oraciones dicen que es tiempo de perdón, y tú nos enseñaste al amor más infinito, que llegó hasta el perdón en las circunstancias más difíciles. No ha habido líder en la historia de nuestra patria más vilipendiado, más injuriado y más atacado vilmente que nuestro Comandante Presidente. Jamás en 200 años se mintió tanto sobre un hombre, ni aquí ni en el mundo; ni a nuestro Bolívar, lo traicionaron ciertamente, pero no se atrevieron a vilipendiarlo, ni en su tiempo ni luego de su tiempo. Pero no pudieron ni la mentira ni el odio, porque aquí está nuestro Comandante. ¿Y por qué no pudieron? ¿Ustedes saben por qué no pudieron, queridos Jefes de Estado que han traído su amor más puro por este hombre, más allá de las ideologías y las fronteras políticas? Porque nuestro Comandante tenía, desde adentro, el escudo más poderoso que puede tener un ser humano, que es su pureza, su verdad.  ¡Su escudo de pureza de amor de Cristo, de hijo verdadero de Cristo lo salvó de la injuria, de la infamia, y aquí está invicto, puro, transparente, único, verdadero, vivo para siempre, para todos los tiempos, para este y todos los tiempos futuros!

¡Comandante, no pudieron contigo! ¡No podrán con nosotros jamás! ¡Jamás podrán! (Aplausos prolongados y exclamaciones de:  «¡Chávez vive, la lucha sigue!»)

Nosotros, en vida, le fuimos leales.  Todos, todos, todos los grandes hombres de esta tierra venezolana... Y eso lo aprendimos porque él nos lo enseñó, nosotros no lo sabíamos; muchos de nosotros, casi desde niños, nos incorporamos a las filas revolucionarias y transitamos distintos caminos, unos en filas militares, como la generación de hijos militares; les pido que se paren  (Se ponen de pie).  ¡Aquí están tus hijos, Comandante! (Aplausos.) ¡Aquí está tu Fuerza Armada Bolivariana hecha pueblo, hecha espíritu, hecha carne, con sus fusiles, con su espada! (Aplausos.)  ¡Un ejército de paz es nuestra Fuerza Armada, de liberadores y libertadoras! (Aplausos.) Y transitamos desde muy niños, 11, 12 años, algunos desde nuestros hogares, con nuestros padres, nuestras madres, pero jamás en el camino de la redención de nuestra patria, nunca, jamás, nosotros supimos de nuestra historia.

Si se quiere construir correctamente el legado que deja Hugo Chávez, lo primero que hay que reconocer es que nos hizo redescubrir la historia cierta de nuestra patria, levantó las banderas del Libertador Simón Bolívar, las encarnó; las encarnó y nos enseñó el amor y el perdón. Nos enseñó también a amar nuestra historia.

Por eso hoy decimos, desde nuestro corazón —les pido permiso a sus hijos y a su madre—: Comandante, aquí, usted invicto, nosotros en su nombre, con el amor de Cristo, perdonamos a los que lo injuriaron (Aplausos). Esté usted libre de todas las culpas que trataron de echar sobre usted (Aplausos).

En esa historia a todos nuestros líderes, empezando por el más grande de todos, Simón Bolívar: se le prohibió la entrada a las provincias unidas de Venezuela; al Gran Mariscal de Ayacucho se le amenazó de fusilamiento si tocaba tierra de las provincias ya separadas de Colombia la grande, Colombia la primera, Colombia la nuestra, que está latiendo con ganas de nacer, de refundarse otra vez.

Todos murieron expulsados de aquí por quienes nos mandaron y nos traicionaron.  Unos traicionaron a Bolívar, y murió allá en la patria grande, en Santa Marta, allí, donde un día fue nuestro Comandante a sentarse con el presidente Juan Manuel Santos y estrechar sus manos y a decir: «Vamos a trabajar juntos, ¡juntos!», y así fue, presidente Santos. Muchas gracias, muchas gracias (El presidente Santos se pone de pie y asiente) (Aplausos).

El Gran Mariscal de Ayacucho, su cadáver quedó tirado entre la tierra, y los pobres de la tierra lo guardaron hasta que lo pudieron llevar a Quito. Estuvo 70 años escondido, perdido, tuvo que venir ese gran general bolivariano Eloy Alfaro, en 1900, para reivindicarlo, sacarlo del ostracismo y llevarlo a donde tenía que estar, en la Catedral de Quito, allá con nuestros hermanos, con el presidente Rafael Correa y con el pueblo bolivariano del Ecuador (Aplausos).

¿Por qué tenía que ser así la hora final de los grandes que nos fundaron, de los que fueron a pie, descalzos desde aquí desde el Caribe hasta el Potosí a darnos la libertad? ¿Por qué tanta traición, tanta envidia, tanto egoísmo? ¿Por qué tanta maldad? Por los intereses que se impusieron, que no fueron los intereses supremos de la patria que había nacido, que no fueron los intereses supremos de los pueblos. Eran tiempos de confusión y las fuerzas no le dieron al gran Bolívar y al gran Sucre para cohesionar la tierra y el pueblo que habían liberado.

Otro grande tuvimos aquí, Ezequiel Zamora, general del pueblo soberano, redentor, a quien le tocó levantar las banderas traicionadas de Bolívar.  Y también murió de un balazo, el 10 de enero de 1860, cuando venía a Caracas con sus tropas victoriosas de patas en el suelo y desdentados. Esto nos lo enseñó nuestro maestro y padre.

Y Cipriano Castro, hace cien años, ya había aparecido el petróleo en nuestra Venezuela, y un hombre nacionalista como Cipriano Castro enfermó y salió en 1908, y no había terminado de zarpar el buque que lo llevaba cuando la traición del Vicepresidente en funciones se impuso, y Venezuela tuvo 30 años de la peor dictadura que hayamos conocido en el siglo XX.

Y vinieron por nuestro petróleo, lo saquearon. Venezuela fue el primer productor de petróleo del mundo en la década de los años 20 del siglo XX. ¡Saqueado nuestro país!

Así que, Comandante, una vez usted nos contó que hablando desde el avión presidencial le leía esta historia al Comandante Fidel Castro, Comandante en Jefe de los pueblos libertarios de nuestra América Latina y el Caribe (Aplausos).  Nos contó que el Comandante Fidel Castro, luego de escucharlo en silencio, atentamente, le dijo:  Hugo, qué triste esa historia, yo no lo sabía; pero ten la seguridad de que ni tú ni yo moriremos así.  Cuando nos tengamos que ir, nos iremos con nuestros pueblos victoriosos, de pie, con la bendición y el amor de los justos y de las justas (Aplausos).

Se cumplió la palabra de Fidel:  ¡Aquí está usted, Comandante, con sus hombres, de pie, todos sus hombres y mujeres leales, como lo juramos ante usted.  Leales, hasta más allá de la muerte.  Y usted, Presidente en funciones de la República Bolivariana de Venezuela, Comandante en Jefe de nuestra Fuerza Armada, aquí en su patria, en su tierra, bajo el mando de su mando, de su mando único!  ¡Hemos roto el maleficio de la traición de la patria y romperemos el maleficio de la derrota y de la regresión! (Aplausos prolongados.)

Hemos roto ese maleficio, aquí está la Espada desenvainada, y sus ojos viendo a Cristo.

En los días previos, en los días, horas, antes de los anuncios del 8 de diciembre, un grupo de compañeros lo visitó a La Habana:  Diosdado, compañero y hermano de estas batallas, pero, sobre todo, de las que vienen, Diosdado Cabello Rondón, revolucionario, puro también de alma, hijo de nuestro Comandante Hugo Chávez (Aplausos); los compañeros Rafael, Elías, Cilia.  Allá lo acompañaban como siempre:  Rosa, María, Rosinés, Hugo, Adán, todos sus hermanos; el compañero Jorge Arreaza, compañero de vida de nuestra querida Rosa Virginia y a quien nuestro Comandante adoptó como su hijo directo.  Y en una madrugada muy dura me tocó a mí llegar allí a su habitación, estábamos juntos Jorge y yo

—Jorge siempre escribiendo en su cuaderno todo—, y allí, bueno, el Comandante nos pidió que lo ayudáramos en una tarea.  Nos dijo: «Yo creo que tengo que escribir unas palabras finales, como un testamento», y nos dio, como siempre, una orden: «El testamento de Hugo Chávez. Ayúdenme a un guión, algunas ideas para yo sentarme a escribirlas en estas horas». Esa orden no la cumplimos, no pudimos, era imposible.  Esa orden él la había cumplido ya, porque la vida entera de nuestro Comandante ha sido un testamento:  su palabra, su pasión, su acción, su obra, su pueblo. El pueblo de Venezuela es su testamento. Los humildes de este mundo, los pobres, los desesperanzados, los oprimidos de todos los tiempos y todas las horas, nosotros, los nietos de los esclavos, somos su testamento vivo.  Él dejó su testamento firmado y sellado por el pueblo. El primero de ellos aquí está (Muestra la Constitución).

Si alguien quiere saber quién es Hugo Chávez de verdad y quiere rasgar el velo de la mentira, de la canalla mediática, de la guerra psicológica mundial contra este hombre, conozca esta letra hecha por él, su Constitución, aprobada por el pueblo, discutida por el pueblo (Aplausos), y conozcan su letra y su acción.

Todo lo que hoy somos está aquí (Muestra la Constitución), aquí está nuestra guía.  Si alguien tiene duda en algún momento de algo, aquí está la palabra suprema de la patria, la carta de Paz, la carta de todos.

Cuando esta Constitución se discutió, salimos a la calle a debatir, y se convocó un referéndum y algunos venezolanos salieron a llamar a votar por el «No», porque no se aprobara.  Bueno, cómo es la vida, el Comandante Chávez nos lo dijo en ese año 1999, éramos constituyentes, y él dijo: «Bueno, paciencia, lo que es justo, es justo, y esta letra será reconocida por todos más temprano que tarde». Hoy podemos decir, Comandante, que esta es la Carta de todos y todas; incluso, los que se opusieron hoy la asumen como suya.  ¡Bienvenidos todos!  Venezuela es para todos y es de todos, y esta Carta es nuestra guía de unión, de paz, de convivencia (Aplausos); es una carta para hacer revolución, revolución democrática.

Si se quiere buscar más cerca qué soñaba nuestro Comandante invicto —como dijo ayer el General de Ejército Raúl Castro, en sus palabras en Santiago de Cuba—, si se quiere saber qué pensaba que debía hacer la Venezuela de este siglo XXI, Jorge, camarada, su testamento lo escribió él mismo en junio del año 2012, de puño y letra; lo sabe Elías Jaua que era vicepresidente ejecutivo, colaborador directo del testamento cierto del comandante Chávez.

Aquí nos dejó cinco tareas históricas, cinco tareas históricas, de un pensamiento que forma parte de un sistema de valores, de principios, inspirado en Bolívar, nuestro Padre fundador, en los libertadores; inspirado en la sabiduría de nuestros pueblos indígenas, en nuestro gran Guaicaipuro, inspirado en Cristo.

Si alguien se puede preguntar o se quisiera preguntar cómo es un hombre o una mujer, un ser humano cuando se asume hijo verdadero de Cristo, nuestro redentor, y se consagra y da su vida, su cuerpo, todo su espíritu para un pueblo, para los oprimidos, para los pobres, tendrá que reconocer que Hugo Chávez fue un cristiano auténtico de la calle, un cristiano, un redentor en Cristo, un protector en Cristo de los pobres de esta tierra y de todas las tierras del mundo (Aplausos).

Así que cinco tareas históricas nos dejó, absolutamente cohesionadas, democráticas, porque después de un debate democrático en esta patria de hombres y mujeres conscientes y libres, nuestro pueblo le aprobó a nuestro Comandante su testamento.

Jamás en política mintió, ni en nada.  Cuando él descubrió por su propio camino que en el capitalismo —y menos en el capitalismo neoliberal— era imposible estabilizar la sociedad, darle igualdad y felicidad a los pueblos, y era imposible sostener con estabilidad las democracias verdaderas, un día de diciembre de 2004 nos dijo: «Voy a levantar las banderas del socialismo nuestroamericano, indígena, bolivariano, cristiano; vamos a atrevernos con audacia a construir ese sueño de la humanidad y en democracia:  el socialismo». Y aquí deja un sistema de principios, valores, cinco.

El primero de ellos: «Mantener y consolidar la independencia conquistada en estos 14 años de revolución democrática, popular y bolivariana» (Aplausos).

El segundo: «Construir nuestro socialismo, diverso, democrático, nuestroamericano» (Aplausos).

El tercero: «Construir a Venezuela como un país potencia, en el marco de la gran potencia de América Latina que se va a construir en los próximos años» (Aplausos), y que la vimos aquí de pie representada por la diversidad de presidentes y presidentas que aquí han venido.

Nosotros tenemos que ser una gran potencia. Fue aquí mismo, queridos presidentes y presidentas, aquí mismo en este patio donde el cadete Chávez se formó.  Qué iba a decir la vida que 30 o 40 años después ese cadete iba a estar presidiendo aquí la fundación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, que dignamente ha presidido el presidente Sebastián Piñera, de Chile, al cual agradecemos toda su generosidad y todas sus expresiones respetuosas y cariñosas para el presidente Hugo Chávez (Aplausos), y que hoy preside el General de Ejército Raúl Castro Ruz, y la Cuba de la dignidad al frente de esta organización (Aplausos).

Cuarto objetivo:  Construir un mundo de equilibrio, Bolívar, de equilibrio, el equilibrio del universo, sin imperios.

Aquí se encuentran unos representantes que nosotros saludamos y apreciamos; a Jesse Jackson, pero también están el excongresista Bill Delahunt y el congresista Gregory Mecks, a los cuales he saludado, que han sido enviados por el presidente Obama (Aplausos). ¡Bienvenidos!

Nosotros queremos y amamos a todos los pueblos de nuestra América; pero queremos relaciones de respeto, de cooperación, de paz verdadera.  Nosotros queremos, y así lo escribió el Comandante Chávez, un mundo sin imperios, sin naciones hegemónicas, un mundo de paz que respete el derecho internacional, que sea capaz de encontrarse para cooperar, para vivir, para ser justos en términos de igualdad.  ¿Y por qué no puede ser posible, si aquí está toda la voluntad de un mundo, toda la fuerza política de un mundo?  Y América Latina tiene la tarea histórica de hacer ese nuevo mundo, de unirnos en la diversidad y decirle al mundo:  ¡Aquí está América Latina, la de los libertadores!  ¡Aquí estamos de pie juntos!  ¡Este mundo tiene que cambiar, Comandante! (Aplausos.)

Y un quinto objetivo, que lo voy a leer, porque sin esto será imposible la propia existencia de la especie humana, y porque, al final, ese quinto objetivo es el que le da coherencia a toda la redacción de este testamento que nos dejó el Comandante Hugo Chávez.

El quinto objetivo es muy sencillo, y lo decimos con la mayor humildad, pero con la mayor angustia por la humanidad.  Dice el Comandante Hugo Chávez:

Quinto objetivo histórico: «Contribuir con la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana». No existirá ni capitalismo, ni socialismo, ni ninguna de nuestras religiones, si no somos capaces desde donde estemos, con nuestras creencias ideológicas, políticas y religiosas, de salvar este planeta, acabar con las bombas nucleares, eliminar toda esa fuerza de destrucción, de contaminación de ríos, de mares, de calentamiento del planeta.

Aquí está, Comandante, su testamento.

Hace varios años el Comandante Presidente, a veces, cuando había momentos apremiantes, o cometíamos errores, siempre nos decía:  Nicolás, Elías, Rafael, Yadira, Jorge, ¿qué van a hacer ustedes cuando yo me muera?  Nosotros siempre le decíamos: «¡No diga eso, Comandante, por favor...!» «¡¿Qué van a hacer ustedes cuando yo me muera, cómo van a hacer?!»

Él lo dejó todo arreglado; ya queda de parte nuestra si lo hacemos o no lo hacemos (Aplausos). Nosotros llamamos a todo nuestro pueblo a que lo hagamos.

¿Qué vamos a hacer cuando usted se muera, Comandante? Usted puede ir en paz, desde nuestras oraciones y nuestro amor en Cristo y desde nuestros corazones le deseamos la mayor paz que en ese ámbito de vida, en ese nuevo plano usted pueda tener.

¿Y qué vamos a hacer nosotros? ¡Continuar, seguir juntos, seguir juntos pueblo, fuerza armada, con su Constitución, con su Testamento Político, con su ejemplo y con nuestro amor! ¡Seguir protegiendo a los pobres! ¡Seguir dándole alimento al que lo necesita! ¡Seguir contribuyendo a la educación de nuestros hijos! ¡Seguir construyendo la patria grande!  Seguir construyendo la paz, la paz, la paz de nuestro continente, la paz de nuestro pueblo! Así, que, Comandante, ¡misión cumplida, Comandante Presidente! ¡La batalla continúa!

¡Chávez vive, la lucha sigue! (Exclamaciones de: «¡La lucha sigue!»)

¡Que viva Hugo Chávez! (Exclamaciones de: «¡Que viva!»)

¡Que viva nuestro pueblo! (Exclamaciones de: «¡Viva!»)

¡Que viva el amor y la unión! (Exclamaciones de: «¡Viva!»)

¡Hasta la victoria siempre, Comandante!

(Ovación.)

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