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¿Suicidio o asesinato?

En Middleburg, Florida, un hombre de 61 años resultó abatido por la policía luego de que él mismo la llamara y le dijera que tenía ganas de matar a alguien

Autor:

Juana Carrasco Martín

Fama tiene la policía estadounidense por el uso excesivo de la violencia para reprimir, lo mismo una manifestación por los derechos de quienes protestan que para enfrentar a un sospechoso de cometer un delito, aunque no tenga la más mínima prueba de la existencia de un crimen. Se les reconoce, además, como gatillos alegres bajo el lema de dispara primero y luego pregunta, sobre todo si enfrente tienen a un ciudadano de los grupos minoritarios, especialmente negros.

Este domingo, en Middleburg, Florida, se dio un caso singular: un hombre de 61 años resultó abatido por la policía luego de que él mismo la llamara y le dijera que tenía ganas de matar a alguien.

Motivo suficiente para que los agentes acudieran a su casa y cuando el hombre salió de la vivienda, le apuntaron y al instante le dispararon mortalmente.

Ahora resulta que el jefe policial Rick Beseler ha dicho que al parecer lo que el individuo quería era acabar con su vida y utilizó a los agentes como su arma suicida.

«No fueron divulgadas de inmediato las identidades ni las razas de los agentes ni del individuo», reportó AP y añadió: «Se informó que las autoridades estatales están investigando lo sucedido».

Una «tragedia americana» local de la que no se conocen detalles, pero que muestra la gran tragedia estadounidense.

Si el hombre de Middleburg quiso cometer suicidio acudió a un método efectivo. Otros no quisieron perder la vida, pero ese resultó su destino. Por ejemplo, en septiembre, en menos de una semana, dos ciudadanos negros murieron a manos de la policía: Terence Crutcher, en Tulsa, estado de Oklahoma, y Keith Scott, en Charlotte, Carolina del Norte.

Ambos estaban desarmados. Keith leía un libro dentro de su auto y la policía aseguró que era un arma. Terence, dijeron los dos policías que le dispararon, uno con taser y el otro con su arma de fuego, que tenía una conducta sospechosa junto a su auto, que en realidad estaba averiado.

El terapista Charles Kinsery tuvo mejor suerte, los tres disparos de la policía solo lo hirieron cuando estaba recostado en el piso con sus manos en el aire junto a su paciente, un hombre autista que sentado en plena calle estaba interrumpiendo el tráfico con un camión de juguete en su mano. «Mientras tenga mis manos alzadas, no me van a disparar. Esto era lo que pensaba. No me van a disparar», dijo Kinsey. «Guao, estaba equivocado».

Los ejemplos sobran. Es una realidad que los afroestadounidenses son tres veces más propensos que la gente blanca a ser víctimas de la policía aunque solo representan el 14 por ciento de la población del país.

BBC Mundo, en un reportaje a mediados de año sobre la violencia policial, entrevistaba a varios especialistas para tratar de dar respuesta a esa situación, y Lorie Fridell, profesora asociada de Criminología en la Universidad del Sur de Florida, blanca de clase media, reconocía y explicaba: «Tengo implícito el sesgo del “crimen negro”; esto es, tiendo más a ver a los afroestadounidenses como amenaza que a los caucásicos». Un reporte de la policía de Filadelfia y publicado por el Departamento de Justicia de EE. UU. en marzo respaldaba esa idea, los policías son susceptibles a tener sesgos implícitos. Aunque BBC ni la experta lo mencionaban, ese «sesgo implícito» no es más que racismo y una educación y conformación de una sociedad racista.

Otro experto citado por BBC, Seth Stoughton, quien fue policía y ahora es profesor de Derecho de la Universidad de Carolina del Sur, exponía otro elemento: «La cultura del “policía guerrero”» que, dijo, pone en riesgo a los ciudadanos, porque el principio clave del entrenamiento es la supervivencia del agente y se enseña a los policías a tener miedo, diciéndoles que la suya es una profesión muy peligrosa. Los agentes, agregaba, están entrenados para que cada encuentro lo consideren un incidente potencialmente mortal.

El periódico The Guardian abrió una pesquisa y una página web que cuenta los muertos a manos de la policía de EE. UU. Hasta este lunes 26 de diciembre, la cifra estaba en 1 045. Por etnia estos son los índices: 8,02 por ciento, nativos americanos; 6,14 por ciento negros; 2,95 latinos; 2,58 blancos, y uno por ciento asiáticos.

Se explica, si en verdad fue un suicidio, que el hombre de Middleburg utilizara el infalible método de amenazar a un policía, tenía la seguridad de que iba a ser asesinado.

 

Foto: Getty Images

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