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El mundo, de zurda

Manipulación mediática, crisis económica, falta de visión sobre lo importante de la unidad y una enconada agresión «no declarada» por parte de los poderes tradicionales son algunos de los escollos que se erigen ante la izquierda internacional

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Entre muchas otras reflexiones, una mirada a lo que dejamos con el año que se va podría invitar a pensar si es que en América Latina la izquierda va marcha atrás y en Europa no sabe cómo llegar pasando, desde luego, por las interrogantes abiertas con el triunfo electoral de Donald Trump: un hombre que todavía nos puede deparar sorpresas y cuya victoria muchos atribuyen no a un triunfo del conservadurismo per se, sino del representante que mejor capitalizó en Estados Unidos los sentimientos antisistema.

No creo por ello que la llegada de este sui géneris republicano a la Casa Blanca —entrada «triunfal» con que abriremos un 2017 lleno de incógnitas— pueda tomarse como indicio de que se derechiza el mundo, si bien es cierto que de su desempeño dependerá lo que el planeta enfrente en el ciclo de 12 meses que comienza.

Europa, en efecto, pareciera entrampada en la imposibilidad de la izquierda política de capitalizar la inconformidad de quienes reventaron, indignados, ante el extemporáneo modelo neoliberal impuesto junto con los falsos salvatajes de la troika, en tanto la estrechez de algunas posturas políticas hizo que se perdieran en 2016 magníficas oportunidades para los partidos de izquierda, como ocurrió en España, donde la imposibilidad de Mariano Rajoy de formar Gobierno también externó los apuros que, al propio tiempo, viven ciertos sectores de la derecha. Mientras, y mediante las presiones de la deuda, se sigue tratando de corregir el tiro a fuerzas en el poder que no esconden su raíz izquierdista, como es el caso de Syriza y Alexis Tsipras en Grecia.

Antagónico resulta el panorama en América Latina. Luego de reiterados triunfos electorales que afianzaron la independencia y la integración, el nuevo año llega con la agenda llena ante un Michel Temer que golpea lo más vulnerable de la sociedad brasileña luego del bochornoso impeachement que depuso en agosto a Dilma Rousseff; con una Argentina donde la dura y antipopular gestión del derechista Mauricio Macri parecería no ser suficiente aún para nuclear mejor a las fuerzas políticas y sociales luego del trago amargo y sorprendente que, para los sectores progresistas, significó su asunción en diciembre de 2015; tomada nota del traspié que sufrió el boliviano Movimiento al Socialismo en febrero, cuando por estrechísimo margen fracasó en su intento de aprobar una reforma a la Constitución que permita postularse a Evo Morales en 2019, y con una Venezuela que libra la más artera y difícil de todas las agresiones: esa fraguada desde Estados Unidos que han dado en llamar «no declarada», «suave», «revolución de colores» o «guerra de cuarta generación», y que tiene en la nación bolivariana el más acabado ejemplo de cómo se teje la vuelta atrás en América Latina.

Si algo debe quedar claro es que ese esquema —recogido con pelos y señales por la Circular de entrenamiento 18-01 de 2010 y circulada a las Fuerzas de Operaciones Especiales de Estados Unidos —se está aplicando contra todos los gobiernos que osaron transitar un camino anticapitalista o se rebelaron ante el Imperio, en América Latina o en cualquier lugar, durante las dos últimas décadas. Sin embargo, es el camino que los debe llevar al añorado otro mundo posible de los excluidos.

No faltan quienes arguyan que las izquierdas en el poder deben revisar si han hecho algo mal, y observadores que parecieran retrotraerse a los tiempos del derrumbe de la URSS en los albores de los años 90  hablen aún de los nuevos modelos, como si lo vivido en la región en los 20 años transcurridos no hubiera demostrado que la denominada «alternativa» (que ya ha sido realidad) es anticapitalista, y que no puede haber una sola horma con medidas exactas y homogéneas para todos los casos.

Ese debería ser un debate superado, por más que los retrocesos puedan ser interpretados errónea o falazmente como un cierre del ciclo izquierdista, o muestra de que «los errores» han prevalecido. Nada así.

Creerlo sería tan ingenuo como ignorar que a Venezuela se le estrangula políticamente con el acaparamiento y la inflación fabricada afuera; que a Cristina Fernández y a los movimientos políticos y sociales de izquierda en Argentina se les inhabilita mediante la apertura de continuas causas judiciales; que se está queriendo envenenar al pueblo brasileño contra Dilma y también contra Lula para sepultarlo como probable nuevo presidente.

Junto a los efectos de esta guerra de cuarta generación se anotan los vaivenes de la economía mundial y la caída de los precios de las materias primas, incluyendo el derrumbe del  petróleo, hándicap que han debido sortear ejecutivos acosados desde otros flancos.

Mucho menos puede soslayarse el enorme peso de los grandes medios —pareciera una frase harto repetida, pero es real—, ocupados en embotar las mentes y satanizar a personalidades y proyectos al punto de revertir tendencias y hacer que, desde afuera, algunos nos preguntemos por momentos si estamos ante capítulos de desmemoria colectiva.

¡Ah!, otra cosa es la necesidad de apuntalar y armonizar las necesidades de los sujetos sociales con sus saberes y su conciencia, un vocablo que para los pragmáticos pudiera parecer demasiado marxista, pero ahí está, con su enorme e insoslayable trascendencia en el devenir de las naciones, porque los pueblos dan y los pueblos quitan.

En todo caso, parece el momento indicado para que reverdezcan esfuerzos y alcen las voces intelectuales y políticos que buscan el progreso junto a los movimientos sociales, esos que ejecutaron los cambios, y hasta hicieron surgir nuevos y creíbles partidos políticos cuando la oscuridad de la noche neoliberal y las décadas perdidas de los 80 y los 90 del pasado siglo hicieron que estallaran en disgusto. Entonces se levantaron, se organizaron, lucharon.

Serán ellos mismos los encargados de protagonizar las próximas e inevitables vueltas de tuerca. ¡Claro! A la izquierda.

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