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Merecen triunfar, y acercarse a la felicidad

Este domingo entraña la posibilidad, como ha dicho el presidente bolivariano Nicolás Maduro, de que el pueblo de Bolívar traspase las puertas hacia una nueva era de revoluciones

Autor:

Alina Perera Robbio

CARACAS.— Hoy, después de más de cien días de estremecimiento, este sufrido y gigante pueblo vuelve a vérselas con su propio destino. Le esperan, en todo el territorio nacional, los centros de votación desde los cuales apoyar una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) con la cual refundar el país.

Este domingo trasciende, como más de una vez ha reflexionado el presidente Nicolás Maduro, el mero hecho de elegir nombres y apellidos: de lo que haga el pueblo, dependerá su futuro.

Solo en la voluntad de millones habita la posibilidad, o no, de conformar una herramienta estratégica (es decir, la renovada Constituyente) desde la cual —como ya ha propuesto el Jefe de Estado bolivariano en nueve líneas a desarrollar desde esa entidad— ganar la paz y aislar a los violentos; perfeccionar la economía; constitucionalizar todas las Misiones y Grandes Misiones creadas por el Comandante Chávez y la Revolución; potenciar el funcionamiento del sistema de justicia, seguridad y protección del pueblo; e impulsar nuevas formas de participación, la defensa de la soberanía nacional, la identidad cultural, la nueva espiritualidad del país, el porvenir de las nuevas generaciones y la seguridad medioambiental.

La primera línea es como si fuera la madre de las siguientes. Desde que Maduro convocó el pasado 1ro. de mayo al poder originario, a una Constituyente desde la cual normar todo el funcionamiento del país, estaba dando la gran batalla por la paz: abril había echado a andar sus días marcado por una violencia inusitada. La coalición opositora seguía negada al diálogo con el Gobierno revolucionario. La Asamblea Nacional, tomada por la derecha, continuaba paralizada, soñando desde su desacato y su parálisis con el colapso del país —y de paso con la intervención extranjera.

Todo parecía estar llegando a un callejón sin salida cuando el Día Internacional de los Trabajadores, ante una concentración de mar bravo, el Presidente obrero propuso el histórico parteaguas que Venezuela está viviendo hoy ante los ojos expectantes del mundo.

Días antes de llegar a este domingo, pregunté al joven venezolano Gabriel Venegas Díaz, de 35 años y graduado en Actividad Física y Salud, candidato a la Constituyente, si estaba preocupado por este momento. Su respuesta fue serena y profunda: «Me preocupo, pero al mismo tiempo me ocupo. Sabemos que necesitamos demostrarle al mundo que la mayoría cree en este proceso histórico, y en eso andamos, movilizando al pueblo. La Revolución no ha sido perfecta, está hecha por seres humanos. La fortaleza del comandante Nicolás Maduro es que él no ha negado los errores sino que los ha aceptado.

«Algo hay que tener bien claro: la oposición no cree que el pueblo sea capaz de seguir adelante. Lamentablemente la lucha más dura es a través de los medios de comunicación. Es una guerra que ha calado bastante, y hay sectores hundidos en la confusión. Pero somos muchos los que queremos seguir mejorando la obra».

Como peces fuera del agua

Así luce la oposición a la altura de este día 30. Quizá su mejor metáfora haya sido que este 27 de julio, mientras un mar de pueblo inundaba Caracas para vivir el cierre de la campaña electoral, una «marcha» opositora provocaba asombro en quienes la veíamos pasar por la Avenida Bolívar: los protagonistas llevaban una enorme bandera venezolana a la cual le faltaba una estrella. Luego del paso del símbolo distorsionado no había nadie más. Los alrededores estaban dominados por el vacío.

Los ejecutores de ese diminuto y solitario desfile representan la nada, la ausencia de opciones; y en posiciones extremas, la destrucción. Están más lejos del corazón del pueblo, y más cerca de quienes tendrán que asumir ante la historia el haber escogido la violencia como modo de hacer «política». Una violencia que ha dejado el triste saldo de 29 personas quemadas vivas, y más de 500 000 negocios saqueados y destruidos, entre otras pérdidas.

Son ellos quienes representan una filosofía que el alma adolorida del venezolano no perdonará jamás. Son ellos los que representan las fuerzas por culpa de las cuales ha habido tranques, quemas, protestas callejeras con gente que no da la cara sino que se encapucha. Son ellos los heraldos del «miedo», los anunciadores de la «hora cero», de gran paro, de cualquier posible abismo en el cual nunca ha llegado a precipitarse el equilibro venezolano.

El pueblo, cansado de tantos percances que no dejan avanzar al país, bombardeado por un mundo de mentiras y aun así resistiendo, ha ido tomando fuerza, como expresó hermosamente Nicolás Maduro el pasado 16 de julio, de «río crecido». No tiene tiempo de escuchar a mercenarios, a vagos, a desenfrenados que hasta a niños llegaron a poner en las primeras líneas de sus bestiales protestas.

Las multitudes no tienen tiempo de atender a ese programa de muerte cuyos perpetradores se han quedado sin oxígeno; lo cual —y la Revolución Bolivariana lo sabe— no deja de ser muy peligroso.

«El pueblo asumió como una gran bandera libertaria la convocatoria a Constituyente. Ha tomado fuerza, ha agarrado contextura, ha ido de boca en boca», ha dicho el pasado 27 de julio, según reportaba ese mismo día la Agencia Venezolana de Noticias (AVN), el primer vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Diosdado Cabello.

Nada ha podido con la Revolución Bolivariana: ni la OEA, que se quedó corta en sus pretensiones de aislarla, ni el imperialismo que ante la llegada de este instante histórico del 30 decidió la sanción ilegal e inmoral, a través de su Gobierno, a un grupo de venezolanos y venezolanas. ¿Y será fortuito que entre los sancionados estén el vicepresidente del Socialismo Territorial y las Grandes Misiones, y ministro del Poder Popular para la Educación, Elías Jaua; la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Tibisay Lucena; el Defensor del Pueblo, Tareck William Saab; la candidata a la ANC, Iris Varela; el ministro del Poder Popular para las Relaciones Interiores, Justicia y Paz, Néstor Reverol; el Comandante General de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), Sergio Rivero Marcano; el director de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), Pérez Ampueda; el exdirector de la PNB, Franklin García Duque, y el presidente del Banco de Desarrollo Económico y Social (Bandes), Simón Zerpa?

Tales sanciones son una victoria de la Revolución, medallas sobre el pecho, como han dicho los sancionados, y la señal, como ha afirmado el presidente Nicolás Maduro, de que los dirigentes que no descansan mientras dan cumplimiento a múltiples tareas dentro de un proceso político pensado para multitudes, van por el camino correcto.

Los que merecen vencer y seguir adelante

El Gobierno Bolivariano no ha dejado de crecer en su valentía, creatividad y humanismo. En medio de las balas visibles e invisibles (estas tan mortales como las primeras) de la Guerra No Convencional, se abre a toda posibilidad que implique vida y felicidad para la gente. Por eso este 27 de julio, en el multitudinario acto de cierre en Caracas de la campaña electoral, Nicolás Maduro proponía a la oposición instalar una mesa de entendimiento y paz antes de que la ANC sea una realidad.

El mandatario lo ha dicho: que no se cansará de llamar al diálogo. No deja de recordar en su lenguaje de pueblo que la gente hablando se entiende, y que la ANC podrá incluso convocar a un diálogo con factores adversos a la Revolución. Él y sus compañeros de lucha saben que solo la reconciliación permitirá transitar el camino del bienestar.

En una jugada magistral, como la han calificado algunos, Maduro pidió hace ya tiempo al pueblo disciplina, cero reacción de guerra ante las manifestaciones de violencia de las fuerzas opositoras. Y las multitudes han sido disciplinadas; han visto desfilar ante sus ojos y dolor todo tipo de sucesos horrendos. Desde luego, no habrá olvido ni impunidad: entre sus primeras tareas, la ANC instalaría una comisión por la Verdad, Reparación de Víctimas y la Paz.

Las multitudes, protagonistas y testigos, han aprendido muchas lecciones de historia en estos más de cien días de violencia y de muerte, que en años. La gente quiere vivir, trabajar, salir y caminar en paz a cualquier sitio. La gente tiene adentro la opción de la esperanza.

A la altura del 26 de julio, según había informado ese mismo día el presidente del Movimiento Somos Venezuela, Elías Jaua, y así lo publicó la AVN, el registro del Carnet de la Patria había contabilizado 15 992 000 personas (registro que se extendería hasta este 29 de julio). El Carnet de la Patria es el camino para perfeccionar las misiones sociales, y un importante medidor de las necesidades y las expectativas del pueblo.

Adentro, en el corazón del venezolano que hoy sale a votar, está la esperanza, la aspiración a la paz. Siento que muchos entienden lo que Maduro quiere expresar cuando ha dicho que este domingo abre una nueva era en el camino de la patria.

No soy adivina. Pero desde que le vengo mirando los ojos al pueblo, su nobleza y tristeza, su desgaste cotidiano y también su apego a la vida, su lucha, no dejo de afirmar que hoy se merecen una gran victoria, para acercarse un poco más a la felicidad.

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