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Deuda: el pulmón artificial de la economía argentina

¿Qué tal si se comprueba que, en vez de mejorar, la macroeconomía argentina está más enferma?

Autor:

Marina Menéndez Quintero

La buena salud de la macroeconomía argentina —especialmente la reducción del déficit fiscal— ha sido el estandarte tras el cual marchan, con toque de redoble del ejecutivo, los ajustes decretados por el Gobierno de Mauricio Macri.

Pero, ¿qué tal si se comprueba que, en vez de mejorar, la macroeconomía argentina está más enferma?

Un reporte reciente del Observatorio de la Deuda Externa de la Universidad Metropolitana para la Educación, y el Trabajo (ODE-UMET), de Argentina asevera que en los dos años transcurridos desde la llegada de Macri y su partido Cambiemos al poder, los débitos se incrementaron en 121 588 000 dólares, para un 35 por ciento de crecimiento. La deuda total asciende a 342 millones de dólares.

Y, sí: según las cuentas de los expertos, el déficit fiscal se ha reducido en valores netos, pero… el pago de los intereses de la deuda está absorbiendo el superávit de la economía.

Traigo solo unas poquitas cifras del propio Ministerio de Hacienda, que aplaudió aliviado en diciembre cuando, con una inflación que subió 46 por ciento, la economía reportó para todo el 2017 un déficit del 3,9 por ciento del PIB, supuestamente, por debajo de la meta trazada de 4,2 por ciento, aunque otros expertos afirmaron que sumaba más de nueve puntos porcentuales si al déficit fiscal primario se le sumaban el déficit por intereses de deuda externa, el déficit de las provincias y los intereses de la deuda que licita el Banco Central.

Las manifestaciones, ahora contra la política económica de Macri, vuelven a la Plaza de Mayo. Foto AFP.

Ahora, por demás, la misma cartera de Hacienda acaba de reconocer que  enero cerró con un déficit fiscal de 25 889 millones de pesos argentinos, frente a los 5 556 de enero del año anterior: una subida del 366 por ciento.

Lo preocupante es que ni siquiera se están adquiriendo los débitos para realizar inversiones que desarrollen al país y hagan crecer la economía.

Según muestran los analistas, Argentina se ha endeudado más gracias a la fuga de capitales, fenómeno que contempla tanto el pago de intereses de esa misma deuda que crece, como el depósito fuera del país, preferentemente en los llamados paraísos fiscales, del dinero que la nación genera.

Rolando Astarita, profesor de Economía de la Universidad de Buenos Aires, ha afirmado en un artículo reciente que esa «enorme masa de riqueza, propiedad de la clase capitalista criolla, que está acumulada en el exterior, algunos la ubican en 160 000 millones de dólares, pero puede ser superior».

El asunto no resulta para nada ejemplarizante y, ante la opinión pública, pondría de rodillas la ejecutoria económica macrista si estos retruécanos de los números se manejaran por todos más fácilmente.

Porque esto quiere decir entonces que los recortes recién decretados contra los jubilados y los que amenazan ahora mismo a la educación, el estrechamiento y hasta la suspensión de las pensiones a las familias con hijos, a los enfermos y a los discapacitados; los salvajes aumentos en el costo de los servicios sociales… ¿solo han sido útiles para pagar intereses y para que los que tienen se lleven su dinero a donde no pagan impuestos, en vez de invertirlo en casa para que el país sea mejor?

Este repunte que tiene la deuda argentina es otro retroceso. Para zafarse de las garras de los condicionamientos del Fondo Monetario Internacional, el Gobierno de Néstor Kirchner renegoció la deuda en sucesivos canjes desde 2003, y logró solventarla toda para el año 2006, aun cuando pagara al FMI en contante y sonante. El caso era salir de su dependencia.

Pero al llegar al Gobierno, Macri quitó los cerrojos y, hospitalario, le dio la bienvenida otra vez al FMI, que llegó con las mismas recetas de hace 20 y tantos años: hay que reducir el gasto público, en particular los salarios, las pensiones y todo lo social.

Frente al relativo entusiasmo de un ejecutivo empecinado en mostrar su desempeño económico como positivo, estudiosos definen que el endeudamiento externo le está funcionando como una suerte de respirador artificial al modelo.

Lo peliagudo no es solo la situación de vulnerabilidad en que esta coyuntura, apuntan, coloca a Argentina, demasiado susceptible a los vaivenes de las finanzas mundiales. Lo más triste es para la gente: porque a la ciudadanía le toca seguir pagando este oxígeno de artificio.

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