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Trump alardea frente a Irán

En un nuevo gesto de prepotencia, el presidente Donald Trump generó en los últimos días una atmósfera de guerra en torno a Irán, que pretende intimidar a la República Islámica

Autor:

Leonel Nodal

En un nuevo gesto de prepotencia, el presidente Donald Trump generó en los últimos días una atmósfera de guerra en torno a Irán, que pretende intimidar a la República Islámica, sus aliados y amigos, así como todos los que respetan su soberanía.

El portaviones USS Abraham Lincoln pasó el jueves a través del canal de Suez (Egipto), rumbo a las aguas del  golfo Pérsico que bañan las costas iraníes. Al propio tiempo, un  grupo de bombarderos pesados B-52, despachados desde la base de la Fuerza Aérea en Barksdale, estado de Louisiana, aterrizaron el viernes en la Base Aérea de Al-Udeid, cerca de Doha (Catar), la mayor de Estados Unidos en Oriente Medio.

El despliegue militar se justifica con el vago pretexto de que Washington posee «indicios creíbles» de un posible ataque iraní o de sus aliados contra tropas o intereses  estadounidenses en la región, a los que la Casa Blanca anuncia dará una respuesta contundente.

Según el belicoso Consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, el aparatoso zafarrancho de combate tiene como objetivo «enviar un mensaje claro e inequívoco» a Irán, en el sentido de que «cualquier ataque contra los intereses estadounidenses o de sus aliados se enfrentará con una fuerza implacable».

La maniobra tipifica el procedimiento instalado por Trump desde que se acomodó en el sillón presidencial de  la Casa Blanca, en enero de 2017, y al que pretende atornillarse otros cuatro años más, presentándose en las elecciones del año entrante como el candidato que ha devuelto a Estados Unidos su maltrecha corona imperial.

En realidad, la aparente crisis provocada por «la amenaza de Irán», país al que se culpa de respaldar el terrorismo en Oriente Medio y dotarse de un arma nuclear para destruir a Israel, tuvo su origen en la decisión del propio Trump de romper el acuerdo nuclear firmado en 2015 por Teherán con el grupo 5+1, integrado por los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU (Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Rusia y China) más Alemania, tras varios años de arduas negociaciones.

Trump denunció el pacto como una prueba de debilidad de su predecesor, el presidente Barack Obama, todo lo contrario de lo que opinaron entonces y ahora expertos nucleares, quienes lo elogiaron como uno de sus mayores logros diplomáticos.

Con el pretexto de que el Tratado había dejado varios cabos sueltos, que permitirían a Irán seguir desarrollando tecnología militar para construir cohetes de largo alcance, y luego de 25 años, dotarse de un arma atómica, la nueva administración retomó el camino de la confrontación, en un estéril empeño de doblegar al Gobierno iraní, una ruta fracasada desde la victoria de la Revolución Islámica de 1979.

Trump restituyó las duras medidas económicas, aplicadas antes del acuerdo con la complicidad de potencias europeas, para presionar a Teherán y obligarlo a negociar un acuerdo aceptable.

En realidad, fue la postura constructiva de Rusia, como garante de las medidas que concedieran a Irán la posibilidad del desarrollo de la energía nuclear con fines pacíficos —incluyendo su empleo en la medicina— lo que permitió encontrar el punto de equilibrio y alcanzar un tratado con el cual todos se sintieran ganadores.

Sin embargo, el enfoque contrario al Acuerdo 5+1 reveló la verdadera identidad de los grupos de poder que se ocultan detrás de la administración estadounidense, comenzando por el poderoso lobby financiero judeo-sionista que respalda al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, que también fue importante donante de fondos a Trump.

Junto con esa guerrerista facción, impulsora del expansionismo israelí en Oriente Medio y de supremacía sobre la estratégica región, se suman el lobby petrolero, en particular los productores del crudo obtenido mediante nuevas tecnologías que requieren mantener fuera del mercado, o bajo su control, a competidores como Irán, Irak y Venezuela.

Otra de las tenebrosas fuerzas detrás del mandatario de la Casa Blanca en el conflicto en torno a Irán, de altísima influencia, es la industria armamentista, beneficiaria de las jugosas ventas al Pentágono, así como las potencias regionales de Oriente Medio, como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, practicantes del Islam sunita, irreconciliables con el Irán chiita, y sobre todo temerosas de la expansión de su influencia en países vecinos como Siria, Líbano o Yemen.

Sin embargo, el recrudecimiento de las sanciones de Washington contra Teherán, dirigidas a doblegar la resistencia iraní sin disparar un tiro, me-diante la asfixia económica, co-mercial y financiera, ha puesto en crisis las relaciones con aliados de Europa Occidental, co-mo Francia, Inglaterra y Alemania, firmantes del tratado nuclear.

Mucha razón tuvo el Líder Supremo de Irán, Alí Khamenei, cuando en noviembre pasado, al comentar entonces las medidas puestas en vigor, dijo: «Este nuevo Presidente de Estados Unidos [...] ha desacreditado lo que le quedaba de prestigio a Estados Unidos y a la de-mocracia liberal. El poder coercitivo de Estados Unidos, es decir su poder económico y militar, también está en declive».

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