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Luego del G-7 Biarritz ¿a dónde va este mundo?

Hubo promesas falsas de los siete protagonistas de la economía mundial en cuanto a que se reunían para «crear un mundo más igual, pacífico y sustentable», cuando en realidad son los representantes de los intereses de las corporaciones y de los grandes capitales

Autor:

Juana Carrasco Martín

Los duros de la economía mundial se reunieron nuevamente, esta vez en Biarritz, no para disfrutar los lujos de la costa francesa, ir a los casinos Barriere y Bellevue, surfear en el mar Cantábrico o disfrutar el glamur del legendario, icónico y discreto Hotel du Palais —que fue la residencia de Napoleón III y la emperatriz Eugenia de Montijo—, sino para tomar sus previsiones en un mundo sumergido en guerras económicas, conflictos militares y desastres ecológicos.

El G-7 (Estados Unidos, Francia, Alemania, Reino Unido, Japón, Canadá e Italia), se encontraron como caballeros —y una dama— frente a una mesa redonda, no la del Rey Arturo, donde la foto oficial mostró a todos los jefes con las manos sobre la mesa, menos a Donald Trump, lo que permitió la doble lectura de preguntarse más de uno en las redes sociales qué escondía el mandatario estadounidense al mundo, a sus socios y aliados, con los cuales ni siquiera se lleva totalmente bien…

Miles de policías, exactamente 13 200, y la tecnología de los drones, fueron los participantes en «niveles de seguridad sin precedente» que protegieron a los «líderes» de los manifestantes que exigían justicia social a quienes representan los imperios de la desigualdad y la inequidad, verdaderos hacedores de la crisis mundial.

Por supuesto, esas protestas nunca llegaron a Biarritz, ni siquiera a los pueblos vecinos de Anglet y Bayonne. «Nuestra vigilancia es máxima», dijo en su momento el ministro de Interior francés Christophe Castaner, porque el valladar se extendió hacia unas 18 millas de distancia, incluso hacia el pueblo de Irun, en España; acciones represivas a las que unieron las amenazas de aplicar de manera draconiana las leyes contra los manifestantes con la presencia reforzada de jueces y fiscales en el área.

Sin embargo, hubo promesas falsas de los siete protagonistas en cuanto a que se reunían para «crear un mundo más igual, pacífico y sustentable», cuando en realidad son los representantes de los intereses de las corporaciones y de los grandes capitales, responsables de la inequidad, el empleo de las armas y la consiguiente alza de esas industrias de muerte, y de las irresponsables acciones que han llevado al acelerado cambio climático.

Es tiempo de tomar la acción, decía ladinamente la cuenta en Twitter del G-7 Biarritz, y hablaba también de acceso a la protección social, respeto a las normas laborales, a la política comercial, a la responsabilidad social de las corporaciones. Prometía combatir la desigualdad global, forjar una nueva relación de socios con África, eliminar las diferencias de género, combatir la violencia, fomentar el empoderamiento económico.

Agregaban a ese ofrecimiento engañoso proteger el clima y la biodiversidad, enfatizando en el enfrentamiento a la acción climática y el desarrollo de coaliciones efectivas capaces de transformar la forma en que producimos y consumimos.

Y no paraban mientes en asegurar que tomarían acciones a favor de la paz, contra las amenazas a la seguridad y el terrorismo, mejorar las respuestas a las crisis, y defender la democracia, garantizar que la transición digital y la inteligencia artificial sirvan para el empoderamiento de las personas y sus libertades».

Palabras hueras, como han sido siempre, por parte de ese capitalismo que mata a diario. Y cuidado, no solo era la presencia del más malo de la película, Donald Trump, y su papel sustancial en la agitación económica mundial por sus guerras de tarifas —especialmente con China—, que estremece el comercio internacional, y las sanciones que a diario impone en sus intentos de doblegar a más de una nación y sus pueblos —Venezuela en primer lugar—, o la intervención militar en Siria y otros muchos desafíos a la seguridad mundial.

Claro, que en algunas de esas Washington choca con sus aliados, porque los perjudica, y sobre todo los sacude y preocupa con la irresponsable visión «trumpiana» sobre los efectos climáticos y la guerra económica, pero a la corta o a la larga Trump hace y deshace, utilizando las vías más drásticas y peligrosas para llegar al mismo punto, mantener el poder de los poderosos.

Aunque, para Trump, hay una sola nación y pueblo elegido: Estados Unidos. La fractura estriba más en que el inquilino de la Casa Blanca no quiere dejar nada para nadie, y así no hay manera de que se calmen las tensiones y se solucionen los problemas.

Biarritz no deja paz para el mundo y, por demás, sí aumentan las preocupaciones para los duros, porque no pocos analistas ven una desaceleración económica a nivel mundial, ellos incluidos, lo que se traduce en la práctica en que seremos los demás quienes paguemos las mayores consecuencias.

Contra la cumbre del G-7 en Biarritz Foto: EFE

 

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