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Pompeo y el último zarpazo del trumpismo contra Cuba

En mayo pasado notificó al Congreso que Irán, Corea del Norte, Siria, Venezuela y Cuba fueron certificados «conforme al artículo 40A(a) de la Ley de Control de Exportaciones de Armas (Arms Export Control Act) como países que “no cooperaron plenamente” con los esfuerzos de EE. UU. contra el terrorismo durante 2019»

Autor:

Juana Carrasco Martín

Que la mentira es parte indisoluble del quehacer político de Estados Unidos para enfrentarse al mundo, no es descubrir algo nuevo, porque eso ha sido el agua tibia de sus métodos y procederes, especialmente en los cuatro últimos años, los de la administración de Donald Trump.

Ahora, cuando apenas le quedan días en la Casa Blanca y su infantería terrorista ha sembrado el caos a lo interno con el fracasado asalto al Congreso, el secretario de estado Mike Pompeo se dedica a sembrar bombas de tiempo en la política exterior y busca «enemigos» y «terroristas» en cualquier longitud y latitud del planeta.

Por historia oprobiosa de querer tenerla bajo su férula y control político-económico, y por cercanía, cuando miró al sur se encontró con la Cuba respondona que acaba de cumplir 62 años de Revolución, así que seguramente pensó, «a darle un último apretón a la soga para ver si logramos ahogarla de una vez por toda».

El señor Don Pompeo sacó la libreta de calificaciones y puso a Cuba en la lista de «países patrocinadores del terrorismo», junto a Siria, Irán y Corea del Norte.

Subía la parada de la mentira, porque recordemos que en mayo pasado notificó al Congreso que Irán, Corea del Norte, Siria, Venezuela y Cuba fueron certificados «conforme al artículo 40A(a) de la Ley de Control de Exportaciones de Armas (Arms Export Control Act) como países que “no cooperaron plenamente” con los esfuerzos de EE. UU. contra el terrorismo durante 2019».

De 1982 a 2015, Cuba estuvo en esa espuria lista, una de las muchas inventadas por Estados Unidos para buscarse los pretextos que «legalicen» su política de bloqueo y sanciones, el registro de «países patrocinadores del terrorismo».

El cinismo del secretario de Estado y ex jefe de la CIA se hace patente, cuando Cuba y su pueblo han sido víctimas del terrorismo de Estado ejercido para los intereses de Washington por los peones contrarrevolucionarios de origen cubano organizados y entrenados por la CIA, desde 1959.

Si hablamos desde la explosión del vapor La Coubre, aunque no fue el primer acto vandálico de esa guerra, hasta la ola de bombas en los hoteles cubanos para perjudicar el turismo en 1997 en que murió el italiano Fabio Di Celmo, hay un intermedio en el que ocurrió la invasión por Playa Girón, la barbarie del sabotaje a la nave comercial de Cubana de Aviación en Barbados y los ataques bioquímicos de la fiebre porcina y del dengue hemorrágico, por citar algunos de las más importantes, letales y dañinas agresiones en que perdieron la vida 3 478 mujeres, hombres y niños y 2 099 quedaron discapacitados.

Hipocresía del doble rasero

Con razón, el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, al denunciar la decisión anunciada por Pompeo este lunes 11 de enero, la calificó de hipócrita, porque marca el doble rasero estadounidense sobre el tema, tal y como también lo han hecho personalidades políticas norteamericanas, que advirtieron desde días antes lo que estaba programado como sprint final de un fatídico cuatrienio trumpiano.

Comunidades, organizaciones e instituciones religiosas de Estados Unidos exponían el carácter político de la injustificada medida, a la que llamaron cruel porque dañaría al pueblo de Cuba y, por supuesto, a las familias y congregaciones religiosas en el archipiélago caribeño.

Citaba esa denuncia, como hicieron otras más, las afectaciones económicas que facilitara esta acción de ahora, que se une a una cadena de operaciones anticubanas con las cuales se ha obstaculizado al comercio nacional con terceros países, desalentado la inversión extranjera, cerrados los intercambios culturales, científicos y educacionales, junto a los perjuicios a las remesas familiares y todas las operaciones que han hecho para tratar de evitar la llegada de petróleo a Cuba.

¿Qué ha hecho en el caso cubano el Pompeo trumpiano, cerebro maquiavélico que ha ido entorpeciendo en general las relaciones internacionales estadounidenses?

Se ha dedicado a reducir a la nada los avances en el campo diplomático y en otros de interés común y mutuamente beneficios entre Washington y La Habana, logrados con la decisión de los entonces presidentes, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, y Barack Obama, a partir de la reanudación de las relaciones diplomáticas, pasos significativos hacia una relación civilizada que en algún momento podría llevar a mejores frutos, cuando se elimine totalmente el bloqueo a Cuba.

Queda claro que ese retorno a viejas y obsoletas políticas de enfrentamiento, en versión corregida y aumentada, buscan ponerle difícil el camino a la nueva administración Biden, en cualquier propósito o intento de recuperar lo logrado con el demócrata Obama.

Una maniobra artera que cubre también a otras naciones o políticas. Apenas citemos el contubernio con el apartheid sionista de Netayanhu contra el pueblo palestino; el quebrantamiento del acuerdo nuclear con Irán y las constantes y peligrosas provocaciones contra Teherán; el rechazo al Acuerdo de París sobre el Cambio Climático; el desprecio a las instituciones de las Naciones Unidas como la Unesco y el Comité de Derechos Humanos…

Denuncias en EE. UU. del oportunismo

Como dijo el canciller Bruno Rodríguez en un tuit-denuncia de esta última decisión contra Cuba: «El oportunismo político de esta acción es reconocido por todo el que tenga una preocupación honesta ante el flagelo del terrorismo y sus víctimas».

De ahí que varias voces se han pronunciado en Estados Unidos ante la gran mentira.

El senador por Vermont, Patrick Leahy declaró:

«Esta designación descaradamente politizada se burla de lo que había sido una medida creíble y objetiva del apoyo activo de un Gobierno extranjero al terrorismo.  Aquí no existe nada remotamente así. De hecho, el terrorismo interno en Estados Unidos representa una amenaza mucho mayor para los estadounidenses que Cuba.  El secretario Pompeo ha defendido con rectitud los peores fracasos de política exterior de Donald Trump, y al salir por la puerta parece decidido a hacer las cosas lo más difíciles posibles para su sucesor».

Similares pronunciamientos hacían Ben Rhodes, comentarista político y ex consejero adjunto de Seguridad Nacional de Barack Obama, y el presidente de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, Geoff Thale.

El fracasado secretario de Estado, ya en retirada, dijo que la decisión obedece a que La Habana «proporciona reiteradamente apoyo a actos de terrorismo internacional al garantizar puerto seguro a los terroristas». Grosera en extremo la declaración, ante la que mi abuela, que no tenía pelos en la lengua, calificaría así: «como el curro del cuento: lo han hecho para joder….».

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