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Se buscan culpables e incitadores

Autor:

Juana Carrasco Martín

La semana en Estados Unidos comienza con un panorama complicado para el presidente saliente Donald Trump cuando las encuestas de población, realizadas luego de los disturbios del pasado miércoles en el Capitolio, dan como resultado que una mayoría de 56 por ciento lo quiere fuera del cargo de Presidente y aprueban que se le haga un proceso de remoción.

ABC News/Ipsos hizo la investigación que, sin embargo, también demuestra el nivel de polarización de la sociedad estadounidense, pues el 43 por ciento no le da el visto bueno a esa destitución, a la que están dispuestos los legisladores demócratas quienes le inician ya el segundo proceso de impeachment.

Tres congresistas republicanos se han unido a quienes exigen la renuncia del magnate-presidente porque «actuó en contra de la Constitución». Son los senadores Ben Sasse, Lisa Murkowski y Pat Toomey, uno de los cuales dijo que «cayó en un nivel de locura impensable».

Una renuncia «sería el mejor camino», dijo Toomey a la CNN y de igual manera se pronunció el representante Adam Kinzinger: «Lo mejor para la unidad del país sería que dimitiera», por considerarlo «no apto» para ejercer sus funciones presidenciales.

Desde el 4 de enero —en que asumió la legislatura del Congreso— el panorama ha cambiado en parte, pues los demócratas, aunque con algunas disminuciones, mantienen la mayoría, y en el Senado —donde lograron el 50-50, la balanza la inclinaría el voto de la vicepresidenta electa Kamala Harris, como rezan las normas constitucionales, pero en este caso ya serían suficientes esas tres defecciones de conciencia, aunque el resto del GOP (Grand Old Party) se mantenga «leal» al trumpismo. Entre martes y miércoles pudiera producirse la sesión de impeachment…

Entretanto, el FBI investiga y busca a quienes encabezaron la insurrección o participaron directamente en los desmanes y daños realizados el día 6 y a sus instigadores, que en el caso de Trump y algunos senadores republicanos que objetaron la votación del Colegio Electoral en un intento de obstaculizar la certificación de Joe Biden, se asumiría como el volverle la espalda o incumplir el juramento de preservar, proteger y defender la Constitución.

Las evidencias apuntan a Trump en sus reiteradas declaraciones de que le robaron la elección hecha en mítines políticos, entrevistas y mensajes en las redes sociales hasta que le clausuraron sus cuentas.

Un análisis de la agencia noticiosa Associated Press concluyó que la mayoría de los arrestados por el motín terrorista ejecutado por la ultraderecha violenta en el Capitolio de Washington son partidarios de larga data de Trump en esos escenarios mencionados.

Al mismo tiempo se conoció que cerca de 6 000 abogados y estudiantes de derecho piden iniciar procedimientos de inhabilitación contra los senadores republicanos Ted Cruz y Josh Hawley, por incitación a esos hechos que dejaron un policía y otras cuatro personas muertas, pues ambos encabezaron la maniobra de objetar los votos del Colegio Electoral en algunos estados de la Unión para negarle la victoria al demócrata.

Ahora, la voluntad popular está de manera clara a favor de la renuncia o el impeachment de Trump, lo que difiere de septiembre de 2019 cuando solo el 40 por ciento se inclinaba a juzgarlo y aunque entonces la Cámara de Representantes aprobó el juicio político, el Senado rechazó ese impeachment y el actuante siguió al frente de la Casa Blanca provocando nuevos entuertos.

En estos momentos no está favorecido ni por la mayoría de la población, que habló claro en las urnas aun antes de los desmanes criminales del 6 de enero, dando casi seis millones de votos más al candidato demócrata, ni por la clase política y otros segmentos de poder económico que, díganlo o no, lo consideran un truhan, aunque tampoco será posible que el Senado apruebe el impeachment, para lo que se necesitaría que por lo menos 34 por ciento de los republicanos votaran Sí.

Mientras tanto, se anuncia que el tema de la inauguración presidencial de Joe Biden será «America United», alegoría a una aspiración incierta de lograr reunir al país durante su administración.

Así fue revelado por el Comité Inaugural Presidencial, que dio a conocer también, como parte de las ceremonias de toma de posesión el 20 de enero, que Biden y la vicepresidenta electa Kamala Harris participarán en una ceremonia de colocación floral en la Tumba del Soldado Desconocido en el Cementerio Nacional de Arlington junto a los ex presidentes demócratas Barack Obama y Bill  Clinton, y el republicano George W. Bush, una presencia que algunos medios estadounidenses consideraron una demostración de bipartidismo.

Sin embargo, no es ese sentimiento el que prevalece en estos tiempos extremadamente difíciles para unos Estados (des)Unidos, donde se hará espinosa la sanación.

Lo que sí está claro es que las medidas de seguridad deben extremarse y ninguna será poca, tanto por la pandemia de la COVID-19 como por cualquier otro descalabro violento como el que se abrió camino aun cuando sobraban las advertencias del peligro.

«Creemos firmemente que la 59na. toma de posesión presidencial el 20 de enero requerirá un enfoque muy diferente al de las inauguraciones anteriores, dado el caos, las lesiones y la muerte experimentadas en el Capitolio de los Estados Unidos durante la insurrección», escribió Muriel Bowser, la alcaldesa de Washington D.C., en una carta al secretario de Seguridad Nacional en funciones, Chad Wolf.

De los miles que apoyaron en las afueras del Capitolio a las decenas de integrantes de la turba que irrumpió violentamente contra la sede de la «democracia», y de esos protagonistas de primera fila solo 120 personas han sido arrestadas o identificadas. ¿Cuantos fanáticos permanecen en las calles y siguen fanfarroneando en las redes dispuestos a continuar sus oscuros propósitos?

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