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El abrazo millonario de Hugo Chávez

Autor:

Juventud Rebelde

La imagen nos asalta desde la TV y con ella una explosión de calma a 13 000 kilómetros de la Isla. Ahí está, con buen ánimo y tal y como lo describiera su amigo el Presidente venezolano.

Con las primeras imágenes de Fidel transmitidas por la Mesa Redonda, llegadas a través de la señal de Cubavisión Internacional, apenas si fue posible concentrarse en la voz del locutor o en la del propio Chávez. Todo se detuvo y los ojos comenzaron un rápido y minucioso escrutinio.

«Yo lo veo mejor», decía una compañera. A otra, que entró para avisar lo que ya había sido avisado se le oyó decir, «Está más gordito». Los músculos de todo el cuerpo se quedaron inmóviles, como si con ello quisieran facilitar la labor de las pupilas o imprimir fuerzas al acto mágico de ocupar por unos segundos el cuerpo de Hugo Chávez para el abrazo a nuestro Comandante.

Una de las cosas más hermosas que le ocurre a un cubano es sentir, vivir el modo en que Fidel nos puebla en cualquier circunstancia. Hoy me quedo con ese breve instante en que en una pequeña oficina en Beijing todo se detuvo para aferrarnos al televisor, como si en ello se nos fuera la vida. Luego fue como si el día hubiese sido otro del que habíamos amanecido. Podría decirse que una sonrisa segura nos identifica.

El estar lejos de la tierra azuza los sentidos, nos colma de una nostalgia perenne. Trabajar fuera de Cuba por ella y para ella, nos hace seres más sensibles a las noticias de la Patria. Se vive pendiente de todo lo que ocurre. Cazas el horario del noticiero, como si fuera el mejor de cuantos existen.

Cuando el Comandante enfermó estaba recién llegada a la Misión Diplomática de Cuba en la República Popular China. Fue uno de los peores momentos de estos siete meses.

Mirándolo con la serenidad de este tiempo, comprendo que me hubiese tocado hacer lo que a todos, continuar trabajando y contribuir a la entereza con que se ha enfrentado esta coyuntura. Pero de todas formas, fue un momento en que necesité, quise con todas mis fuerzas estar allí, más cerca del espacio físico que él ocupa.

Pienso en esos más de 118 pedacitos de Cuba que hay dispersos por el mundo o en las decenas de miles de hombres y mujeres que son solidarios en otros países. Quizá todas estas nuevas sensaciones estén ligadas a ese ejercicio sagrado de dejar de ser uno mismo para convertirse y representar a más de 11 millones de cubanos durante los 1 440 minutos de cada día.

Puedo ver desde aquí a nuestro pueblo contento y la sonrisa inicial regresa con más fuerza.

Hay que agradecer a Fidel por no dejarse vencer y ser tan él como siempre. Por seguir luchando, inspirando y por continuar preocupado por los problemas del mundo.

Sin embargo, esta vez Chávez se lleva un guiño extra. El líder venezolano fue especialmente exacto en sus palabras, antesala del abrazo: «Este abrazo es de millones, no mío, este sentimiento es de millones que te admiramos, te queremos, te necesitamos y te seguimos paso a paso».

Sí, fue un abrazo de todos. Gracias al amigo venezolano por permitirnos habitar su piel y sentir el abrazo. Vimos, sentimos que Fidel respira bien. «Tiene buen humor, buen rostro, buen ánimo, como siempre buena claridad en las ideas, en los análisis».

La alegría compartida es evidente.

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