Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Propina obligada

Autor:

Margarita Barrios

¿Cuánto le debo?, le preguntó el joven al custodio del parqueo. Son 20, le dijo sin titubeos quien por cinco horas había cuidado su moto, aquella tarde de 26 de julio, en la puerta lateral del hotel Riviera.

¿Cómo que 20?, preguntó asombrado el muchacho, de seguro acostumbrado a dejar el vehículo en parqueos similares. Sí, le responde el custodio de chaleco rojo. Aquí el que guarda para ir a la piscina, me deja 20 pesos.

Mientras, la tabla con la tarifa de precios se balanceaba por el viento del Malecón, donde muy claro especificaba: motos, 30 centavos la hora y 20 centavos las horas adicionales.

Estos parqueos proliferan hoy por la ciudad. Y no es menos cierto que hacían falta, sobre todo para quien debe dejar en la calle una moto, más vulnerable que un carro ante cacos o paragüeros. Si se entra a un teatro o una tienda, y tienes la tranquilidad de que tu vehículo está cuidado, pues perfecto, bienvenido sea.

El precio módico está acorde con el servicio que se brinda. En la mayoría de los casos no es un parqueo, sino un vehículo situado a la orilla de la acera. Y un custodio, que recibe un salario, y se hace responsable, a veces por muy corto tiempo, de un vehículo.

El parqueo del hotel Riviera no tiene nada de especial. Al aire libre —viento, salitre y sol incluidos— y ni tan siquiera, como ocurre en otros similares, un lugar para dejar a buen recaudo los cascos obligatorios del motorista y su acompañante. ¿Por qué entonces la variación de precios? ¿Por el lugar donde está ubicado?

Un servicio se paga por la calidad con que se brinda, y no porque el usuario —según cálculos subjetivos— posea mayor o menor cantidad de dinero. Y la propina es voluntaria, y no se entrega solo por la excelencia de la oferta sino por la voluntad y amabilidad de quien la brinda. Pero siempre a elección del usuario.

Sin embargo, en algunos lugares se ha puesto de moda la propina obligada. Así, las cuentas de ciertos restaurantes vienen alteradas, y si no aplicas bien las matemáticas puedes pagar hasta por un comensal más; o en alguna tienda y con el pretexto de que «no tengo menudo», te ves obligado a dejarle al dependiente el importe casi de otro producto similar. Y les aseguro que no estoy exagerando.

Cuentan los abuelos que al principio de la Revolución se consideraba una ofensa a quien brindaba un servicio, si alguien le dejaba de más. Recordaba servidumbre y otras lacras que se habían eliminado con la posibilidad de ser todos iguales.

No encuentro mal dejarle algo a quien bien me atiende: no siento que lo insulto, sino que lo estimulo a seguir así, a mejorar, sobre todo en estos tiempos en que la falta de educación y la desidia son un mal que acompaña a algunos de los que brindan servicios a la población, y en el que los ingresos por el trabajo no alcanzan para cubrir las necesidades.

Si vamos a considerar la propina como estímulo a quien mejor trabaja, bienvenida sea, siempre y cuando se entregue por el libre gusto del satisfecho usuario.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.