Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Nombres femeninos: una lista

Autor:

Nyliam Vázquez García

Ella era feliz. Diez años de matrimonio sin grandes conflictos, hijos, planes. Todo cambió cuando supo que estaba infectada con VIH/sida. Él había tenido una relación sin protección y luego la contagió. Millones de nombres podrían poner rostro a esta pareja, y la peor parte la llevan las mujeres. Violencia de género, arraigadas concepciones culturales que favorecen el sometimiento, la falta de educación sexual, entre otros factores, conspiran para que las féminas continúen siendo altamente vulnerables ante la enfermedad.

Más del 90 por ciento de los 1,7 millones de mujeres que actualmente vive con VIH en Asia se infectó siendo monógama y con relaciones estables y prolongadas, mientras ellos participaban en actividades sexuales riesgosas, señaló un informe de ONUSIDA publicado esta semana. Pero lo más aterrador es que 50 millones más corren riesgo de infectarse en todo el continente, a causa de la conducta de sus parejas.

En el corazón del problema hay miles de años de educación machista que considera que la mujer está simplemente para «servirles». Tenemos que introducir una nueva cultura, comentó a Reuters, Maire Bopp-Allport, jefa de la Fundación contra el sida de las Islas del Pacífico, quien fue infectada por su novio alrededor de 1996 y participó en la conferencia sobre VIH celebrada en Bali, Indonesia.

En el encuentro trascendió que en la actualidad las mujeres representan el 35 por ciento de todas las infecciones con VIH en Asia, cuando en 1990 solo eran el 17 por ciento. La tragedia es que ellas son víctimas en aumento sin tener prácticas sexuales riesgosas. También se debatió sobre los escenarios que se confabulan para que nuestro género padezca más y quede indefenso ante una enfermedad que continúa siendo incurable.

El gran negocio de la explotación sexual, generador de montañas de dinero, sigue siendo en muchas ocasiones el inicio de largas cadenas de contagios. Mujeres que son forzadas a complacer a sus clientes cuando estos se niegan al uso de preservativos, llenan con sus nombres las largas listas de nuevas enfermas. Las esposas de estos hombres que pagan por sexo —o se inyectan drogas y puede que tengan relaciones sexuales con otros hombres— tampoco sobrepasan el miedo a enfrentarse a cánones ancestrales de conducta, y no exigen el empleo de preservativos, aun cuando sepan de las conductas sexuales riesgosas. Ellas se suman dolorosamente al grupo y luego, como si no bastara, no pocas son tratadas como parias de la sociedad, sin que ello sea privativo del continente asiático.

Tras casi tres décadas de reportarse los primeros casos de VIH, todavía operan leyes discriminatorias que hacen difícil el acceso a tratamiento y segregan a los grupos menos favorecidos o estigmatizados por su orientación sexual, condición social o género. Estas realidades determinan quién accede a atención, prevención y cuidados, quién se enferma más o muere antes, según Michael Tan, director del Departamento de Antropología de la Universidad de Filipinas y activista por la salud sexual y reproductiva, en valoraciones recogidas por IPS.

El panorama no es halagüeño. Máxime si, como consecuencia de la crisis, llega a reducirse la ayuda internacional asignada para el acceso universal a los tratamientos antirretrovirales, luego que los países miembros del G-8 omitieran este tema en su reciente cumbre. Los más afectados volverían a ser, como siempre, los más desfavorecidos. Para ellas, otro arrastre en la pesada cadena, y la certeza de nuevos nombres femeninos en la lista.

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