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Un órgano secreto en el cuerpo humano

Titulares muy parecidos al nuestro han acaparado la atención del mundo, aunque no pocos investigadores se muestran escépticos

Autor:

Iris Oropesa Mecías

Justo cuando creías que la novela se repetía, que ninguna temporada de tu serie te sorprendería, escuchabas de tu pareja los piropos trillados y todos los lunes tenían el mismo tono «gris oficina»... ¡Bang!, las columnas de ciencia de los diarios te estiraron los ojos: los humanos contamos con un nuevo órgano, y lo llaman intersticio.

La autopista en nuestro cuerpo

Ya no tienen que inventar, es lo que suelen decir las abuelas, pero el equipo de patólogos de la Universidad médica de Nueva York cree que puede cambiar esa imagen. En un artículo publicado en la revista Scientific reports, daban fe de haber expandido el conocimiento sobre lo que hasta hoy ha sido nombrado como espacio intersticial.

Se trata de una cavidad que rodea pulmones, órganos digestivos y excretores, vasos sanguíneos y músculos, creando una especie de extensa red de conexión  entre grandes espacios del cuerpo, que ha sido comparada con la piel.

Pero a diferencia de esta, el tejido intersticial no es liso y uniforme, sino que se compone de oquedades por las que se mueve hasta el 35 por ciento del fluido corporal humano.

Esa misma característica de ser una especie de «autopista de líquido corporal» es la razón por la que durante años el intersticio fue conocido a medias: al ser observado al modo tradicional bajo microscopio, perdía el fluido de sus oquedades y era descrito solo como un tejido sólido y flexible con estructura externa de colágeno y elastina. Y hasta ahí llegábamos.

La forma en que miramos

Pero fue una novedosa técnica de endomicroscopía in vivo (que en los últimos años ha revolucionado lo que sabemos en medicina y permite observar la histología y anatomía de los tejidos humanos en su propia vida) la que reveló las funciones y relevancia intersticial con mayor justicia.

En 2015 el uso de la endomicroscopía confocal con láser permitió observar en movimiento el tejido biliar de un paciente mientras era operado de cáncer. Los patólogos de la escuela médica de Nueva York notaron entonces «un patrón reticular con huecos que no tenía ninguna correlación anatómica». Pero, al intentar extraer muestras para su detallada descripción bajo microscopio, Neil Theise, coautor senior del estudio, notó que se drenaba el fluido contenido en las oquedades y se perdía la información total de ese tejido. Por eso, durante mucho tiempo, apuntó el investigador médico, ha aparecido en las placas de Petri «como algo sólido».

No es hasta ahora, con el uso de una mirada en vivo en más de 12 pacientes, que se logra demostrar «que forma parte de la submucosa y que es un espacio intersticial lleno de fluido no apreciado con anterioridad».

¿Para qué quiero mi intersticio?

Entre las hipótesis que se van tejiendo sobre las funciones intersticiales coexisten las viejas y nuevas ideas. Desde que se conocía ese espacio se había descrito ya como un amortiguador protector de músculos y órganos de sus movimientos contractuales diarios.

Pero al dejar fuera su transporte de fluido, se perdía de vista la implicación de ese «tráfico» de líquido en la expansión metastática de células cancerosas, y el papel en las enfermedades fibrosas, inflamatorias.

También se ha apuntado a una posible relación entre el deterioro de las células externas intersticiales con la arrugación de la piel y la rigidez de las articulaciones con el paso de la edad, pero todas estas son nuevas posibilidades por demostrar en la vorágine de estudios que se avecinan.

«Este descubrimiento tiene el potencial de impulsar avances radicales en medicina, incluida la posibilidad de que tomar muestras del estudio intersticial se convierta en una potente herramienta de diagnóstico», anunció Theise en un comunicado acerca de la relevancia de este hallazgo médico.

El equipo de los peros

Sin embargo, después de una ola     de euforia noticiosa que ha repetido las palabras nuevo órgano, hasta dejar de parecerla, van emergiendo las voces del contrapunteo especializado. Si el espacio intersticial era descrito desde el siglo XIX —amén de la escasez en la mirada— ¿es válido hablar de un nuevo órgano por el elemento del transporte de fluidos antes no apreciado? ¿Responde este estilo noticioso a una tendencia más periodística que médica? Y en ese caso ¿quedaron comprometidos medios especializados de prestigio al presentar como un nuevo órgano algo que no es tan novedoso ni tan superior a un tejido?

El medio digital Hipertextual recopila las declaraciones de varios participantes en el debate, y los tonos no son nada neutros. El investigador del Centro Oncológico MDA Anderson, de la Universidad de Texas, Anirban Maitran, apostaba por la cautela en un comunicado publicado en The Scientist.

«Es justo decir que patólogos e histólogos saben desde hace mucho que hay un espacio intersticial y que este contiene líquido. La afirmación de que se trata de un órgano hasta ahora desconocido, el más grande hasta el momento, parece forzada (…) La mayoría de los biólogos se mostraría reticente a llamar órgano a desiguales espacios microscópicos que contienen fluido entre tejidos. Por esa definición, la cavidad abdominal y la pleura también lo serían».

Otro de los que se preguntan si se ha ido demasiado lejos con los anuncios es el investigador médico de la universidad de Chicago Mark Westneat: «La idea de que es “un órgano nuevo o de que se ha descubierto algo nuevo y previamente no identificado en el cuerpo humano” es claramente falsa (…) Hay miles de publicaciones al respecto y los cirujanos lo conocen bien».

El director del laboratorio de anatomía humana de la Universidad de Rush, James William, opinaba hace poco a New York Times, uniéndose al debate: «Los únicos órganos que se hacen en estos días son los que aparecen sobre el escenario en música».

Sin embargo, el estudio publicado por el equipo de la universidad neoyorquina se expresaba en términos de ampliación y guardaba un cuidado que los medios han desestimado: en lugar de aventurarse a hablar de un nuevo órgano, apuntaba con prudencia que «la anatomía y composición del espacio intersticial entre las células se entiende cada vez mejor».

Entonces de dónde surgió el revuelo de hablar de un nuevo órgano, que se replicó en cientos de medios del mundo con igual soltura.

Algunos apuntan a Eurekalert!, una agencia que alimenta a numerosos medios del mundo y que abrió la cadena de réplica sobre el estudio de Scientific report con un titular muy atrevido: «Un órgano nuevo había sido omitido por los métodos estándares.

Esta ola de euforia por hallar un órgano realmente novedoso respondería entonces al descuido y al sensacionalismo de los medios no especializados. Un tema que reabre la eterna polémica sobre cómo nos apropiamos de los hechos científicos desde la mirada espectacularizante del flujo de opinión y las redes sociales en este siglo.

Lo lamentable es que tras el ruido de tanta algarabía se pierda de vista lo verdaderamente valioso para la ciencia. Hemos alcanzado a revelar otro misterio, y de seguro sus implicaciones para el diagnóstico, la oncología y quién sabe cuántas otras disciplinas están aún por ser conquistadas.

 

El intersticio se extiende de manera semejante a la piel, pero es transportador de grandes cantidades de fluidos en el cuerpo.  Foto: Tomada de HispanTV

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