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María Virginia y las brisas del mar

Ricardo Armas Salteador, el protagonista de María Virginia mi amor y de María Virginia está de vacaciones, vive una etapa de la vida que convencionalmente se denomina «adolescencia». Ricardo, en esta ocasión, «adolece» de la ausencia de su novia María Virginia, la cual se encuentra de vacaciones junto a su familia en Guanabo

Autor:

Patricia Marín Peña*

Un joven siente la imposibilidad de expresar a su novia lo que siente por ella mediante una carta. Otro conocerá el amor y el desengaño. La típica abuelita hará que su nieto coma dulces antes de escucharlo. Un joven ayuda a sus padres mayores en los trabajos de la casa. La mentira será el motor propulsor para que el compañero de viaje obtenga el permiso. Será necesario vencer mecanismos burocráticos para conseguir ayuda. Así se nos esboza en la primera parte de María Virginia está de vacaciones**, de Sindo Pacheco, la vida en Cabaiguán en el período del año en que los estudiantes disfrutan de sus vacaciones.

Ricardo Armas Salteador, el protagonista de María Virginia mi amor y de María Virginia está de vacaciones, vive una etapa de la vida que convencionalmente se denomina «adolescencia». Ricardo, en esta ocasión, «adolece» de la ausencia de su novia María Virginia, la cual se encuentra de vacaciones junto a su familia en Guanabo.

Todo es aburrido sin María Virginia; es necesario hacer algo: escribirle una carta…

Rica —apócope de Ricardo— necesita la aventura como Tom Sawyer, personaje a quien se hace referencia frecuentemente. Comprende la necesidad de compartir su viaje y de documentarlo, de tener tanto un compañero como un compendio de sus aventuras. Tras ser rechazado por Ferna y otros amigos, recurre a Mariano Jesusón, pues él está disponible y Ricardo considera que tiene aptitudes de escritor (es, finalmente, quien le escribe la carta a María Virginia). Este le resultará un «Pepe Grillo» que lo aconsejará o, en ocasiones, se dejará arrastrar por él en sus lances. El binomio razón-pasión que encarnarán estos dos muchachos —de manera semejante al de Sancho Panza y Don Quijote—, los llevará a entablar una relación de aprendizaje y de amistad.

Heredera de la novela del tipo Las aventuras de Tom Sawyer de Mark Twain, María Virginia está de vacaciones deja de lado el misterio y se centra en el viaje. Las travesuras de estos dos amigos están impregnadas de cubanía. El lenguaje que se utiliza y los nombres son una muestra de esto: Ricardo Armas Salteador, Mariano Jesusón, son nombres largos, singulares como sus personajes, que los caracterizan en una primera instancia y a la vez no dejan de sonarnos jocosos y autóctonos.

El libro está dividido en tres partes. La mayor la integran los capítulos narrados por Ricardo. Sus sentencias absolutas, su visión machista, altanera y graciosa predeterminan los acontecimientos que narra. La segunda parte la relata Mariano, personaje que en un inicio se nos presentó como un niño mimado, amante de la filatelia; luego fue invadido por el caos que trae consigo Ricardo y ya después tiene la madurez necesaria para cerrar la historia. La tercera parte constituye el motivo que le dio origen a toda la travesía: la carta a María Virginia. A manera de epílogo, se consolida como definitiva la escrita por Mariano y aprobada por Ricardo.

Las cartas a María Virginia constituyen un elemento importante en la novela. De cuatro personas se vale el protagonista para que le escriban la carta. Como resultado obtiene cuatro versiones que responden al estilo de cada autor. Resultan graciosas y muestran diversas formas de realizar una epístola. Debido a las adversidades que halla Ricardo para hacerle llegar la carta a María Virginia, decide llevársela personalmente. El personaje de María Virginia se yergue entonces como una especie de Dulcinea del Toboso, fuente de inspiración, lugar de refugio en los momentos de cansancio (María Virginia mirando el mar será una imagen visitada por Ricardo en varias ocasiones), la musa y la razón por la cual Ricardo arrastrará consigo a Mariano desde Cabaiguán hasta Guanabo.

El lenguaje de los muchachos es dinámico y osado; el de Mariano, coloquial; mientras que Ricardo resulta vulgar en algunos momentos de exaltación. Sin embargo, los personajes conmueven, atraen y convencen; no hay que hacer más que leer el capítulo Vlll: valiéndose del lenguaje y de la inventiva en la controversia, cada personaje gana, entre los hospitalarios campesinos, sus seguidores, al punto de que se divide el público entre los que secundan a Mariano y a Ricardo.

El sol, el contacto con la naturaleza y el motivo del mar, presentes en las ensoñaciones de Rica, dotan a la narración de una atmósfera singular. Carreteras, terminales, cafeterías serán espacios propicios para la peripecia. El favor, resolverse el viaje, pasar trabajo, pedir botella, fugarse, son elementos que constituyen la cotidianidad y que a la vez conforman la aventura. El lector transitará por un camino de humor, solidaridad y aprendizaje, mediante una lectura amena. María Virginia, contemplando el mar, deleitándose ante él, nos anuncia desde la portada del libro, el destino de la aventura.

*Estudiante de Letras de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana

**Sindo Pacheco: María Virginia está de vacaciones, Editorial Gente Nueva, La Habana

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