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Para que el corazón no deje de latir

No es común, pero algunos niños y adolescentes deben asumir una vida normal llevando en su pecho un marcapasos, dispositivo de estimulación eléctrica que no falta en nuestro país

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Si alguna historia se salvará del olvido del doctor Michel Cabrera Ortega, especialista en II Grado en Cardiología y jefe del Departamento de Arritmias y Estimulación Cardiológica del Cardiocentro William Soler, es la de esa pequeña que hoy, con cinco años de edad, tiene una historia clínica peculiar.

«Se pueden contar muchas historias, no todas sin tropiezos, y la de esta niña es un ejemplo pues nació con un bloqueo auriculoventricular congénito y en su primer año de vida se le colocó un marcapasos epicárdico, es decir, el electrodo se instaló por fuera, como lo rige el criterio médico para los menores de cinco años. Sufrió una infección del bolsillo, que es la herida subcutánea quirúrgica que aloja el generador del dispositivo, y de nuevo en cirugía, fue menester implantarle un marcapasos endocavitario. Hoy lleva una vida normal pero fue muy estresante y difícil asumir su proceso».

¿Quién puede entender que un corazón recién llegado al mundo presente dificultades para vivir? Es más comprensible que le suceda al de un anciano, que tanto ha batallado en el bregar de su existencia. Sin embargo, algunos niños y adolescentes deben asumir una vida normal llevando consigo un dispositivo de estimulación eléctrica cardiaca conocido como marcapasos para que los latidos en su pecho no cesen.

Un electrodo y un generador (donde se coloca la batería y el circuito y se efectúa la programación) garantizan la vida de entre 20 y 30 niños y adolescentes, fundamentalmente entre 3 y 16 años, que reciben este tratamiento en el Cardiocentro capitalino desde el 2009, año en el que comenzó a trabajar en la institución el doctor Cabrera Ortega y a partir del cual puede hacer la valoración.

Una cantidad de pacientes pediátricos —muy inferior a la de los adultos— son beneficiados con estos dispositivos. Ellos suman alrededor de mil, solamente en el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de La Habana.

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Las causas más frecuentes que determinan el implante de un marcapasos en edades tempranas se relacionan con el bloqueo auriculoventricular, congénito o adquirido, refiere el también Máster en Urgencias Médicas.

«En el primer caso, generalmente no se asocia a cardiopatías congénitas, sino más bien a trastornos del sistema de conducción en el órgano. Es posible detectar el padecimiento durante el embarazo a través del ecocardiograma de las 20 semanas, y en un porciento no despreciable sucede en hijos de madres con enfermedades autoinmunes o del tejido conectivo, como puede ser el lupus y la artritis reumatoidea, entre otras.

«Es frecuente que la madre desconozca su enfermedad y, por ello se realiza un estudio posterior al parto, y se recomienda un chequeo antes de un segundo embarazo pues existe una probabilidad de un 20 por ciento de que el segundo hijo también nazca con un bloqueo congénito».

—No siempre se coloca un marcapasos permanente en el momento del diagnóstico. ¿Cuáles son los criterios para su implantación en edades tempranas?

—Se coloca de manera inmediata durante la etapa neonatal o de lactante, o durante el primer año de vida si ocurren episodios de muerte súbita o de pérdida del conocimiento, si el paciente presenta cardiopatías congénitas o insuficiencia cardiaca.

«Se evalúan síntomas como el no aumento de peso, el rechazo al alimento o la fatiga durante la lactancia, la falta de aire, la frecuencia cardiaca, que debe ser por encima de 100 milisegundos —generalmente en ese primer año de vida es de 120 a 150—, y en algunos casos estos niños la tienen por debajo de 70 e incluso 50.

«Si no implantamos el dispositivo en su primer año de vida, el niño crece y tal vez, entre los 5 y 8 años, o durante la adolescencia, se reevalúe su caso pues son momentos clave en los que pueden manifestarse síntomas preocupantes, teniendo en cuenta el incremento de la actividad física en estas etapas.

«Aunque no existe una indicación de manera absoluta que determine la no colocación de un marcapasos en el primer año de vida del niño, nuestro servicio es conservador y medimos su capacidad funcional y la calidad de esta a través de diversas pruebas para determinar o no su implantación.

«De manera general colocamos el marcapasos en el menor de 5 años de manera epicárdica, con el electrodo conectado fuera del órgano, y por encima de los 5 años implantamos el dispositivo endocavitario, lo que no está sujeto a determinadas excepciones en dependencia de las características de cada caso.

«Hay cardiopatías o tipos de cirugía que no nos permiten acceder al ventrículo derecho que es el sitio fundamental para colocar el electrodo permanente, y en ese caso, si no podemos llegar a ese punto, aunque se trate de un adulto, se le coloca de manera epicárdica».

El bloqueo auriculoventricular adquirido puede ser causa directa de la implantación de un marcapasos, a partir de un trauma, secuela de una cirugía cardiaca, puntualiza Cabrera Ortega.

«Son pacientes que producto de su cardiopatía requieren cirugía y puede producirse un daño no intencionado del sistema de conducción, por lesión directa en la corrección quirúrgica o por un proceso inflamatorio.

«En esos casos, de acuerdo con la experiencia y los protocolos internacionales, esperamos 15 o 21 días, mientras permanece ingresado, y muchos de ellos con marcapasos externo puesto para lograr el funcionamiento adecuado. Luego, hacemos valoración del caso, y si lo requiere, procedemos al implante de un dispositivo permanente».

—¿Cuáles recomendaciones debe seguir un paciente a quien se le haya implantado un marcapasos permanente?

—Sin importar la edad, estos pacientes no pueden exponerse a interferencias electromagnéticas como por ejemplo, las que se generan en los detectores de metales con forma de arco, instalados en los aeropuertos. Ellos deben mostrar su carné y ser sometidos a revisión con el detector de metales manual, como sucede en algunas tiendas.

«Utilizar cierto tipo de elevador, que lleva identificación específica, puede someterlos a un riesgo de inhibición del funcionamiento del dispositivo. Tampoco es recomendable realizarse una resonancia magnética, y si el paciente requiere una intervención quirúrgica, también le hacemos sugerencias específicas al especialista en torno al instrumental que debe emplear.

«Al paciente pediátrico le efectuamos dos chequeos al año pues pueden sobrevenir algunas complicaciones, aunque son poco frecuentes a largo plazo. Quizá, puede producirse una obstrucción venosa por donde pasa el cable del dispositivo, o lo más común, que es el desplazamiento del electrodo del lugar donde se colocó, debido al crecimiento normal del paciente, lo que provoca un fallo en el funcionamiento. En la actualidad empleamos técnicas para evitar esa situación».

Cabrera Ortega destaca que el Cardiocentro William Soler, como centro de referencia nacional, recibe pacientes de todas las provincias del país, y que no se limita a atenderlos hasta los 18 años. Cuando un paciente ha sido corregido aquí en edades tempranas, y con el tiempo surgen padecimientos que conllevan la colocación de un marcapasos, lo recibimos aquí como parte del seguimiento, aunque tenga 30 años, por ejemplo.

—¿Se ha visto afectada, en alguna medida, la disponibilidad de estos dispositivos a causa del bloqueo o de otras cuestiones de índole económica?

—En algunas épocas se ha demorado la distribución de los dispositivos o la llegada al país de algún pedido, pero en Cuba es una suerte que podamos trabajar con tecnología equivalente a la que se utiliza en países del Primer Mundo, e incluso, más recientemente comenzamos a trabajar con tricamelares o multisitios y con desfibriladores implantables, principalmente en la población adulta.

«Son productos de buena calidad, y aunque no hay modelos específicos para el paciente pediátrico, sí nos llegan algunos más recomendados para su tratamiento, pues son de tamaño reducido, estéticamente más aceptados y de mejor implantación».

Corazón que envejece…

Sobre los tricamelares y los desfibriladores implantables, la doctora Ailema Alemán Fernández, especialista de I Grado en Cardiología y Jefa del Servicio de Arritmia y Estimulación Eléctrica del Instituto de  Cardiología y Cirugía Cardiovascular, explica que son dispositivos de reciente invención, que también extienden la expectativa de vida con calidad.

«Los tricamelares estimulan la aurícula derecha, el ventrículo derecho, y de manera novedosa el izquierdo, generalmente a través del seno coronario. Tienen indicaciones muy específicas para las insuficiencias cardiacas por miocardiopatías dilatadas isquémicas o no en pacientes sintomáticos con capacidad funcional.

«El trasplante ha sido para muchos de estos pacientes la solución única, y deben esperar el avance de una lista muy extensa cuando en no pocos casos ya no pueden demorar más tiempo. Sin estos  dispositivos su expectativa de vida solo podría llegar hasta un quinquenio, y con su colocación se puede extender a más de una década».

Los desfibriladores se emplean para tratar las bradiarritmias pero además permiten detectar y tratar arritmias ventriculares, fibrilaciones ventriculares y otras anomalías. Muestran una eficiencia muy alta, aunque su colocación no está exenta de complicaciones, agrega la galeno.

«Los colocamos como prevención secundaria en quienes ya hayan sufrido taquicardias ventriculares sostenidas de causas reversibles o algunos episodios de muerte súbita. En los últimos años se implantan además como prevención primaria en pacientes con enfermedades cardiacas y marcadores de riesgo, con miocardiopatías o cardiopatías isquémicas, taquicardias ventriculares no sostenidas, frecuencias por debajo de 25 o con hipertrofia del órgano. Se utilizan además, en las enfermedades eléctricas cardiacas como las canalopatías, que producen muerte súbita cardiaca».

Subraya la especialista que la durabilidad de un marcapasos oscila entre los 7 y 14 años pero la expectativa de vida del paciente no depende de ello sino de su estado de salud y sus comorbilidades, es decir, otros padecimientos controlados o no. En caso necesario se reemplaza el generador, uno de los componentes de estos dispositivos, donde se instala la batería y el circuito, y se programa su funcionamiento.

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