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Facebook, un peón del juego de tronos

El escándalo del uso de datos privados de los usuarios de la más grande red social del mundo evidencia cómo los usuarios regalan información de forma voluntaria a Gobiernos y emporios prestos a obtener rédito de ella

Autor:

Yurisander Guevara

Que Facebook sabe todo sobre nuestras vidas es archiconocido. De hecho, los usuarios de esta red social solo tienen que acceder a la configuración de su cuenta y pedir una copia de todos los datos que sobre su persona tiene la compañía, y en pocos minutos tendrán en su poder un enlace para descargar un archivo que contiene todo el perfil.

Cuando digo todo, es todo. Este reportero lo hizo y recibió un enlace a una descarga de un archivo comprimido de más de 500 megabytes. Me impresionó, al abrirlo, ver que Facebook acumula mis fotos, mensajes de texto, publicaciones de la biografía, accesos a aplicaciones, y hasta los Me gusta dados a los amigos. Es mi vida digital en la mayor red social del mundo contabilizada y organizada, con todos sus detalles.

Esta ingente cantidad de datos es vendida a las compañías que así lo deseen con fines publicitarios. Datos de Facebook indican que el 98,5% de sus ingresos provienen de la publicidad, en un monto tal que está cerca de superar a otro gigante: Google. Solo en 2017 Facebook ingresó 39 942 millones de dólares por este concepto, de acuerdo con sus revelaciones fiscales, publicadas en la propia plataforma digital.

Sin dudas, la información es poder y Facebook ha sabido capitalizarla de una forma nunca antes vista: los usuarios brindan por voluntad propia todos sus datos, los cuales colecta la red social para convertirlos en ganancias monetarias y, de paso, conocer todos sus gustos, patrones de comportamiento y aspiraciones. Es un espionaje libremente autorizado.

Lo han denunciado desde informantes como Edward Snowden hasta el activista Julian Assange, fundador de WikiLeaks. Y la gente sigue regalando sus datos. El tema solo gana relevancia cuando se activa algún escándalo, como el reciente de Cambridge Analytica, pero se pasa por alto una cuestión de fondo todavía más importante.

Facebook, un peón en el juego

Hace apenas unos días un escándalo comenzó a sacudir las redes globales de información: según Christopher Wylie, científico de datos de 28 años de edad, la empresa para la que trabajaba, Cambridge Analytica, construyó una herramienta que con toda probabilidad ayudó a que Donald Trump ganara las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos.

En una historia digna de una película de espionaje, relatada por The Guardian, Wylie creó una aplicación para Facebook que logró recolectar los datos de más de 50 millones de perfiles de usuarios. Con esos datos se configuraron perfiles sicológicos que luego fueron vitales para orquestar campañas políticas con mensajes específicamente destinados a ciertas audiencias, los que acabarían influyendo en el voto final.

Los datos recolectados y, sobre todo, los algoritmos creados a partir de ellos, convirtieron a Cambridge Analytica en una forma inquietante de influir en todo tipo de personas y colectivos.

El propio Wylie afirmó: «Gracias a esos perfiles sabríamos a qué tipo de mensaje serías susceptible, incluyendo la forma en la que entregártelo, los temas, el contenido, el tono, si el mensaje necesitaba ser aterrador o no, ese tipo de cosas. Sabríamos a qué serías susceptible, dónde ibas a consumir ese contenido y cuántas veces necesitábamos pasarte ese mensaje para cambiar la forma en la que piensas sobre algo».

La explosión de este escándalo —parece que Wylie tuvo una crisis de conciencia y expuso todo sin tapujos— ha hecho caer a Facebook en picada en las bolsas de valores, y ahora todos los cañones acusan a esta empresa por permitir que los datos de los usuarios, supuestamente confidenciales, fueran a parar a manos de terceros.

El quid del asunto estriba, no obstante, en dos cuestiones fundamentales que no pocos han pasado por alto: Facebook tiene datos de los usuarios porque estos los entregan de forma voluntaria, y una vez que lo hacen, pertenecen a la compañía. Así está contenido en el documento menos leído de este servicio global: los Términos y Condiciones.

La otra cuestión es que, si bien Cambridge Analytica obtuvo los datos de los usuarios, fueron ellos mismos los que permitieron ese acceso al usar la aplicación que la compañía creó como fachada en Facebook.

Cuando un usuario instala una aplicación relacionada con Facebook, como ThisIsMyDigitalLife, la creada por Cambridge Analytica, esta le solicita «permisos» para acceder a cuestiones como su información del perfil, y ahí se incluyen, a veces, hasta los contactos. Si el usuario accede a ello, básicamente lo que hace es permitir que la aplicación use sus datos como le venga en gana. Es así de simple, y ahora mismo continúa sucediendo.

El gran hermano te observa

Facebook es el pináculo de la recreación de una red social física en el mundo digital. Siendo honesto, es perfecta: permite comunicarse por diversas vías (texto, voz y video), reúne a nuestros círculos de amistades y familiares más cercanos en un solo lugar, contiene numerosas opciones de entretenimiento y, todo ello, gratis.

Sin embargo, reza un adagio de la web que cuando un producto en internet es gratis, es porque tú eres el producto.

Mark Zuckerberg, el creador de esta gran idea, no prosperó con ella hasta que recibió la atención de los grandes actores del poder en su país. El joven había dado en el clavo en cuanto a transformar los procesos de socialización en la web, y eso había que capitalizarlo en todas las formas posibles.

Antes de Facebook, casi todo el mundo en internet utilizaba nombres falsos, por aquello de resguardar su identidad personal en un espacio tan vasto como la red de redes. Zuckerberg logró romper ese temor al brindar un espacio donde socializar, en primer lugar, con personas reales, sumar otras que nunca has visto, y extender tu red de contactos a partir de intereses reales y comunes. Así, usar tu nombre y contar tu vida te convierte en algo «real» entre bits y bytes.

Tan ingeniosa forma de socialización hizo que miles de millones de personas salieran del «closet digital» en el que se encontraban y, sin remilgos, comenzaran a compartir con pelos y señales todo sobre su vida.

Detrás del «milagro» Facebook, empero, se encuentran organismos de inteligencia que usan esos datos para sus operaciones, especialmente la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA, por sus siglas en inglés). Bajo el manto de In-Q-Tel, la CIA creó una empresa inversionista que ha aupado proyectos como Keyhole —hoy Google Earth—, y Facebook, entre otros, en su camino al estrellato tecnológico. Esto es información pública que se exhibe en el portafolio de la mencionada empresa.

El hecho, sin embargo, no es de extrañar, puesto que fue una división del Departamento de Defesa de Estados Unidos, Darpa, la que inventó internet.

Acaso todo este embrollo queda mejor resumido en las palabras de Edward Snowden, exanalista de la CIA y el FBI, quien tuiteó el pasado 17 de marzo: «Las empresas que hacen dinero recolectando y vendiendo registros detallados de vidas privadas alguna vez fueron descritas como “compañías de vigilancia”. Su cambio de nombre como “redes sociales” es el engaño más exitoso desde que el Departamento de Guerra se convirtió en el Departamento de Defensa». 

Protege tus datos 

Para añadir más picante a la situación creada por Cambridge Analytica con Facebook, un programador de Nueva Zelanda, Dylan McKay, descubrió que esta red social tiene literalmente todo registrado sobre un usuario, especialmente si este usa la red social desde un teléfono móvil con Android a través de su aplicación principal u otras relacionadas, como Messenger, Instagram o Whatsapp.

McKay tuiteó que Facebook registra también todo el historial de llamadas de sus usuarios, y mantiene un registro histórico de todos los contactos alguna vez almacenados en el terminal, incluidos aquellos que fueron borrados.

Facebook tiene, además, acceso a metadatos de los mensajes de texto de la aplicación de mensajería del teléfono, y en cuanto a los registros telefónicos, almacena hasta la hora en que se realizaron las llamadas y su duración.

Evitar esta situación es posible para quien estrene la aplicación en su móvil, a partir de denegar accesos en los permisos que piden aplicaciones como Facebook, Messenger, u otras similares.

Es recomendable, además, revisar qué aplicaciones ha autorizado a tener acceso a su cuenta de Facebook para que analice los permisos concedidos y revoque los que considere intrusivos a su privacidad.

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