Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Ámame despacio, que tengo prisa

Tener prisa es una epidemia en avance, con un alto costo humano individual y social. Ante esas metas poco realistas nuestra mente enjuicia, fustiga y abochorna

Autores:

Mileyda Menéndez Dávila
Oscar Ojeda*

¡Paren el mundo que me quiero bajar!

                                          Anónimo     

 

Desde hace algunos años, la asociación norteamericana Take Back Your Time (Recupere su tiempo perdido) decidió convocar un Día de los relojes caídos, para que las personas se tomen las cosas con calma y reflexionen sobre la calidad del tiempo que dedican a sí mismas y a quienes dicen amar.

La fecha elegida es el 24 de octubre, pues según estadísticas internacionales, a esa altura del año en Estados Unidos un empleado promedio acumula más horas dedicadas a su oficio que las facturadas por un trabajador similar en Europa u otras partes del mundo, por lo general a costa de su propia salud y del tiempo que merecen otras acciones en la vida, como descansar, conocer lugares, amar, crecer espiritualmente.

Tener prisa es una epidemia en avance, con un alto costo humano individual y social. Ante esas metas poco realistas nuestra mente enjuicia, fustiga y abochorna, aun en el caso que otras personas no reclamen, al decir de Carl Honoré, autor del libro Elogio de la lentitud, publicado en 2005.

Cuando las agendas nos desbordan, en lugar de alegrarnos por lo cumplido nos centramos en lo que quedó sin resolver y eso nos pone de mal humor, precio que pagan nuestros seres queridos, porque así es difícil vivir el presente y proyectar un futuro de satisfacción y sosiego.

Para las mujeres, la tiranía del tiempo es mayor, por eso se habla de las dobles y triples jornadas femeninas, en las que suele quedar fuera el descanso y el equilibrio emocional pierde terreno. Literalmente en nuestro cuerpo hay desbalance entre la producción de cortisol (hormona del estrés) y la de dopamina o la serotonina (del placer y la satisfacción).

La prisa no es elegante

La palabra prisa procede etimológicamente del verbo en latín premere (presionar, estrechar o apretar). Significa premura, apuro, inmediatez… y, por lo general, son insanas sus causas: ganar una competencia contra tu propia vida, tomar distancia emocional con tu alrededor. Y hay quien piensa que está todo controlado porque se permite un poco de quietud física frente a una pantalla… para ver series violentas o sumirse en un videojuego cargado de tensión y frustraciones, mientras la pareja y la familia intentan detener su propia vida para no molestar, en lugar de compartirla con este súper ocupado ser.

Es una carrera como la de la liebre de Alicia en el país de las maravillas, y entre sus detonantes está la inseguridad, falta de confianza en habilidades propias o en nuestro lugar en la sociedad, ansiedad por mostrar a otras personas lo que podemos llegar a tener o ser antes de que llegue la vejez…

En la cultura moderna ser lento es sinónimo de ser torpe o inútil. La impaciencia se vende como virtud y se sufre más el tiempo entre una y otra tarea, en vez de aprovecharlo para estirar el cuerpo, meditar, descansar la mente, existir.

La prisa además aumenta las probabilidades de sufrir consecuencias indeseadas (incluso más pérdida de tiempo). Cualquier atajo físico o mental violenta los límites naturales y tiene impacto en la calidad de lo que hacemos, en cómo nos evalúan y nuestra satisfacción interna.

Y en realidad, ¿adónde exactamente quieres llegar? ¿Qué persigues? ¿Te lo has preguntado alguna vez, o será que la prisa no te deja ver que vas hacia donde no anhelabas: ese cúmulo de promesas incumplidas, relaciones sin calidad, estrés, mala salud, perderte los mejores momentos por estar pensando en el día siguiente?

Si el transporte no llega, la cola se tarda o los trámites son infinitos, en lugar de molestarte sonríe a las personas, lee un libro, participa en debates y cursos virtuales, manda un mensaje cariñoso a tu pareja, revisas los cumpleaños de la gente a quien quieres, chequea tu pulso, respira a consciencia, estira tus articulaciones, toma fotos, escucha los sonidos de la naturaleza…

Un viejo proverbio dice: la vida es eso que te ocurre mientras decides qué vas a hacer con ella. Si la dejas pasar sin observar el presente y no ­escuchas lo que la gente tiene para dar, corres el riesgo de herir (a veces de forma irreversible) a quienes de verdad se interesan por ti y no solo se sirven de tus habilidades y capacidad de trabajo.

Este sábado 24, y siempre que puedas, ponles pausa a tus preocupaciones y limpia tu cerebro de sustancias nocivas. Si te acostumbras a tomarte un tiempo para la felicidad de ser tú, verás cómo se equilibra tu sistema inmunológico y se eleva tu potencial creativo (también en lo sexual), además de crear un clima seguro para tu familia, porque tanto el estrés como el buen humor son altamente contagiosos y definen tu estilo de vida. Por eso un viejo proverbio árabe dice: Los occidentales tienen el reloj,  los orientales tenemos el tiempo.

  • Siquiatra y terapeuta holístico.

Tiempo para ti

Sé impecable en tus acciones rutinarias, hazlas de manera consciente, con tu ciento por ciento en el presente. Pasa períodos de tiempo sin hacer nada, solo sentir tu vida en quietud: unos minutos antes de levantarte, después de comer, al amanecer o el atardecer…
Haz cosas que disfrutes a solas o con tu pareja. Hablen de hobbies, amistades, proyectos, lo bello de cada día. Deja de competir contigo o con alguien más. Concéntrate en ser impecable, pero no sacrifiques tu bienestar para complacer a un ego insaciable. Suelta el control: no es posible planear todo hasta el último minuto. Las expectativas exageradas suelen acompa ñarse de resistencia, incertidumbre, frustraciones.

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