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Súper madres con plumas, pelos y escamas

Para cuidar de un hijo, poco importa la especie. Así lo demuestran las mejores progenitoras del mundo animal

Autor:

Patricia Cáceres

Mucho se habla del amor, la ternura, y consagración incondicional de nuestras madres. Cada mes de mayo, las desbordamos de detalles, verdaderos sacrificios envueltos en papel de regalo, o simplemente con un beso, para demostrarles cuán importantes son en nuestras vidas.

Pero las nuestras no son las únicas que dan pruebas de amor, ternura y consagración incondicional. A continuación, una selección de algunas heroínas anónimas, las mejores madres del reino animal.

Cálao de Sulawesi:

Las primeras súper mamás son las hembras de esta ave tropical, que vive en la isla indonesia de Sulawesi. Para proteger sus huevos —manjar favorito de lagartos y otros depredadores—, las aves sellan el nido con sus propias heces y permanecen durante el período de incubación de dos meses dentro de este pequeño espacio cerrado, soportando el mal olor y sin apenas alimento.

Elefante marino:

Otras elefantas dignas de admiración, pero esta vez del mar, también se incluyen en la lista de las mejores madres animales. Durante sus 11 meses de gestación se alimentan de forma abundante. Luego, dan a luz una única cría de unos 35 kilogramos de peso, a la que nutren con una leche tan grasa que las hace engordar hasta 4,5 kilogramos al día.

Las madres no regresan al mar a alimentarse hasta terminar el período de lactancia que dura aproximadamente entre 19 y 25 días. Durante ese tiempo de ayuno, llegan a perder hasta el 35 por ciento de su peso corporal, a razón de ocho kilogramos diarios.

Elefante:

Las elefantas no solo tienen el mérito de dar a luz a los bebés más grandes del planeta (con un peso que oscila entre los 90 y 115 kilogramos), sino también de llevarlos en su vientre durante 22 meses.

Como si esto fuera poco, las crías nacen temporalmente ciegas, y dependen totalmente de la manada y de su madre para movilizarse y descubrir su entorno. Las abuelas, hermanas, tías y hasta primas del pequeño elefante también colaboran con la crianza.

Cocodrilo:

Un cocodrilo hembra puede pesar entre los 500 y 700 kilogramos. Como no puede proteger a las crías bajo su cuerpo, por el riesgo de aplastarlas, las «cocodrilas» llevan a las criaturas recién nacidas dentro de su propia boca durante varios días. Una vez que están listas para incorporarse al agua, la madre continúa cuidándolas por un tiempo prolongado.

Guepardo:

La hembra del guepardo debe ocuparse de cuatro o cinco crías a la vez, sin la ayuda del macho. Como nacen sin instinto de supervivencia, a ella le corresponde enseñarlos a cazar, alimentarlos y evitar a los depredadores. Durante diez meses las crías dependen totalmente de su madre, y al año y medio, aproximadamente, se independizan y pierden todo contacto.

Koalas:

La dieta de los koalas se resume en una: hojas de eucalipto, que son venenosas para otras especies. Gracias a unas bacterias especiales en sus intestinos, estos animales son capaces de depurar las toxinas de la planta. No obstante, los ejemplares recién nacidos no disponen de estas defensas.

Es por ello que las madres deben alimentarlos con sus heces para así aprovechar los nutrientes del eucalipto. Además, las crías pasan los primeros seis meses de vida dentro de la bolsa de su madre, esperando a desarrollarse completamente.

Orangután:

La relación madre-hijo de los orangutanes está considerada la de mayor dependencia del reino animal. Esta habita casi todo el tiempo en lo alto de los árboles, construyendo un nuevo nido de ramas y follaje cada noche. Se estima que cada una construye más de 30 000 viviendas en toda su vida.

Nunca se separan de sus crías y las cuidan hasta que estas alcanzan los seis o siete años. Incluso, algunas suelen visitar zonas habitadas por humanos para adoptar ejemplares huérfanos, quizá liberados de una captura ilegal o criados en cautividad.

Oso polar:

Tras fecundar a la hembra, los osos polares machos desaparecen. En el período de dos o tres meses que tarda el óvulo en fertilizarse y desarrollarse, la futura madre se alimenta para almacenar la mayor cantidad de grasa posible.

Tras dar a luz a una o dos crías, en un refugio excavado en el hielo, amamanta a sus hijos sin comer nada, motivo por el cual pierde mucho peso.

En la mayoría de los casos, los jóvenes osos permanecen cinco meses junto a su madre, aunque algunos pueden convivir con ella durante más de dos años.

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