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Las Vegas de la ira

El pasado 26 de octubre, Nancy Quintana decidió disfrutar con tres amigas en el famoso centro recreativo Las Vegas, en Infanta y 25, frente por frente a Radio Progreso, en la capital.

Nancy, quien reside en calle 2 número 724, apartamento 4, entre Zapata y 31, en el Vedado, refiere en su carta que arribaron a las cuatro y treinta de la tarde y pagaron 25 pesos per cápita, valor que les permitía consumir.

A las 4 y 45 pidieron cuatro pizzas, a 16 pesos cada una, y un pomo grande de cola, a 28 pesos. El refresco se lo situaron en la mesa a las 5 y 15 «totalmente caliente». Y cuando le solicitaron hielo a la empleada, esta les respondió que el mismo era solamente para los que consumen ron.

Las cuatro pizzas llegaron... ¡a las 6 y 45 de la tarde! «Pensamos que fue a esa hora, argumenta Nancy, porque dos de nosotras nos colocamos al lado de la salida de la cocina para velar que finalmente las trajeran».

Pero lo peor vino después: con las cuatro morosas pizzas, llegaron un tenedor y un cuchillo. Al inquirir por los restantes, la respuesta fue: «No tenemos más cubiertos».

Picaron entonces las pizzas en cuatro para comerlas como pizzetas, y cuando las tomaron en las manos, intentando doblarlas, se deshacían. «Estaban muy extrañas, no solamente crudas».

Precisa la denunciante que las cuatro mujeres se molestaron mucho, y decidieron marcharse de Las Vegas antes de que concluyera la presentación artística que, por cierto, contrastaba en calidad y atractivo con aquella cadena de disparates gastronómicos.

Nancy lamenta que, teniendo tan pocas ofertas de ese tipo en la capital en pesos no convertibles, un centro de tanta historia como Las Vegas eche por tierra el sentido esencial de un servicio, aquí, en Hong Kong o en la Patagonia: servir y complacer al cliente.

Por suerte, hay personas que, a la hora de tratar al prójimo, defienden la excelencia a toda costa. Lo atestigua en su carta María Estela Azcona, de Tres Palacios 61, entre Delicias y San Luis, en el barrio capitalino de Lawton.

Relata la lectora que su tía fue hospitalizada en la sala B del Hospital Oncológico, en Plaza de la Revolución, y fue intervenida quirúrgicamente. Y como estuvo acompañando a la señora, pudo palpar muy de cerca la esmerada atención de los médicos, enfermeras y demás trabajadores de un centro donde se requiere de tanta sensibilidad humana.

María Estela recalca que esa dedicación al paciente se da en condiciones bastante anormales, pues el hospital se encuentra en fase de ampliación y remodelación, lo que podría dislocar la atención . Y aun así, insiste, solo encontró profesionalidad y devoción. Y ella los felicita.

Y Elena Medrano Brunet, de Santo Tomás 418, en el Cerro, fue operada de cáncer de mama en ese mismo hospital. Ella quedó muy impresionada con un proyecto tan solidario y humano como la exposición Alas por la vida instalada allí, que reunió a tantos talentos artísticos cubanos. «Quisiera agradecer en nombre de todas nosotras la emoción que sentimos al visitar la galería, señala. Todo esto nos da fuerza y nos anima para abrir las alas hacia la vida».

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