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La secuela de los impagos

La tan llevada y traída cadena de impagos que carcome nuestras relaciones económicas internas entre empresas y unidades presupuestadas, ese dime que te diré de que no te pagan lo que te deben y tú en consonancia también eres deudor, tiene consecuencias nocivas cuando la afectada es una institución docente.

Tal es el caso que me remite en su carta el doctor en Ciencias Mario Armando Gómez Hernández, vicedecano docente de la Facultad de Matemática y Computación de la Universidad de La Habana, y residente en Mercaderes 268, entre Amargura y Teniente Rey, en La Habana Vieja.

El vicedecano aclara que escribe a título personal, y cuenta que el 24 de septiembre se rompió el aire acondicionado del laboratorio de Computación de dicha Facultad, que tiene 40 máquinas.

Tal contrariedad irresuelta, precisa Mario Armando, ha afectado severamente las labores docentes en la carrera de Ciencias de la Computación, en las asignaturas específicas; y en menor medida en la de Matemática.

La odisea es que la empresa TEGOS, subordinada a COPEXTEL, no resuelve dicho problema de climatización, porque la Universidad de La Habana no le ha pagado servicios anteriores prestados en esta y otras dependencias de ese centro docente.

«No es que considere poco importante el tema de las cuentas por cobrar y pagar para sanear nuestra economía —sostiene el vicedecano—, pero... ¿un asunto tan sensible como la docencia debe caer en ese mundo? Solo hace falta reflexionar un poco para darse cuenta de que un graduado en Ciencias de la Computación actualmente es un profesional de alta demanda, pero es imposible formarlo si no tiene una computadora. Ese es su objeto de estudio».

Argumenta que en un país donde se crean todas las condiciones para la educación superior, «duele que la falta de sentido común y el burocratismo nos ahoguen con decisiones inflexibles, las cuales no encuentro manera coherente de explicarles a mis estudiantes, que llevan casi un mes sin poder utilizar una PC para estudiar o realizar sus proyectos».

La segunda misiva la envía Orlando Martínez Escobar, vecino de Carretera a Sagua, kilómetro 4, La Estrella, en la ciudad de Santa Clara, profesor y secretario docente del Instituto Preuniversitario en el Campo Jesús Menéndez, situado en el Plan Yabú.

Orlando se siente muy dolido y desestimulado porque, teniendo 33 años de trabajo ininterrumpido en la enseñanza preuniversitaria, siempre en el campo, y manteniendo una actitud y consecuencia pedagógicas destacadas, no ha sido estimulado con las medallas Rafael María de Mendive y Pepito Tey, del sector educacional.

«Sinceramente —confiesa—, me siento defraudado, poco reconocido, como si toda mi labor durante estos 33 años de bregar se evaporara en el espacio sideral. No soy el encargado de gestionar esos reconocimientos en el ocaso de mi trayectoria laboral. El único reconocimiento que recibo es cuando por la calle me encuentro con ex alumnos de hace 30 años, y se asombran de que aún esté en esta trinchera de enseñanza en el Yabú, y me reconocen».

La tercera carta la envía el doctor Ibrahim Andrés Rogert, vecino de calle Quinta, edificio 6-A, apartamento 3, entre Tercera y Avenida Granma, reparto Jesús Menéndez, en la ciudad de Bayamo, provincia de Granma.

Ibrahim quiere agradecer públicamente a los doctores Elia Rosa, Mederos y Bech, y al resto del personal del Hospital Pediátrico de Bayamo, por salvar a su hija de una anemia muy severa que tuvo con un mes de nacida.

El remitente valora altamente este logro, teniendo en cuenta que él y su esposa llevaban más de diez años intentando tener un hijo. Y en la etapa más crítica de la enfermedad de la bebita, Ibrahim se encontraba cumpliendo misión médica en Venezuela, pero su esposa tuvo la compañía, el apoyo y la resolución de ese equipo profesional.

Y el doctor Ibrahim nos envía una foto de la hermosa Malivita, que sonríe a la vida gracias a los prodigios profesionales y humanos de la medicina cubana. Enhorabuena.

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