Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cliente de paciencia

Aún da quehacer la queja de Juan Alberto Ramos, reseñada el pasado 24 de junio. Entonces él, residente en el municipio capitalino de San Miguel del Padrón, censuraba que tuviera que agenciarse la transportación hasta Hilatex, en El Wajay, kilómetro 2½, de un colchón adquirido en la tienda ULTRA, de CIMEX, y en plena garantía, que se encontraba en mal estado e iba a ser cambiado.

El pasado 29 de octubre reseñé aquí la respuesta de Lázaro Falcón, especialista de Supervisión de la Sucursal Centro de CIMEX en Ciudad de La Habana, quien delimitaba responsabilidades: CIMEX comercializa el artículo, e Hilatex, proveedor, se encarga de la garantía y la transportación del mismo. No obstante, y ante las limitaciones del productor para cumplir con su responsabilidad, CIMEX amablemente resolvió ayudar en la transportación.

En todo momento en su carta Falcón se refirió a Hilatex como el productor-proveedor. De seguro el especialista asumía familiarmente el nombre del edificio, donde se encuentran esa y otras entidades que, aunque ocupan el mismo inmueble, tienen objetivos diferentes. Por ello, cuando al publicar la carta de Falcón este redactor elogiaba el interés tomado por CIMEX, lo contrastaba con el silencio «de Hilatex».

Ahora escribe Alberto Plochet, director general de la Empresa Textil Hilatex, quien al fin desenreda el hilo de la confusión: Hilatex, productora de tejido de felpa y toallas, «dentro de su objeto social no tiene autorizados ni producción, ni comercialización y reparación de colchones. Nosotros radicamos en la Zona Industrial Primero de Mayo, en El Wajay, perteneciente al Ministerio de la Industria Ligera, donde existen otras entidades como Dujo Copo-Flex, que es la responsable del tema».

Plochet agradece de antemano una aclaración que es, sencillamente, una obligación reparadora. Les ofrezco mis disculpas a él y a los trabajadores de la Empresa Textil Hilatex. Mientras tanto, sigo esperando porque Dujo Copo-Flex dé señales...

Armarse de paciencia...

Ya va a ser un año que Landys Quintero paga con desesperación por culpa ajena, en la finca Las Margaritas, carretera de Maleza kilómetro 12½, Cifuentes, provincia de Villa Clara.

El 7 de noviembre de 2007 operarios de la Empresa Eléctrica laboraban en las líneas primarias de su comunidad, cuando tuvo lugar un descontrol insólito del voltaje. Y el televisor de Landys emitió un sonido, desprendió humo y dejó de verse.

De inmediato se comunicó por teléfono con la Empresa Eléctrica: Le dieron el número de registro 20605, y le orientaron esperar la visita de un técnico al hogar, no sin antes advertirle que podría demorar un mes.

El mes pasó, pero no el técnico por casa de Landys (primer incumplimiento con lo dicho). Y Landys (qué paciencia la del cliente...) fue a la Empresa. Quien le atendió ese día le dio otra orientación: ya no sería lo del técnico. Debía esperar pacientemente hasta recibir una carta con la cual se presentaría en el taller, para que... ¡al fin! el técnico revisara su equipo y certificara el daño y la causa.

«Al ver que esa carta no tenía dirección ni rumbo —señala— e imaginarme que se trataba de un engaño más, repetí mi visita. Y me recibió la misma compañera de la última vez, la cual me orientó (ya no era esperar la carta) traer el televisor al taller el día fijado por ella. Así lo hice».

Ya en el taller, un técnico lo revisó y certificó el daño por alto voltaje. Ahora debía esperar a ser llamado para la reposición del mismo. Pero el tiempo pasaba, y él decidió «caerle» al asunto. Ni así: lleva ya nueve o diez visitas, y siempre hay a mano alguna respuesta: ahora no hay equipos de ese tipo en almacén... No se han comprado todavía... Trajeron 20, pero se acabaron... Vinieron, pero por el orden de la lista y no te corresponde todavía...

Landys pregunta: «¿Por qué tanto maltrato? ¿Por qué unas veces me dicen una cosa y otras me dicen otra?». El cliente llevó un recorte de un caso similar publicado en esta columna y, asegura, le dijeron que podía escribir o hacer lo que se le antojara, que eso a ellos no les preocupaba; pues su deber era informar y ya lo habían hecho.

¿Cliente?

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