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Reservando disgustos

Liduvina Izquierdo (Carretera Central 59 B, entre 4ta. y 6ta., Reparto Sandino, Santa Clara) cuenta que el 18 de marzo pasado estuvo desde las 10:00 a.m. hasta las 6:00 p.m. en la Agencia de Reservaciones de Pasajes de Ómnibus, en la Terminal de la Coubre, La Habana Vieja, y allí vio demasiado.

La recogida del carné de identidad de quienes aspiran a comprar pasajes demora varias horas, y requiere paciencia. Mientras, asegura, constantemente entran personas por la puerta colateral, a quienes se les recoge el documento identitario, aun cuando no hacen la cola. Y no aparece información visible del horario de apertura y cierre.

Ese día, a las 8:00 a.m., recogieron 20 solicitudes, y 24 a las 11:00 a.m. Y el otro llamado, según los de la agencia, era a las 2:00 p.m. Pero ocurrió a las 3:00 p.m. Y entró todo el personal que estaba en la cola, «con la condicionante de que todos no podrían recibir su pasaje, pues no alcanzaba el tiempo, dado que el cierre era a las 6:00 p.m.». Y había que dejar el carné de identidad allí para la solicitud, y recogerlo al siguiente día a las 8:30 a.m.

A las 2:00 p.m., cuando ya llevaba cuatro horas en cola, ella se acercó a quien atendía la entrada, y le preguntó cuándo llamarían otra vez. El empleado le dijo que posiblemente no lo harían, ya que se había llamado hasta esa hora a 120 personas, por lo cual existían muchas solicitudes pendientes. Pero en la cuenta de Liduvina, por la cola hasta ese instante habían atendido a 44 personas. El resto, 76, lo hicieron fuera de la cola, asegura.

Algo significativo, señala, es que después de esa larga espera, «se desconoce si la solicitud del pasaje tiene posibilidades, pues se puede recibir una negativa».

Resalta Liduvina que en aquel sitio, la parte de afuera donde se hace la cola, el estado higiénico es pésimo. «Aquello es una letrina pública a la intemperie». Y también reparó en lo que llama «maltrato a la población». Refiere que «una trabajadora se dirigió a mí bastante mal, y me expresó que lo hacía porque estaba muy nerviosa, aunque pude observar que algunas personas eran muy bien atendidas, siendo las últimas en llegar».

Al final, relata que las personas que entraron en el llamado de las 3:30 p.m. «decidimos esperar nuestro pasaje, a pesar de la amenaza de que no iban a volver a llamar. Y pudimos ver cómo después de esperar dos horas, las solicitudes tuvieron más agilidad con respecto a las que entraron en horas de la mañana. Eso no es lógico», concluye.

Respeto a un policlínico

Rosa Rodríguez (Avenida 99, nro. 4214, entre 42 y 44, Reparto Lotería, Cotorro, Ciudad de La Habana), escribe con una perfecta letra, para «agradecer de todo corazón, el amor, la profesionalidad, la devoción y el humanismo» con que fue atendido su hermano Lázaro Rodríguez, en el policlínico Efraín Mayor de esa localidad.

Relata Rosa que Lázaro fue atendido en ese centro en varias ocasiones, «y se hizo lo indecible por salvarle la vida en la Sala de Terapia por el eficiente doctor Aníbal Reyna Velázquez, y la enfermera Yuleisy».

Señala que ambos profesionales pusieron a prueba todo, «a pesar de que los instrumentos no se encontraban funcionando con la eficacia necesaria, y dieron el paso al frente. Demostraron que no se podía perder la fe, ni la esperanza, a pesar de su juventud».

Apunta la remitente que «aunque mi hermano falleció en el Hospital La Dependiente tres días después, la familia no olvidará nunca cuánto se hizo, con qué tesón y cariño, por su vida. Veneración y gratitud para esos jóvenes profesionales de la salud, sentencia Rosa. Ellos son un gran ejemplo».

A propósito, la mayoría de las cartas con agradecimientos y elogios que llegan, tienen que ver con la atención a pacientes en unidades de salud. Claro que ese es un tema muy sensible para el cubano, y, además la gente está muy tensionada con mil problemas. Por lo general le urgen atenciones. Pero si alguien percibe un gesto solidario y digno, sea cual fuere el asunto, le agradecería lo contara aquí. La virtud y la bondad también curan. Gracias.

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