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La ley del embudo

Modesto Nodarse (Marqués González 513, bajos, entre Jesús Peregrino y Pocitos, Centro Habana) narra una historia plagada de injusticia y arbitrariedades, supuestamente en nombre de la legalidad.

El 19 de noviembre de 2008 se presentó en su domicilio un inspector de la Dirección Municipal de Vivienda para aplicarle una multa de 250 pesos. El argumento consistía en que, aunque Modesto tenía los documentos relativos al local que le asignaron oficialmente —el cual estaba remodelando como vivienda— y también la licencia de construcción, le faltaba la boleta de selección que otorga el delegado de la circunscripción para acometer la obra.

Como estaba trabajando, sus hijos le pusieron al inspector al teléfono. Modesto le explicó que cuando le otorgaron el local no estaba establecido el requisito de la boleta, y él ya estaba remodelando el local. El inspector fue inflexible: tenía 72 horas para reclamar la multa ante la jefa de él, en la Dirección Municipal de la Vivienda.

Modesto dejó lo que estaba haciendo—cuánto tiempo se pierde— y se presentó ante la especialista de la Dirección de Arquitectura de Centro Habana, quien le ratificó que él no necesitaba esa boleta, ya que tenía todos los documentos en regla, y ya autorizado y aprobado el cambio de uso del medio básico que le asignaran.

Al siguiente día, Modesto se presentó ante la jefa del inspector, y ella reconoció que era improcedente la multa, pues él poseía los documentos requeridos y estaba autorizado a la adaptación del medio básico desde el 2000. Aun así, le indicó que debía pagar primero la multa, para que procediera la reclamación.

Un día después, Modesto pagó la multa. Y con el comprobante y la carta de reclamación, se presentó ante el asesor jurídico de la Dirección Municipal de la Vivienda, quien le informó que debía esperar el telegrama con la respuesta a su reclamación.

Después de múltiples visitas a la Dirección Municipal de la Vivienda, el 25 de octubre de 2009 es que recibe una comunicación: declaran con lugar el recurso de apelación interpuesto por él, y disponen la devolución de lo abonado, lo cual se haría efectivo por medio de la Oficina Municipal de Cobro de Multas. Le orientan dirigirse a la misma para que le sea reintegrado el dinero.

«Desde ese día hasta hoy —señala— he visitado dicho local no sé cuántas veces. Me devolvieron el dictamen porque decían que no se entendía uno de los números de la cuantía, luego que no tenían dinero, o que debía esperar por un telegrama…».

El 26 de marzo pasado, la administradora de la Oficina de Cobro de Multas pasó a la Dirección de Finanzas y Precios el documento que declara con lugar la reclamación. «Y para que se conozca hasta dónde llega el maltrato y la falta de respeto, hasta hoy 28 de julio de 2010 —escribía entonces Modesto— no tengo respuesta ni me han devuelto el dinero. Para pagar fue de inmediato, y para restituirme el derecho violado llevan casi dos años».

La honradez tiene nombre de chofer

Hace ya unos días, Gipsy Pérez (Calle 43, No. 3415, entre 41 y 34, Playa, Ciudad de La Habana) no se percató de que había dejado su cartera en un ómnibus de la ruta 69, carro 5101.

Cuando ya la mujer daba todo por perdido, el propio chofer de la guagua consultó su carné de identidad, que estaba dentro del bolso, y se le apareció en casa de Gipsy con el mismo, y todo lo que había adentro, incluido el salario que la mujer había cobrado ese día.

Gipsy agradece y reconoce públicamente al chofer —lástima que no indica su nombre—, «para que se sepa que hay personas honestas y capaces de realizar actos de humildad y nobleza como este».

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