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Con eso… ¡no se juega!

Aronis Ricalo Torres (Goicuría No. 620 entre Amado y Aranguren, apto. A, Mónaco, Diez de Octubre, La Habana) labora como profesor de Inglés en la Facultad de Ciencias Médicas Diez de Octubre, en la capital. Y escribe indignado para contar las irregularidades registradas allí con el cobro de los salarios en el actual mes de mayo.

Explica Aronis que en dicha Facultad se cobra mediante el sistema de tarjeta magnética. El día del cobro oficialmente es el diez de cada mes, pero ya a partir del 7 el dinero debe estar depositado en los cajeros automáticos, según lo conveniado entre la Facultad y el Banco.

Pues en el presente mes de mayo, precisamente cuando debían cobrar a más tardar el diez, bien pegado al Día de las Madres, vinieron a hacerlo el lunes 14, cuando se depositó el dinero en los cajeros.

«Me pregunto —señala Aronis— de quién fue la culpa de tamaña irresponsabilidad y tanto irrespeto, y si no se dará una excusa (aunque no valga de mucho a estas alturas) a los trabajadores. ¿Se imaginan la indignación e impotencia que se siente ante un acto como este? Y, lo peor, sin poder hacer nada al respecto».

El profesor considera que no puede haber pasividad ante estas violaciones imperdonables, y alguien debe pagar por ello. Y cuestiona que las organizaciones sindicales y políticas de esa entidad se debían haber proyectado con fuerza.

Aronis alerta contra los irresponsables que, con sus acciones, siembran el desconcierto y el descontento entre los trabajadores, quebrantando el Código del Trabajo de la República de Cuba.

«Ojalá que un suceso así de desagradable —sentencia— no se repita, ni aquí ni en ningún otro centro de trabajo, aunque no esté de por medio el Día de las Madres; pues con el salario de los trabajadores… ¡no se juega!».

¿Cuándo tendrá tres años de experiencia?

Oriol Pérez escribe desde Virtudes No. 200-B, en la ciudad de Pinar del Río, para contar el círculo vicioso en que se encuentra entrampada su esposa, egresada recientemente  como ingeniera industrial por curso para trabajadores.

La joven leyó en el periódico provincial, Guerrillero, el anuncio de una entidad convocando a plazas en concurso, de su perfil. Pensó que podría ser su oportunidad, pues actualmente labora como recepcionista.

Y cuando llegó al sitio de la convocatoria sufrió una gran decepción, porque exigían a los aspirantes tres años de experiencia como mínimo.

«¿De qué le sirve el título, si cada vez que llega a pedir la plaza, como profesional que es, aparece nuevamente el número tres? ¿Cuando alcanzará la susodicha experiencia si nunca podrá ejercer porque no tiene los tres años?», cuestiona Oriol.

No tan automáticos

Desde Edificio 15, apto. 8, en Las Coloradas, Moa, escribe Oscar Luis Góngora para narrar las vicisitudes con los cajeros automáticos en esa ciudad holguinera, que sufren principalmente quienes cobran sus salarios mediante tarjeta magnética.

Cuenta que en Moa hay unos 14 cajeros automáticos, y los días 15 y 20 de cada mes, correspondientes al pago de los salarios, las colas son inmensas. Pero el problema, según Oscar Luis, no es la cantidad de trabajadores, sino la disponibilidad de efectivo y el funcionamiento de los cajeros. Tal parece que, para esos días, dejan de funcionar casi todos, apunta.

«¿Es problema del Banco, de Trasval o de los cajeros? —pregunta, y expone los principales obstáculos que se sufren en esos días de cobro—. Son tres variantes: Se encuentran disponibles, pero sin dinero; están fuera de servicio con el centro de comunicaciones en La Habana; y en última instancia tienen dinero, pero no están disponibles.

«El Banco lo que hace es acreditar el dinero, pues es Trasval quien lo habilita; y al final es en La Habana donde ponen a funcionar esos cajeros por el sistema que tienen. Y las empresas pagadoras se desentienden, pues cumplen con entregar el salario al Banco», señala, y cuestiona la paradoja de que haya derivado en un verdadero fastidio lo que se incorporó por obra y gracia de la tecnología para más comodidad y agilidad.

 

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