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¿Identificador o mortificador?

El habanero Daniel Vega Fernández (Calzada No. 452 e/ E y F, Vedado, Plaza de la Revolución) no imaginó que la telefonía inalámbrica, a la que felizmente pudo acceder para su hogar, le traería tantas complejidades tecnológicas.

Resulta que hace relativamente poco tiempo, Daniel adquirió este aparato telefónico sin cables, y constató que tenía incluida la facilidad de identificación de llamadas. En la oficina de Etecsa de su municipio, le comunicaron que existen dos formas de pago para este servicio: por adelantado, el que se paga de inmediato en el mostrador de la tienda y no es necesario ningún documento y postservicio, el cual requiere que se cambie el contrato previo establecido entre el cliente y Etecsa. En este último caso el monto sale en el recibo mensual y se abona junto con este, cuenta el remitente.

«El detalle —evoca—, es que a pesar de pagarse el servicio telefónico corriente en moneda nacional, la identificación de llamadas se paga en CUC. Soy ingeniero electrónico y tengo algunos conocimientos técnicos del tema y me pegunto por qué si la misma central telefónica que me da el servicio normal, es la que gestiona técnicamente la identificación de llamadas, me cobran ambos servicios en diferentes monedas.

«Otro problema surge en la forma de pago. Normalmente abono el servicio usando Telebanca o el cajero automático, pues poseo una tarjeta magnética de cobro. Al inquirir al respecto en Telebanca, me informan que aunque me acoja a la forma de pago postservicio y me salga el monto en la factura, no puedo pagar por Telebanca… incluso aunque tuviera una tarjeta en CUC o con una en CUP realizando la conversión, cosa que me parece absurda».

Por tanto, se duele el remitente, tiene que hacer la cola en la oficina de Etecsa todos los meses solo por la facilidad añadida; o de lo contrario pagar por adelantado varios meses. Sería muy útil que la llamada hecha por Daniel en su misiva no quede asignada a ningún abonado.

La juventud está encontrada

El profesor Eduardo Luzárraga Tejada lo confiesa sin tapujos: cuando vio que lo atenderían dos jóvenes, se preparó para recibir un servicio deficiente.

Dadiana Despaigne y Dayamí Ochoa: así se llaman las muchachas que lo recibieron en el Archivo Histórico de Cienfuegos. Para su sorpresa, ante la solicitud de reproducción de un documento antiquísimo, ambas procedieron con profesionalidad y cortesía mayúsculas, tal vez la que podría esperarse de especialistas con muchos años de ejercicio.

Entonces el veterano maestro, residente en calle Estrada Palma, No. 32, entre Narciso López y Portela, en Palmira, Cienfuegos, no tuvo más remedio que cambiar su prejuiciado punto de vista y decidió escribirnos.

«Ahora, si me pidieran un calificativo para ellas, diría que son dos ángeles, no solamente por su aspecto sencillo y familiar, sino por el trato, su amabilidad, el deseo de resolver, el derroche de esperanza que le transmiten al usuario y la eficiencia en su trabajo, lo cual se tradujo en una solución inmediata del problema presentado. Quiero agregar además que la paz, la tranquilidad y la armonía que se respira en ese lugar solo es característico de un colectivo afable, y al parecer bien dirigido, porque todos tienen similares actitudes».

Suerte que la gratitud no hay que buscarla en los archivos.

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