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Boda rediviva

Ya apareció la certificación del matrimonio contraído en 1948 por Gladys Margarita Izquierdo y José Ambrosio Fuentes, vecinos del municipio capitalino de Plaza de la Revolución, quienes se habían referido aquí el pasado 8 de agosto a la interminable cadena de gestiones infructuosas para encontrar el dichoso documento que probara sus esponsales.

Según informan a esta columna Gloria E. Robaina, directora provincial de Justicia en La Habana, y Sulema Ferrer, jefa del Departamento de Registros del Estado Civil, finalmente se ubicó el asiento registral del matrimonio en el Registro del Estado Civil de Arroyo Naranjo, en el Tomo 19, folio 270.

El hallazgo ha sido una pequeña pero rotunda victoria contra la abulia y el desentendimiento pues ambos ancianos, de 90 y 83 años, respectivamente, habían acudido a esta sección luego de un infructuoso peregrinaje por distintas oficinas del Registro Civil de la capital, solo para encontrar el  papel que certificara oficialmente lo que ellos, por las leyes del amor, han mantenido durante 65 años.

Fueron primero al Registro Civil del municipio de Diez de Octubre, el territorio donde contrajeran nupcias. Y allí no aparecía. Probaron en el de La Habana Vieja, porque el notario que los casó tenía su bufete en ese municipio. Tampoco estaba allí…

Un amigo les comentó que existía un Registro de notarios en Infanta entre San José y San Rafael, y allí fueron: les informaron que los documentos del Dr. López Blanco, el notario que los esposó, estaban en el Archivo Nacional. Y en este último hicieron la solicitud del documento. Les comunicaron que el trámite demoraba 15 días hábiles, pero habían transcurrido ya dos meses cuando me escribieron, y no tenían respuesta…

Gladys Margarita y su amado decidieron casarse de nuevo. «Es lo único que nos falta», decía ella con la ironía del que todo lo ha visto ya. Lo intentaron los pertinaces amantes, y les dijeron que no era posible hasta que tuvieran definitiva respuesta negativa en el Archivo Nacional.

Y con mucha razón, la señora se quejaba de que esas gestiones las habían tenido que hacer en autos alquilados, porque ya a su edad no pueden trasladarse en ómnibus. Es mucho lo que gastaron, y no aparecía en el camino la constancia de aquella tarde memorable, que de vez en vez les colma de recuerdos y nostalgias.

Las funcionarias Gloria E. Robaina y Sulema Ferrer refieren que lo primero que se hizo, a raíz de lo publicado, fue visitar en su domicilio a los persistentes novios Gladys Margarita y José Ambrosio. Y con los datos aportados por ellos, se procedió por el referido Departamento de Registros del Estado Civil, con la colaboración de los registradores principales de las Oficinas Registrales de La Habana, «a ubicar el asiento registral del matrimonio, en el Registro del Estado Civil de Arroyo Naranjo, obrante al Tomo 19, folio 270».

Señalan que «es apreciable que no se prestó un correcto servicio en el Registro del Estado Civil de La Habana Vieja, ya que se violó el procedimiento correspondiente para realizar la búsqueda de la Inscripción de matrimonio, por lo que se depuran responsabilidades y serán aplicadas las medidas disciplinarias correspondientes».

Y afirman que, «lamentablemente, una vez más, la falta de sensibilidad de algunos trabajadores hace que el problema se resuelva después de publicada la queja, sin agotar en el momento de la solicitud del servicio las variantes posibles para satisfacer al cliente».

Aprovechan el desenlace de esta historia para alertar a la ciudadanía: «en nuestro Departamento de Atención a la Población, sito en calle 18 entre 3ra. y 5ta., Playa, se le da (al ciudadano) igual tratamiento que a las quejas publicadas en cualquier medio de comunicación».

Agradezco la prontitud y resolución con que se asumió la queja, y espero que nuestras remitentes nos informen de las medidas disciplinarias tomadas con los responsables de tal desentendimiento con la pareja de ancianos. Pero, sobre todo, lo importante es qué se proponen hacer para que tal historia no se repita en otros casos.

Y Gladys Margarita, profesora de la Universidad del Adulto Mayor aun con sus 83 años, me escribió de gratitud plena, y para revelarme una sensible coincidencia: el 12 de agosto pasado, precisamente el día que conmemoraban los 65 años de su boda, recibieron la certificación de matrimonio al fin hallada. Fue como si reeditaran esa unión feliz, a despecho del tiempo, los olvidos de los humanos y la fragilidad de los papeles…

Al final, uno constata qué poco hacen algunos para alimentar la felicidad del prójimo…

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