Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Abanderado

El doctor Arnaldo Castro Domínguez acostumbra cada domingo dejar atrás su hogar en calle 10, No. 16805, entre A y C, en Alta Habana, y andar La Habana para descubrir siempre algo nuevo e insólito.

Sí, el pasado domingo el caminante se sorprendió. Una mezcla de disgusto y tristeza le embargó cuando, en el mismísimo Parque Central, de cara al monumento al inmenso Jose Martí, descubrió que faltaba del asta correspondiente nuestra bandera.

En un momento en que, como nunca antes, hace tanta falta reproducir la enseña nacional por cada rincón del país y en los sentimientos de cada cubano, allí estaba ausente el símbolo patrio que nos ha traído hasta aquí y que debe protegernos en una época que promete ser sutilmente compleja para la nación.

«¿Sería posible conocer a quién le corresponde esta tarea tan especial y por qué sencillamente no se cumple?», pregunta Arnaldo. Y este servidor le agradece la inquietud que lanza, el hecho de que se abandere de todo el coraje patrio, para exigir que tal ausencia no se repita.

Olvidados en una bodega

Anabel Gómez García escribe desde Báguanos Viejo, en el municipio holguinero de Báguanos, para denunciar que en la bodega 7, donde ella compra sus alimentos, hay hace años almacenados en sus cajas 90 televisores Atec Haier.

Explica Anabel que esos equipos entraron a Báguanos cuando la Revolución Energética. Y antes de que se completara el ciento por ciento de los que hacían falta, se suspendió la sustitución de televisores.

«Desde entonces, refiere, los televisores se encuentran en sus cajas sin darles ningún destino. Yo llamé a la Dirección Municipal de Comercio, y me dijeron que ellos solo se ocupan de la custodia y que están esperando que se decida lo que se va a hacer con esos equipos.

«Lo que más me preocupa es que los televisores se han convertido en guarida para ratones, donde, además, están guardados los alimentos de la canasta básica de la población», señala.

Y cuenta que hace más de dos meses fue una comisión, incluidos técnicos en televisión, y separó los rotos de los sanos. «Pensé que al fin les darían uso a los televisores. Pero nada, siguen guardados. ¿Cuántos hogares cubanos no tienen televisor y, sin embargo, existen allí 90, destruyéndose a causa de los ratones y el paso del tiempo?», expresa Anabel.

Uno se pregunta quién es el responsable de que carga tan valiosa, cuando se interrumpió la sustitución de equipos electrodomésticos, permaneciera allí olvidada tantos años con la consiguiente afectación. ¿Estará sucediendo en otros rincones del país?

Sin la luz del respeto

El 7 de agosto pasado, María Esperanza Pérez llegó al consultorio No. 9 del médico de la familia de Reina, entre Manrique y Campanario, en Centro Habana, y descubrió que no tenían electricidad.

Y dentro de la consulta, la doctora Milagros Benítez atendía a los pacientes a oscuras y sin ventilador, con las altas temperaturas del verano, auxiliada por una linterna que sostenía la enfermera. La doctora tenía ya hasta mareos por fijar la vista con tan escasa luz.

¿La causa?  El reloj o metrocontador del consultorio es el mismo que mide el gasto de electricidad de la turbina de agua del edificio donde está situado el consultorio. (¡…!). Y los del edificio se habían excedido en la cantidad de kilowatts establecidos, por lo cual «les cortaron la luz».

Lo inaudito, según María Esperanza, es que un profesional de la Salud esté trabajando en esas condiciones sin necesidad, porque alguien concibió el absurdo de vincular el consumo eléctrico de dos clientes ajenos.

«¡Qué profesionalidad la de esa doctora y su enfermera, comenta la remitente, al trabajar en esas condiciones! Es sabido que nuestros profesionales de la Salud son abnegados, además de su excelente preparación, pero creo que eso es abusar y faltarle el respeto a quien con tanto esfuerzo realiza su labor», finaliza María Esperanza, quien reside en Reina 220, apartamento 1, entre Manrique y San Nicolás, en Centro Habana.

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