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Albergan dudas en el albergue

Desde la comunidad de tránsito El Globo, sita en carretera El Globo, kilómetro 1 y medio, reparto La Esperanza, Boyeros, La Habana, escribe Yeline Romero para denunciar las irregularidades sufridas con una reparación planificada de ese albergue.

Precisa la remitente que en julio de 2015 se inició la reparación de la comunidad para mejorar la calidad de vida de sus residentes, personas que han pasado un rosario de calamidades habitacionales durante años.

«Estamos en 2017 y seguimos en las mismas, cuando la obra se debió entregar en julio de 2016. El presupuesto se ha acabado dos veces», afirma, y enumera los problemas: no han concluido el arreglo del tendido eléctrico y la iluminación, ni el cambio de interruptores y tomacorrientes. Las piezas de baño, las tazas y los lavamanos estaban incompletos, cuando entraron para todos. La pintura de la fachada dejó mucho que desear, pues le echaron demasiada agua.

En cuanto al presupuesto para el arreglo de los techos —que se filtran bastante—, entregaron las tejas; pero según la administradora, por autorización superior se vendieron para comprar papel impermeable, el que los albergados siguen esperando.

También los materiales de construcción, como cemento y arena, entran y al otro día no hay para continuar las obras, afirma Yeline. Por otra parte, se recibieron puertas interiores y las asignaron para exteriores. Entraron para todos los residentes, pero no se las asignaron a todos. Los picaportes brillan por su ausencia.

«¿Qué camino han tomado estos recursos que el Estado asigna? Pido que se nos ayude y se haga justicia. Aquí vivimos personas mayores y niños con problemas de salud; pero no vienen jefes a inspeccionar cómo se ha avanzado en los trabajos», concluye Yeline.

Por qué hay que acudir a la prensa

La pregunta que titula la realiza Roberto C. Reyes Wong, residente en calle 12 No. 6, entre 5 y avenida Libertad, reparto Borbollón, Colombia, Las Tunas.

Confiesa Roberto que, con esta, son dos las ocasiones en las que ha tenido que recurrir a la denuncia en la prensa para compulsar la solución del vertimiento de la fosa de su vivienda.

La primera vez, revela, llevaba seis meses con la fosa reportada, y cuatro de ellos vertiendo. No fue hasta la publicación de la queja que enviaron un carro desde la capital provincial para limpiarla, y había otros clientes delante de él en la lista. Y esta segunda vez, cuenta que reportó la fosa el 7 de marzo de 2016 y todavía sigue esperando.

Alerta Roberto que en esa localidad peligra el agua de los pozos para el consumo humano, debido a la contaminación proveniente del vertimiento de las fosas, lo cual incrementa el riesgo de transmisión de enfermedades.

Aunque conoce los problemas de recursos y de transportación, se pregunta por qué la empresa que atiende estos menesteres no realiza una mejor planificación del transporte y de los trabajos por ejecutar, al enviar los equipos una semana por cada municipio y garantizar un control efectivo de esas tareas.

«¿Qué pasa con los responsables del cumplimiento de ese servicio que no les dan seguimiento a esas afectaciones?», cuestiona el remitente, y añade que de forma general deben ser más fuertes las medidas cuando los problemas se agravan por falta de responsabilidad.

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