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Ese órgano del pollo al que llaman «faltante»

La capitalina Carmen Sáez Chávez (Cervantes No. 61 e/ Guasimal y Nueva Gerona, Párraga, Arroyo Naranjo) se siente inconforme. No es la primera vez que la agobia este asunto, ni tampoco la primera que se publica en nuestra columna. Se trata, como ya anunció el título, de las irregularidades con la asignación de pollo a la población por la canasta básica. Problema que, según Carmen, golpea con alta frecuencia «en mi municipio, Arroyo Naranjo, y fundamentalmente en mi carnicería, sita en Cervantes e/ Guasimal y Yumurí (bodega 1935, núcleo 54 y 158)… siempre viene con faltante».

Narra la capitalina que «me pagaron las dos veces anteriores que me debían y entramos el nuevo año en las mismas, y sin haber saldado deudas anteriores; en mi caso particular es la tercera vez que me pasa lo mismo, aunque no me deben solo el de este mes…

«Soy trabajadora de la Dirección Provincial de Salud y a la hora que logro llegar a mi casa se me dificulta, con mi padre postrado, que esté abierta la carnicería o la bodega (...), pues vivo en Arroyo Naranjo y trabajo en el Vedado, Plaza de la Revolución», expone la doliente. De ahí que se atrase en ir a comprarlo y cuando llega se encuentra solo con ese órgano peculiar de las aves: el faltante.   

Apunta la lectora que esta misma queja la ha hecho llegar a las autoridades del municipio, que recogieron puntualmente sus datos; pero de lo que se trata es de que se halle una solución duradera, para no sufrirlo más. Al final, como sabemos, el alimento es una de las preocupaciones diarias en cada casa, y no debe sobrecargarse con angustias evitables.

S.O.S. BIBLIOTECA

Ahora que Cuba entera vuelve a entrar, como cada año, en la fiesta de los libros, haría bien escuchar la voz del tunero Tomás Jomarrón Madrigal (calle 15 s/n, San Manuel, Puerto Padre), quien alerta sobre ciertos peligros que corre la biblioteca pública Luis Sera Moreno, de su terruño.

«Dicha institución —narra el remitente— se encontraba en pésimas condiciones y fue demolida y trasladada a la instalación que está destinada como Terminal de Ómnibus de esa localidad; la misma se usaba ya como baño público». A la postre, el inmueble de la Terminal fue entregado a Cultura e instalaron la biblioteca allí, «pero los problemas siguen. Se le ha comunicado a la Dirección Municipal y Provincial de Cultura que gestionen con la OBE la instalación de la electricidad del local y se ha hecho caso omiso (…); uno como lector no puede dirigirse allí después de la 5:00 p.m., ya que la oscuridad (…) no te lo permite. Y a la vez carece de comunicación, ya que el teléfono tampoco ha sido instalado». Esto, no obstante la mejor disposición de prestar servicios que tienen las bibliotecarias, apunta Tomás.    

Por si todo ello fuera poco, agrega el lugareño, a las referidas trabajadoras se les comunicó recientemente que esa edificación la van a utilizar para una tienda recaudadora de divisas, por lo cual habría que volver a reubicar el recinto de los libros.

«Si se revisan las estadísticas de la afluencia de lectores a la institución, se puede ver que es necesaria esta biblioteca, donde se nutren de conocimientos un gran grupo de pobladores», argumenta Tomás.

Por supuesto que cada necesidad es importante, apunta este redactor, pero ¿no habrá otro espacio donde colocar la tienda? ¿Por qué, en lugar de continuar la relocalizaciones no se resuelven las dificultades para la lectura y comunicación en la biblioteca?

GRATITUD AL CLÍNICO DE 26

Gratitud. En esa hondísima y simple palabra se resume la carta de la familia del veterano Fernando Iglesias Lorenzo, en especial su esposa, Migdalia Sigler Reyes (Avenida 103, entre 98 y 100, No. 9806, Cuatro Caminos, Cotorro). Los capitalinos quieren agradecer «al colectivo de doctores y enfermeros de la Sala H, de Urología, del Hospital Joaquín Albarrán, Clínico de 26, pues cada uno de ellos dedica especial atención a sus pacientes y a los acompañantes. Con paciencia, cariño y entereza, agilizando el proceso de curación, supliendo cualquier carencia material con una alta dosis de gentileza y profesionalidad. Todos se ocupan de sus enfermos con espíritu familiar y denotan en cada trato pasión por su labor».

En particular los remitentes desean mencionar a los doctores Mayté Ferrán, Lourdes Santana, Yeniley Bacallao, Ailen Zocarrás, Paola Araújo y Deidre Silveira, que intervinieron directamente en la cirugía de Fernando; así como a Leonardo Rosales, Arcadio Rodríguez, Reinier Cinta, Mari Cruz Rosario, Rafael Marte y María Elena Pardillo. A los enfermeros Ileana Torres, Dairo Delgado, Yaisén Beltrán y Yalina Fernández. «Y en especial al excelente camillero José Rodríguez».

Para estos profesionales, en el hogar de Fernando y Migdalia habrá siempre un sitio de afecto.

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