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El tan vapuleado consumidor

La Resolución 54 de 2018 del Ministerio de Comercio Interior, para la organización y ejecución de la protección al consumidor en el comercio interno, podría ser un fortificante entrenamiento que le abra camino, en rigor y prevención, a una futura Ley de Protección al Consumidor.

El tránsito hacia una legislación que defienda los derechos del consumidor podría empedrarse de flaquezas y obstáculos, de no cuajar la voluntad institucional y popular de que se respeten el bolsillo, la salud y la dignidad del ciudadano. Este preámbulo, la Resolución 54, no puede quedar en el intento, si Cuba pretende vindicar al maltrecho consumidor.

La mala leche…

Fernando Perera Cumerma (Calle 4 No. 10604, entre 5ta. y 7ma., Casino Deportivo, Cerro, La Habana) compró engaño hace días en dos bolsas selladas de leche en polvo entera Matilda que adquirió en la tienda en divisas La Primera del Cerro, en Santa Catalina y Vento. Al abrir una de las bolsas, además del déficit en el peso, el polvo era arenoso, sin el habitual tono amarillo. Y al diluirlo, resultaba un líquido aguado y espumoso, sin sabor a leche, que les provocó trastornos gastrointestinales a él y a su esposa. Y a Fernando se le inflamó la boca, por alergia.

En el envase no aparecía el número de teléfono del Complejo Lácteo, pero Fernando lo distinguió en un camión de la fábrica y llamó. Le respondió Martica, de control de la calidad a nivel central. Le explicó sobre el proceso del producto, que es de primera calidad. Le tomó los datos y le adelantó cómo sería el proceso investigativo.

Luego llamó Edgar, responsable de calidad en la instancia procesadora del producto. Y a menos de 24 horas, lo visitó Yudeivis Corral, especialista principal de calidad, quien  revisó el producto y comprobó que no cumple con las características del que produce el Complejo.

El envase era menor y sin el sellado característico del oficial, sin otros datos ni el teléfono, que aparecen en el auténtico, el cual informa el contenido en gramos (mil g) y no en 1 kg, como rezaba en el fraudulento. Este indicaba que el lote 18 se produjo el 17 de octubre de 2017, lo que no concuerda con la real fecha de ese lote. Y el formato de la fecha era diferente.

Yudeivis recogió el polvo para analizarlo en el laboratorio, no sin antes decirles que ya había procesado una queja similar del mismo producto, comprado en esa tienda. Y que procedería la investigación.

Fernando elogia la profesionalidad, respeto y ética de los del Complejo Lácteo, «sin insultantes clichés de comisiones investigadoras, dobleces, teques políticos vacíos, justificaciones y evasiones».

Galletas sin factura

Lázara Maseda (Luz 151, entre Venus y Aranguren, Guanabacoa, La Habana) relata que el lunes 2 de abril pasado se dirigió a la tienda La Arcada, de ese municipio, a comprar unas galletas de soda, pues, según una vecina suya, había visto cajas de estas en esa unidad comercial el sábado anterior.

Al llegar, Lázara solicitó las galletas de soda, y la dependienta le respondió que no había. Y como la clienta había visto ya una estiba llena de cajas de galletas de soda, le preguntó a la empleada el porqué las mismas no estaban en venta. Y esta le contestó que «habían entrado… ¡pero sin factura!».

 Lázara, que laboró 20 años en el área de Economía, todavía se está preguntando qué clase de contabilidad es esa, cuando los productos salen de los almacenes y llegan a las tiendas sin factura. «No es la primera vez —afirma— que escucho que en tiendas recaudadoras de divisas no se pueden sacar productos por falta de documentación. Ojalá alguien me explique cómo se trabaja eso», concluye.

Suben precios, no la calidad

Raúl Agüero Torrella (Ángel Castillo 252, entre Pasaje A y Pasaje B, Camagüey) decidió agasajar a su esposa el día del cumpleaños con un paseo por la ciudad, y concluyeron en la cafetería del emblemático Gran Hotel, donde tantas veces departieron y se podían consumir bebidas y ofertas gastronómicas a precios muy similares a los de cualquier otro lugar con sus mismas condiciones.

Al entrar se extrañaron de encontrar la cafetería, un lugar muy concurrido en la ciudad, prácticamente vacía, y pensaron que estaba cerrada. Ya bien adentro, divisaron una sola mesa ocupada. ¡Qué extraño!

El enigma se disipó cuando la dependienta, facilitándoles la carta menú, les informó que los precios habían cambiado. Efectivamente, una pizza no muy diferente de las que se venden en cualquier otro establecimiento de la ciudad, valía 6 CUC. La cerveza Bucanero, 1,80 CUC, los jugos naturales, no en caja sellada sino servidos en vaso, ahora son a 1,20 CUC.

La dependienta les explicó que el cambio de precios corresponde al cambio de cadena hotelera del Gran Hotel. Y según Raúl, «a simple vista no se ve cambio alguno: las mesas y el mobiliario son los mismos, las condiciones del lugar están igual o peores que antes, porque ni siquiera se ha pintado el establecimiento. Y la climatización es imperceptible. El servicio bastante lento, a pesar de que estaba vacío el lugar».

Bien lejos…

Juan Carlos Hernández (Calzada del Cerro 1503, Apto. 3, entre San Pablo y Domínguez, Cerro, La Habana) cuenta que recientemente se dirigió a una tienda de productos industriales en CUP, sita en Galiano y Concordia, en Centro Habana, porque tradicionalmente allí radicaba un punto de reparación de los socorridos protectores de equipos electrónicos.

Fue a reparar su protector, y se llevó la sorpresa de que habían retirado ese punto, tan útil a la población. Preguntó, y le dijeron que se tomó la decisión en la fábrica de equipos electrónicos de Berroa, lejos de la ciudad.

«Si quería reparar mi protector —afirma— tenía que ir hasta allá. ¿Se imagina? Eso está en un lugar bien distante de la ciudad, con poca o casi ninguna posibilidad de transporte. Les solicito que por sus vías ayuden a quienes, como yo, y no deben ser pocos, resuelven un problema tan importante, y a precio aceptable para los trabajadores y pensionados», concluye.

Hallazgo en el helado

La doctora Beatriz Martínez-Daranas, del Centro de Investigaciones Marinas de la Universidad de La Habana, nos ha hecho llegar la inquietud sobre la heladería Coppelia, de Amparo Ramírez, una vecina suya que reside en Calle 11-A No. 27401, en el reparto Juan Manuel Márquez, de la localidad habanera de Santa Fe.

Según Amparo, en tres ocasiones bastante recientes, varios integrantes de su familia han frecuentado la popular unidad de L y 23 para apaciguar la canícula. Y han tenido hallazgos: se han encontrado trozos de plástico en el helado.

Amparo le mostró a Beatriz un fragmento de color blanco de unos tres centímetros por uno, con la punta aguzada. Y se manifiesta muy preocupada por tamaño peligro, que puede dañar las vías digestivas de cualquier comensal.

Cuando le preguntaron a la dependienta, esta les dijo que no era responsabilidad de ellos, que venía así de la fábrica de helados.

Signos de admiración con puntos suspensivos ¡!..., y usted construya su palabra.

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